Fuente: Clarín Gourmet by Carmen Ercegovich ~ Son etiquetas creadas hace más de medio siglo que nunca dejaron de producirse. Por qué tienen consumidores fieles a través de las generaciones.
No había televisión, ni mucho menos internet, ni sommeliers, casi no se hablaba de varietales ni taninos, pero algunos de estos vinos ya estaban sobre la mesa de nuestros bisabuelos y abuelos al igual que ahora, con un diseño de botella y etiqueta similar al que hoy reconocemos en las góndolas. ¿Cuál es la magia de estos clásicos de distintas bodegas que lograron perdurar en el tiempo sin grandes cambios?
A lo largo de más de un siglo, la viticultura argentina atravesó diversas etapas y una notoria transformación en sus procesos, modelos de producción y, definitivamente, también en el producto, ya que el estilo de los vinos fue evolucionando a la par de la incorporación de nuevas tecnologías, conocimientos y tendencias de elaboración y consumo.
Sin embargo, no son pocas las bodegas que mantienen en sus portfolios marcas insignia o «caballitos de batalla» cuyos clientes fieles han demostrado que ninguna moda ni novedad es capaz de deslumbrarlos al punto de abandonar ese vino con el cual mantienen un vínculo inquebrantable.
La publicidad con la que Saint Felicien celebró sus 50 cosechas en 2013.
«Nuestra conexión con el vino es emocional, afectiva», describe el sommelier Andrés Rosberg, para explicar el comportamiento, «se trata de vinos que recordamos ver tomar a nuestros padres o abuelos, vinos con los que festejamos casamientos, nacimientos, negocios, amistades, asados… Como dice el slogan ‘el vino nos une’, hay algo en el vino que nos pega en una fibra interna, que nos toca adentro».
En orden cronológico -aunque algunas fechas de lanzamiento no son tan precisas- estas son algunas de las etiquetas más clásicas, populares y antiguas que se venden en Argentina desde hace más de cincuenta años.
Fond de Cave – Bodegas Trapiche
Trapiche Fond de Cave a través de los años.
Es posiblemente la etiqueta más antigua que se sigue produciendo en la actualidad, ya que en se estima que las primeras botellas de Fond de Cave datan de la primera década del siglo XX. Se sabe fue obra de Pedro Benegas, hijo de Tiburcio Benegas, exgobernador de Mendoza, fundador de la bodega «El Trapiche» en 1883 y uno de los precursores de la industria vitivinícola en el país.
Tal como se puede inferir por su nombre, Pedro Benegas se había inspirado para crearlo en los vinos franceses, más precisamente en los de Burdeos. El nombre, que significa «fondo de la cava», alude precisamente a ese lugar profundo donde se guardan los vinos más preciados.
Una vieja publicidad de Trapiche del archivo de diario Clarín de 1955 ya nombra Fond de Cave.
Los primeros Fond de Cave eran tintos y no tenían indicación de varietal, como se estilaba en la época, pero a lo largo de las décadas la etiqueta se diversificó incorporando cepas (Cabernet Sauvignon, Malbec, Syrah, Cabernet Franc, Petit Verdot, Chardonnay, Sauvignon Blanc) y líneas reserva y gran reserva, además de ediciones especiales como Á Temps, blend de añadas.
La familia Benegas manejó la bodega hasta los años 70. A pesar de que la empresa cambió de dueños -desde 1997 pertenece al Grupo Peñaflor-, Fond de Cave nunca se discontinuó y sigue siendo un emblema inconfundible de la bodega para el consumidor argentino.
San Felipe Caramagnola – Bodega La Rural (1934)
San Felipe Caramagnola: inconfundible por la forma de sus botellas.
Fue creada por los hermanos Italo, Franciso y Omar Rutini en homenaje a San Felipe de Neri, el santo del que era devoto su padre Felipe Rutini, fundador de las bodegas Rutini y La Rural. La icónica forma de su botella bajita y redonda, la bocksbeutel, es originaria de la región alemana de Franconia, donde se utiliza desde el siglo XVIII, pero su nombre también alude a las cantimploras o botellas («caramagnolas») que llevaban los soldados durante la Primera Guerra Mundial.
La primera añada de San Felipe, en 1934, fue un blend de uvas blancas de Semillón, Ugni Blanc y Chenin Blanc. Con los años, la marca se convirtió en una línea que vende 121 mil cajas anuales (de 6 botellas, a un promedio de $ 600 la botella) con varietales, blend de tintas y espumosos secos y dulces. También se exporta a Francia, Colombia, México, Perú, Uruguay, Bolivia y Paraguay.
Chateau Vieux, Rincón Famoso y Montchenot – Bodegas López (1934, 1938, 1956)
El Chateau Vieux de Bodegas López, su clásico más antiguo.
La dinastía vitivinícola que inició el andaluz José Gregorio López Rivas con su llegada a Mendoza a fines del siglo XIX trascendió hasta hoy gracias a los clásicos impulsados por su único hijo argentino, José Federico López, nacido en 1898. Don José Gregorio y sus hermanos trajeron la tradición y el oficio consigo desde su Málaga natal y lanzaron su marca fundacional, El Vasquito, a los pocos años de instalarse en Argentina.
Pero pasarían varias décadas hasta que José Federico presentara las marcas más antiguas que conserva la bodega en su portfolio: Chateau Vieux, tinto y blanco, lanzado en 1934, y Rincón Famoso, tinto y blanco, en 1938. Él mismo se ocupó del delicado diseño de la tipografía de las etiquetas que todavía perdura.
Pero López siguió generando clásicos de distinta gama, como el vino de mesa Vasco Viejo, lanzado en 1950, y, en 1966, el Chateau Montchenot -hoy Montchenot– con diez años de guarda, elaborado con Cabernet Sauvignon, Merlot y Malbec, provenientes de viñedos plantados en 1940 en Maipú, Mendoza y añejamiento en toneles de roble francés de 5.000 a 20.000 litros de capacidad.
Una de las particularidades de esta bodega es que no solo sigue produciendo estas líneas sino que tiene algunas de las añadas históricas a la venta a través de su página web: https://bodegaslopez.com.ar/cosechas-especiales. La disponibilidad de stock y los precios se consultan por privado.
Carcassonne – Bodega Escorihuela (década del 40)
Carcassonne, el vino de Escorihuela Gascón que tomaba el Gral. Perón.
Fue uno de los vinos ícono de la bodega fundada por el aragonés Miguel Escorihuela en 1884. Famoso por ser uno de las preferidos de Juan Domingo Perón y su esposa Eva Duarte, quienes lo habrían probado por primera vez durante una visita a Mendoza en los años 40. «El General tomaba su copita con Evita todos los días y el Carcassonne era de los más finos de la época«, aseguró el historiador Felipe Pigna en una entrevista con Clarín.
Según cuenta el escritor Pablo Lacoste en su libro El vino del inmigrante, la idea del nombre del vino fue inspirada en la ciudad del mismo nombre del sur de Francia, patrimonio de la UNESCO por sus monumentos notables, que habría deslumbrado a uno de los miembros de la familia Escorihuela.
Blend de Malbec y Cabernet Sauvignon, sigue siendo un imbatible de bodegones, parrillas, pizzerías y supermercados y se comercializa tanto en botellas de 750 cc como en las de 350 cc a menos de $ 500.
Caballero de la Cepa – Finca Flichman (1956)
Caballero de la Cepa, un clásico de Finca Flichmann.
El primer Flichman en hacer pie en Argentina llegado desde Polonia fue Sami, en 1889, comerciante judío de Lodz. Pero uno de sus hijos, Isaac, y una de sus inversiones en Mendoza, una antigua finca que compró en 1873, dieron origen al legado que se conoce hoy de la bodega.
Formado en Francia, Isaac comenzó vinificando clarets comunes de criolla grande para el consumo diario y su finca era pequeña comparada con la de los grandes productores hasta que lanzó su línea Caballero de la Cepa en botellas de 750 ml, primer vino calificado como fino en Argentina, señala Miguel Brascó en el libro Finca Flichman, una historia, 1910-2010.
Botella de Caballero de la Cepa de 1965. Foto: Vinoteca del Oeste.
«Tuvo esa visión de presentar una botella de tinto fino diferente al común de mesa en botella especial, no de litro, sino más chica», escribe Brascó. El vino fue obra de uno de los decanos de la enología mendocina, Raúl de la Mota, que trabajó en la bodega entre 1956 y 1962.
Actualmente, Caballero… se sigue comercializando en dos líneas Reserva (Malbec, Cabernet Sauvignon, Chardonnay y Syrah) y Single Vineyard (Malbec y Cabernet). Precios: Caja x 6 a $ 4.554 y $ 6.528 respectivamente en https://tienda.flichman.com.ar).
Saint Felicien – Catena Zapata (1963)
Saint Felicien 1963.
Hoy Catena Zapata es sinónimo de vino de alta gama y de Malbec. Sin embargo, el primer vino de esa categoría embotellado por la familia fue un Cabernet Sauvignon, la cepa que hasta bien entrado el siglo XX en Argentina era la que representaba los vinos de mayor calidad. Quien tomó la decisión de hacerlo fue el entonces joven Nicolás Catena.
Involucrado en producción vitivinícola tras la súbita muerte de su madre y su abuelo Nicola en un accidente, Nicolás terminó impulsando una verdadera revolución más allá de su propia empresa. En 1968, bajo la marca Saint Felicien lanzó el primer Cabernet Sauvignon, cosecha 1963. La etiqueta reproducía una litografía inspirada en la cosecha creada especialmente por el artista mendocino Carlos Alonso.
«El objetivo entonces era hacer el mejor vino de la bodega en pequeñas partidas con uvas de Luján de Cuyo», dice Ernesto Bajda, actual enólogo de la línea, quien también explica cuál es el desafío actual que debe mantener la marca. «Esta es una bodega pionera en innovar e implementar tecnología pero es clave que el vino mantenga el estatus de clásico para el paladar argentino«, señala.
Etchart Privado Torrontés – Bodegas Etchart (1963)
Etchart Privado Torrontés.
Y entre tanto mendocino y tanto tinto no podía faltar un blanco salteño, nada menos que el primer varietal Torrontés de la historia que salió a la venta embotellado y que comenzó la larga tradición de única cepa 100 % autóctona, tan bien representada en el norte argentino con grandes ejemplares.
La primera añada de Etchart Privado fue lanzada al mercado en 1963. Ya tenía la clásica botella marrón que hoy lo sigue identificando, inspirada en los Riesling alemanes. También la etiqueta amarilla, cuyo diseño apenas se ha modernizado cuidando que los consumidores no dejen de identificarla.
Actualmente representa la línea de entrada de la bodega, la más antigua y la de mayor volumen de producción, con 2 millones y medio de botellas anuales. El mayor porcentaje se distribuye en Argentina, pero también se exporta a Brasil, Francia, España, Bolivia y Paraguay. Su relación precio calidad sigue siendo su gran atractivo: cuesta $ 240 y forma parte del programa Precios Cuidados.
Don Valentín Lacrado – Bodegas Bianchi (1965)
Don Valentín Lacrado, un clásico de Bodegas Bianchi desde 1965.
Elaborado en San Rafael, Mendoza, este clásico popular fue creado en 1965 por Enzo Bianchi para homenajear a su padre, Don Valentín Bianchi, fundador de la bodega. Pronto se convirtió en un éxito en ventas y en una marca que se fue transmitiendo de generación en generación.
Con los años sumó a su línea de blancos frescos, ligeros y aromáticos, así como varietales Cabernet Sauvignon, Malbec y Torrontés. Actualmente el Don Valentín Lacrado clásico (blend de Bonarda, Merlot, Tempranillo y Syrah) se vende en Uruguay, Brasil, Paraguay, Venezuela, Colombia, Estados Unidos, España, Italia, Israel y China.