Fuente: La Nación ~ Una fachada enrejada y una vitrina decorada con antiguos envases de botellas y galletitas cubiertos de polvo dan cuenta del fin de una época y del comienzo de otra para La Giralda. Luego de estar sumido en el olvido, en el interior de este ícono de la avenida Corrientes un equipo de restauradores trabaja en secreto para que en pocos meses la emblemática confitería reabra con todo el encanto de las antiguas lecherías de la ciudad, donde se tomaba el clásico chocolate con churros.
La Giralda es de aquellos pequeños bares porteños que siempre resistieron al paso del tiempo. El local prácticamente nunca fue remodelado; sus dueños, los Nodrid, querían que se mantuviera igual que a principios de siglo, con los azulejos blancos y las mesas de tapas de mármol blanco que combinaban con sillas Thonet, en las que se sentaron personajes de la historia como Juan Domingo Perón, Arturo Frondizi y Raúl Alfonsín, y poetas, actores y músicos de la talla de Mercedes Sosa o Leonardo Favio.
Sin embargo, el local no era ajeno a las crisis económicas. Los últimos tiempos, sumados a los meses que tuvo su vereda en obra por los trabajos de peatonalización de la avenida, hicieron de él un negocio inviable y fue puesto en venta. Ahora, de la mano de nuevos dueños, La Giralda aspira a volver a ser parte del circuito porteño de librerías, pizzerías, cines y restaurantes de la renovada arteria porteña.
«La idea es reflotar La Giralda, aggiornarla. Es un desafío superinteresante ya que buscamos revivirla de acuerdo con lo que es el consumo moderno; es decir, combinar la antigua Giralda con la cocina de hoy», adelantó a LA NACION el empresario gastronómico Nicolás Márques, quien junto a su socio Gabriel García, cerraron un contrato con los Nodrid para alquilar el local por 12 años. Según Márques, la idea es mantener el alma del bar, tanto en la arquitectura como en la gastronomía, con lo cual van a continuar sirviendo los típicos platos y bebidas dulces, combinados con cenas y almuerzos.
Los empresarios, dueños también de la Confitería La Ópera desde 1972, cuentan que se enteraron de que La Giralda no estaba bien económicamente y se acercaron para hacer la propuesta de reabrir este bar declarado notable, en un intento por volver a atraer a todo tipo de público a sus mesas. Estiman que para fines de este año, o principios del próximo, podría ser reinaugurado. Los alienta el hecho de que está en una de las zonas de mayor afluencia de público, la cuadra de Corrientes entre Rodríguez Peña y Libertad, explicaron.
En la confitería, ubicada al 1453 de esa avenida, el equipo de arquitectos del estudio Pereiro, Cerrotti & Asociados trabaja en el rescate de los elementos que caracterizaron la confitería hacia 1930, cuando inmigrantes españoles, aprovechando que tenían al Teatro Politeama enfrente y viendo las posibilidades económicas de un lugar pujante, inauguraron La Giralda en la planta baja de un edifico proyectado por el alemán Carlos Nordmann, a principios de siglo XX.
«Nos interesa conservar la fachada completa con sus vitrinas y su carpintería de roble, la boiserie con sus finos detalles de marquetería y los espejos grabados al ácido, es decir, con una técnica ya extinguida hace varias décadas que se van a replatear para devolverles su esplendor original», explicó el arquitecto Gustavo Cerrotti, del mencionado estudio, para quien es fundamental que los diseños nuevos respeten la antigüedad y la historia del local.
Entre los nuevos diseños se destacan el cielorraso de yeso con moldura perimetral, la barra que se fabricó íntegramente en madera -con tableros y bastidores al modo de la época, con su pasamanos de bronce en toda su longitud- y en el fondo del salón un gran vitraux transiluminado con el motivo de La Giralda, que recordará a los clientes el antiguo cuadro que con ese motivo original estuvo durante muchos años colgado allí.
El equipo de arquitectos especializados en gastronomía, autores de la reforma de la Confitería Ideal, también rediseñaron en este caso cuatro artefactos de iluminación originales y el mueble-vitrina exhibidora de minibotellas de bebidas. En cuanto al sistema de calefacción y aire acondicionado, se integró de forma de tener una distribución uniforme sin emplear conductos a la vista. También se fabricó un separador de mesas hecho herrería artesanal y adornado con detalles en bronce servirá para ordenar el salón.
Un lugar mítico
Junto a La Paz y La Martona, cerrada el año pasado, La Giralda forma parte del circuito de confiterías emblemáticas porteñas, de ahí que su próxima reapertura mantenga expectantes a habitués de Corrientes y a comerciantes de la zona. Según Ezequiel Leder Kremer, dueño de la prestigiosa Librería Hernández, ubicada enfrente, «La Giralda era un lugar muy característico, que tenía ambiente propio, un lugar entrañable, un bar de citas. Ojalá que vuelva», deseó. El sitio era parte del circuito cultural de lectores y de compradores de libros: se observaba a mucha gente leyendo, «con un café se pasaban horas», explicó el librero.
A diferencia de otros bares como La Paz, donde la gente se reunía para ser vista, «La Giralda era un lugar más solitiario, recoleto, de individualidades. El visitante tenía más intimidad», agregó. Esto se debía a que nunca cambió, incluso cuando en 1951 pasó a manos de Antonio Nodrid y luego a sus descendientes; siempre prefirieron no modernizarlo para que preservara su identidad.
La noticia de la vuelta de La Giralda también alegró a los abogados que concurren al edificio del Colegio Público de Abogados, situado al lado. «Sentimos mucho cuando cerró. Con mis colegas solíamos juntarnos aquí a tomar un café. Será muy bienvenida la reapertura», dijo Enrique Giménez Porti, quien recordó también las delicias con las que acompañaban el café y que se ofrecían dentro campanas de vidrio, como alfajores de maicena, pebetes y obviamente los famosos churros, emblema de la casa.