Detrás de ese ascenso vertiginoso aparece el talento y el empuje de una sociedad atípica entre un argentino, Vázquez Ger, y un venezolano, Limardo, que tejieron un éxito inédito con impronta inmigrante en la pujante y cada vez más sofisticada arena culinaria de la capital de Estados Unidos.
Seven Reasons había despuntado meses atrás en una comida que se transformó en un anhelo, y marcó el inicio de una amistad entre Vázquez Ger, un economista devenido en consultor político, y, luego, en emprendedor, y Limardo, un reconocido chef venezolano que trajo a Washington sus innovaciones en las tradiciones de la cocina latina. Es un vínculo «perfecto», en las palabras del argentino.
«Yo no sé absolutamente nada de cocina, y él no sabe absolutamente nada de números. Yo le digo todo sobre cómo están las finanzas, él me cree; él me dice todo lo que está haciendo en la cocina, y yo le creo», bromea.
Vázquez Ger recibe a LA NACION unas horas después del mediodía de un día de semana en Seven Reasons, que este año abrió sus puertas sobre la avenida 14 de la ciudad, una calle ancha que antaño era un epicentro para las las drogas y la prostitución, y ahora está tapizada de bares, restaurantes, edificios modernos y comercios. El restaurante de dos pisos, paredes de ladrillo visto y sillas de cuero está vacío, pero ya hay movimiento. De fondo suena la música latina mientras cocineros, mozos y el resto del personal -todos jóvenes, y muchos de ellos, también latinos- se preparan para la noche. Desde que el Post lo ungió como el mejor restaurante de la ciudad, las reservas se dispararon. Lejos quedó un inicio fue difícil, cuando el restaurante, de hecho, estuvo a punto de naufragar: casi todos los primeros inversores que había reclutado pacientemente Vázquez Ger desaparecieron cuando les pidió que firmaran y transfirieran la plata.
«La gente, emocionadísima», recuerda, al hablar de las reacciones al proyecto. «Si, qué divertido, invertimos en el restaurante, el plan es totalmente profesional, está bien sustentado, si, vamos a invertir. Listo. Necesitábamos un millón cien, calculamos que teníamos unos 800, 900 confirmados y el resto lo íbamos a conseguir. Firmamos el contrato de alquiler acá. Teníamos que pagar alquiler el día uno. El día que firmamos el contrato, mandó los documentos a estos posibles inversores que yo creía que estaban confirmados para que firmen y hagan las transferencias, y 90 por ciento se me cae», recopila. Corría junio de 2018. «Así estuvimos hasta diciembre. Al final, conseguimos la plata», cierra.
Primer día
Seven Reasons abrió el 16 abril. «Lo primero que le dije a Enrique es que, si vamos a hacer esto, nuestro único objetivo es convertirnos en el mejor restaurante de Washington. Yo no estoy dejando todo para hacer un restaurante más, estoy dejando todo para ser el mejor. Si no, no me meto. Él, feliz», comenta el argentino. Para Limardo, Vázquez Ger era el socio ideal. Antes de arrancar, juntaron a todo el personal, unas 40 personas, y le repitieron el mismo mensaje.
La idea había nacido en Baltimore. Vázquez Ger, quién está casado con una venezolana, Mafe Polini, había escuchado hablar del restaurante de Limardo, Alma Cocina Latina. Fueron, y quedaron fascinados. «Nos quedamos hablando con él, y le dijimos ‘tenés que venir a Washington, en Baltimore nunca vas a llegar a descubrir todo tu potencial'». No era la primera vez que Limardo escuchaba esa propuesta: les dijo que todos los venezolanos que pasaban por el restaurante le decían lo mismo, y después desaparecían. «Nosotros le dijimos ‘no te preocupes, nosotros vamos a apoyarte'», le respondió.
De a poco empezaron a trabajar, a conocerse más, y a pulir la idea. En enero de 2018, Vázquez Ger le imprimió vértigo al asunto: le avisó a todos sus clientes que dejaba su trabajo de consultor, y le dijo a Limardo que planeaba dedicarse 100% al proyecto. Lo que siguió fue un trabajo fino de «peinar» los restaurantes de la ciudad perfilando el concepto que querían.
«Hoy por hoy en DC la palabra clave es experiencia», señala. «La gente no viene acá porque la comida es latina, viene acá porque la experiencia que se lleva es completa. El ambiente es divertido, la música es buena, es una música que da ganas de bailar, pero no se puede porque es un restaurante. La acústica es muy buena, pueden hablar y tener una buena conversación, el servicio es muy cálido. Y la comida es una comida que no probaron nunca», relata.
Un plato del menú ofrece una mirada a la cocina de Limardo. En Seven Reasons se puede comer una «Milaneas Argentina», pero está hecha con bife de chorizo, montada sobre un Aligot que no está hecho de papa, sino de yuca. Fue uno de los platos que sedujo a Tom Sietsema, crítico del Post. «Enrique está reinterpretando las raíces latinoamericanas. Se conoce la carne argentina, la comida peruana y la comida mexicana. Pero hay mucho más que eso. Enrique quiere reinventar la cocina latinoamericano, los sabores, los ingredientes que la gente no conoce», dice su socio.
Limardo y Vázquez van por más. Inmigrantes, oriundos de países hermanados por las crisis, abrieron otro restaurante que ofrece más sabores foráneos, pero a la hora del almuerzo, junto con una declaración de principios: se llama «Immigrant Food», y está a pasos de la Casa Blanca de Donald Trump. Los socios quieren ofrecer una «mezcla de sabores de diferentes culturas de inmigrantes», pero también apuntan a que el restaurante se convierta en un lugar para unir y ayudar a los extranjeros. Para eso, se asociaron con cinco ONG abocadas a la inmigración. El plan es que el restaurante sirva de «plataforma» social, y luego replicarlo en otras ciudades. El primer capítulo los llevó de Baltimore a Washington. Para los que vienen, no parecen tener límites.