Fuente: Cronista – La familia de Federico Luis tiene más de 60 años de experiencia como importadores. Pero él decidió enfocarse en el negocio de las cafeterías cuando todavía ni se hablaba de baristas en la Argentina. «El consumidor pedía a gritos un buen café», dice el emprendedor que factura $ 600 millones al año.
El primer local de Import Coffee Company abrió hace 10 años. Hoy ya son siete tiendas y van por más.
Federico Luis viene de una familia de cafeteros. La historia empezó con su abuelo, que hace 60 años creó RYHLSA, una firma de representación en Argentina de marcas de delicatessen como Illy, los chocolates Munz, la pasta Barilla, o el champagne Pommery, entre otras. Ni bien terminó el colegio, Luis empezó a trabajar en la empresa familiar y se empapó del negocio.
Se encargaban de la distribución del café Illy a los bares, pero Luis notaba un problema: ellos vendían un grano de altísima calidad, pero eso no se traducía en un buen café para el cliente final. Había una falla en la preparación. Esa fue la primera chispa para pensar un nuevo negocio.
Sin embargo, en el medio pasaron otras cosas. Luis viajó a los Estados Unidos a hacer una maestría en Marketing y empezó a trabajar para una empresa de chocolates que tenía también cafeterías. Esa experiencia, sumado a lo que había visto antes, lo inspiró, al volver, para crear Import Coffee Company.
La cafetería de especialidad abrió sus puertas hace 10 años -cuando este término recién se estaba instalando en la Argentina- en Libertad 1150, en el barrio de Recoleta. Y para hacerlo, Luis contó con el respaldo de dos socios que se aventuraron con él: Luis Sánchez -su amigo de la infancia- y Santiago Garcés -que tenía experiencia en gastronomía-. Juntos invirtieron u$s 100.000 que provenían de ahorros propios y un préstamos bancario.
«Yo lo venía trabajando de antes, visitando clientes. Traíamos maquinas italianas con la tecnología necesaria para extraer todos los aromas de un café, y nos dimos cuenta de que el consumidor estaba pidiendo a gritos que le sirvieran un buen café. Y nadie lo hacía. Se servía un mal café en la Argentina y esto cambió muchísimo. Con una buena materia prima, una buena máquina y un buen barista se empezó a transformar la cultura del café», explica Luis en diálogo con APERTURA.
Sin embargo, la palabra «barista» todavía era poco conocida en ese momento. Viajaron a Italia para hacer cursos y al volver se encargaron de capacitar a la gente para que se sumaran al proyecto. «Teníamos que capacitar y formar baristas y motivarlos explicando que se podía tener una carrera profesional si le ponían empeño. En esa época era la época de los barman famosos. Esto era lo mismo. Y de a poquito empezaron a aparecer los primeros baristas», explica Luis.
Hoy la empresa tiene siete locales: tres propios y cuatro franquicias. El más reciente es el que inauguraron la semana pasada sobre Avenida de Mayo 970, y próximamente se sumará un octavo en Esmeralda y Corrientes. «Estamos distribuidos en distintos puntos de la ciudad, pero tenemos varios locales en el centro. Nos gusta la idiosincrasia del trabajador. Y es un consumidor que valoramos y está muy ligado al café que nos gusta. El café rápido del día a día. Incluso después de la pandemia, que sufrió mucho la zona y tardó en recuperar, pero ahora volvió y está en un 70 por ciento de lo que era antes», analiza el fundador y menciona que la facturación promedio por local ronda los $10 millones por mes.
Además de café, las tiendas tienen una fuerte propuesta gastronómica de lo que Luis define como «fast food de alta calidad» y con materia prima premium. El foco está en sándwiches, ensaladas, panadería y pastelería y algunos platos del día calientes. «Para poder sostener el negocio es necesario elevar la oferta y eso te hace desarrollar productos de calidad». Además, las tiendas funcionan también como punto de venta de los productos importados por la empresa familiar, con variedad de café, chocolates, galletitas y hasta artefactos para hacer café en casa. Lo mismo se replica, además, en una tienda digital propia que abrieron durante la pandemia y hoy funciona casi como un local más.
Como importadores, el desafío de llevar adelante el negocio en la Argentina es doble. «No es fácil. Sobre todo ante estas circunstancias lo difícil es planificar. Si bien salen las importaciones, es muy difícil saber cuándo salen las aprobaciones. Tenés que trabajar cuidando mucho los stocks y a veces eso te imposibilita el crecimiento. El trabajo es presentar toda la documentación y todos los reclamos necesarios. Somos muy puntillosos con eso», explica el emprendedor y reconoce que tienen varias solicitudes para abrir nuevas franquicias, pero son prudentes porque no saben cuándo van a poder responder a esa demanda.
La empresa hoy emplea a 50 personas, y tienen el foco en ampliar la variedad de productos. Además, seguirán abriendo locales en zonas donde hoy no están, como Palermo, San Telmo o, incluso, Zona Norte.