Fuente: Noticias ~ Alrededor de Plaza San Martín florece un nuevo polo gourmet. Almuerzos de trabajo, “after office” y trasnoches renuevan por completo el barrio.
Siempre fue una de las zonas más elegantes de la ciudad. La exuberante plaza en barranca, mirando derecho a la Torre de los Ingleses, el Kavanagh como un faro, la Basílica del Santísimo Sacramento, el Hotel Plaza: todos íconos de una versión de Buenos Aires espléndida, que mantuvo su encanto a través de los años y los cambios. Pero aunque esta zona siempre fue distinguida y paqueta, nunca fue vanguardista en materia de moda y tendencias.
A excepción de joyitas creativas como Dadá y Filo sobre la calle San Martín, la zona de la plaza homónima solía ser un espacio gourmet más bien tradicional y clásico. Hasta ahora. La llegada de la Torre Bellini, en alianza con el gigante del trabajo compartido We Work, dotó a estas cuadras de nuevos aires y nuevas caras. Oficinistas, turistas y locales tienen hoy un enorme rango de propuestas para satisfacer su apetito.
Rápido y sabroso. Si de lo que se tiene antojo es de pizza, por ejemplo, Cincinnati es una excelente opción. Sus variantes de estilo napoletano (hechas con un horno recubierto de piedra volcánica traído de Italia) se alternan con platos clásicos de la cocina tana como carpaccio de salmón o risotto gorgonzola, todo acompañado por una carta de tragos comandada por el reconocido bartender Fede Cuco -dato vital para la franja del “after office”, que suele ser fuerte en esta zona-. “Quisimos instalarnos aquí porque representa una posición estratégica en el polo comercial que comenzó a formarse en 2018”, describe Juan Pablo Padrevita, dueño de Cincinnati, haciendo alusión a la calle Esmeralda y el vértice de la Torre Bellini, donde se enclava su local.
A su lado, Deltoro es otro de los puntos que convoca multitudes. Sus hamburguesas artesanales de 160 gramos de carne vacuna son tan contundentes como exitosas, y pueden maridarse con cervezas tiradas y cocteles clásicos. De estilo industrial moderno, combina perfecto con esta nueva ola de aperturas que insuflan nueva vida al barrio, y extiende su oferta sumando versiones veggie, con salmón, cerdo, pollo y cordero, y con sándwiches y ensaladas. Además, sus mañanas y tardes ofrecen desayunos y meriendas con café Illy.
La tríada bajo las alas de WeWork se completa con Tanta, nueva sede del restaurante creado por el chef Gastón Acurio que está presente en todo el mundo. La propuesta aquí es de platos abundantes y buena relación precio/calidad, tratando de brindar lo más representativo y sabroso de la cocina peruana. ¿Por qué qué eligieron esta zona para ubicar su primer local de este sello en Argentina (Acurio ya cuenta con La Mar en Palermo)? Marcos Meincke, uno de los socios, explica que les interesó la densidad poblacional, así como la voluntad del gobierno de recuperar el centro con propuestas de nivel. “Entendiendo que Tanta es un concepto de alta rotación (enorme calidad y cantidad, pero velocidad en la demanda), nos pareció que la primera apertura debía ser en Retiro”, sostiene.
Apenas cruzando la torre imponente se ubica el segundo local de Sāntal, un cálido deli que busca inspirarse en el espíritu del sándalo (de ahí su nombre) para proponer un espacio que promueva la armonía y el bienestar. En clara zona de oficinas, se destaca sobre todo por su café, proveniente de Nicaragua y con granos que varían cada seis meses para brindar nuevas experiencias a los clientes. Sus sándwiches, ensaladas, pizzas, tartas y tapas completan el almuerzo, al tiempo que su pastelería marida la tarde, para hacer a una propuesta integral que acompañe la jornada laboral.
En tanto a la vuelta de la torre una nueva sucursal de Fresco planta bandera de “fast good”, proponiendo “cocinar de cero cada día”, eligiendo ingredientes y productos de estación de productores orgánicos y/o sustentables, y haciendo de esta relación uno de los pilares de su transparencia alimenticia en pos de que se coma cada vez mejor y más sano. Y aunque atentos a la vida de oficina de lunes a viernes, en este local también abren los sábados con un brunch superpoderoso por el que vale la pena salir de la cama.
Internacionales. Sobre la misma plaza, en tanto, se ubica una suerte de secreto a voces. Abierto hace más de cuatro años, Chiuso es un restaurante cálido y cumplidor en partes iguales, que tal vez puede pasarse por alto al caminar la zona, pero que ningún conocedor tiene fuera del radar. Sin antepasados italianos, sin embargo recrea la cocina de dicho país con gran mano y excelentes ingredientes.
“Hacemos nuestras adaptaciones, aggiornándolas a nuestro gusto. No somos italianos, pero con mucho respeto creamos esta cocina”, apunta Mariano Akman, su dueño, que cuenta además que eligió este espacio frente a Plaza San Martín luego de otras dos “primeras vidas” en Belgrano. “Quisimos ampliar los horarios de atención e ir hacia un núcleo con más acceso a público diverso. Mayor turismo, corporate, vecinos”, describe. Su perfecta afluencia cualquier día de la semana le da la razón y lo erige como uno de los visionarios de la zona.
En otro espectro de sabores, Poke&Roll se ubica a pocas cuadras con su segundo local, proponiendo bowls bajo el concepto hawaiano de “poke” (una ensalada de pescado crudo en dados o láminas, como salmón o atún ), así como sushi, smoothies y snacks saludables. El plan es armar el propio bowl eligiendo una base + una proteína + un topping + una salsa. “Las salsas caseras dan el toque gourmet y diferencian de una típica ensalada”, describe Sebastián Mancuso, uno de los propietarios, que asegura que abrieron en Suipacha seducidos por la cercanía a la plaza, la belleza de la calle Sargento Cabral (“nos parece muy europea”) y lo pintoresco del barrio.
Y hasta los aires coreanos llegaron a esta zona, como lo demuestra el reciente Fa Song Song, pequeño pero delicioso. Con un menú acotado pero gran maestría en la cocina, su propuesta desborda de sabores intrigantes para el paladar argentino, como el lamyeon (su versión del ramen), la sopa de kimchi, los deopbap (con base de arroz y diversos ingredientes a elección), o el kimchi jeon (suerte de tortilla a la plancha), entre muchos otros. Conviene acompañar el plato con alguna de las bebidas coreanas que ofrecen, como para seguir ampliando el universo culinario.
Los que resisten. Y aunque el aire que se respira en el barrio es de cambio y modernidad, todavía hay algunos íconos que resisten. Justo frente a la Cancillería, La Martona de Arenales lleva 90 años haciendo historia, primero como bar lácteo y hoy como un restaurante en el que probar platos bien argentinos, pero también españoles y franceses. Sus porciones generosas y mozos “de carrera” sacan a relucir lo mejor de la cocina tradicional.
En líneas similares, la confitería Saint Moritz es un bar notable que emana nostalgia desde la misma tipografía del cartel exterior (sensación que crece cuando se sabe que por aquí pasó Jorge Luis Borges), aunque por estos días tiene nueva iluminación y el interior ganó mantenimiento con un reciente cambio de firma. Porque la historia suma, pero el tiempo pasa, el barrio se renueva y hay que estar a la altura.