Fuente: Clarín Gourmet by María Florencia Pérez – Los recuerdos están en todas partes. Las fotos, los premios, las revistas y los antiguos libros de cocina asaltan desde cada rincón del semipiso de Belgrano donde vive Ramiro Rodríguez Pardo quien ahora sonríe frente al mural que gobierna el living.
Es que detrás del cocinero que acaba de cumplir 86 años está su pasado: una postal refulgente de sí mismo, tres décadas atrás cuando también posaba frente a una cámara que en esa ocasión supo capturar la grandilocuencia de su restaurante más entrañable, Catalinas.
Hace años que Ramiro ya no tiene una cocina a cargo, ni está en la pantalla de la televisión tal como lo recuerdan varias generaciones, junto al inolvidable Gato Dumas en el perfecto contrapunto que sólo consiguen las duplas irrepetibles. “Él hacía de malo y yo de bueno pero él era puro corazón”, dirá emocionado sobre ese amigo que despidió demasiado pronto, en mayo de 2004 cuando ambos tenían apenas 65 años.
En tiempo de retiro, Ramiro cocina para la familia -Mona, su pareja desde hace más de 4 décadas, su hijo Ramiro y su nieto menor Pedro- y los amigos que claman por sus paellas y su pulpo a la gallega. Y nunca se priva de su plato favorito: papas fritas con huevo frito. “El placer de comer es el último que se pierde. Hay que dedicarle tiempo, darle la importancia que se merece”, reflexiona.
El hombre que supo tener decenas restaurantes -el primero fue el legendario Palacio de la papa frita- sale poco a comer pero recibe invitaciones y homenajes como el que hace un par de semanas le hicieron sus discípulos, el chef Martín Rebaudino, entre otros, en el restaurante Roux.Portadas de libros de Ramiro Rodríguez Pardo. Foto: Constanza Niscovolos.
Es que sus colegas más jóvenes aprecian a su maestro, conocen muy bien el rol de este cocinero oriundo de Lugo (Galicia) en la historia de la gastronomía argentina. Junto al Gato Dumas llevaron adelante restaurantes legendarios como La Chimère, Drugstore y Clark’s con una clara intención de renovar la mesa porteña.
“Queríamos cambiar la idea de la cocina marrón de Buenos Aires, como la bautizó el crítico Miguel Brascó. El nos respaldó siempre en nuestra idea de crear una nueva cocina como tenía Francia, por ejemplo. En darle otro lugar a los cocineros, que hubiera un respeto por la gastronomía, que los restaurantes estuvieran en las revistas, en los diarios. Y lo logramos, tuvimos mucho éxito”, lanza orgulloso.Ramiro Rodríguez Pardo junto al Gato Dumas y su socio Micky González Moreno.
La épica de la dupla bon vivant alcanzó su punto cúlmine en los años 70, en la ciudad brasileña de Búzios cuando pusieron un restaurante a pasos del mar de este pueblo de pescadores que Brigitte Bardot instaló en el mapa del turismo internacional.
La memoria de Ramiro por momentos es errante pero vuelve con facilidad una y otra vez a determinados episodios de su vida. Este es uno de ellos: “Un día me desperté temprano. Vivíamos en una casa que salías y ya ponías un pie en el agua. De repente aparece una pareja caminando. ¡La mujer más bonita que hayas visto! Entonces se desnuda y se mete en el mar. Lo llamé al Gato para que no se lo perdiera. Era Brigitte Bardot nadando desnuda a metros de nosotros”, relata.
Las anécdotas son las mismas que contaban en televisión con el Gato en esas jornadas eternas de grabación matizadas con unas cuantas botellas de vino tinto. Eso sí, sin tutearse nunca jamás. Se trataban de usted en la más absoluta intimidad: Ramiro llegó a compartir hasta una luna de miel por Europa con el Gato cuando éste se casó con su última esposa, Mariana Gassó.Ramiro Rodríguez Pardo junto a Pedro, su nieto menor.
“Cuando tenés una profesión que amás y nunca parás y tenés éxito, no hay nada mejor”, dice Ramiro. Al mirar para atrás también resplandecen sus grandes premios. “Catalinas fue elegido mejor restaurante de Argentina, el mejor de América Latina, ganó las 5 estrellas de diamante de la academia de los Estados Unidos…”, enumera.
Otro hito que remarca más de una vez: en 2001, cuando se consagró campeón mundial de la cocina en Singapur. “Competí con los mejores del mundo y salí hasta en el New York Times… Y pensar que no quería participar…Había tirado la invitación y fue mi esposa la que me hizo ir. Al final uno siempre hace lo que le dice la mujer”, dice entre risas.Ramiro Rodríguez Pardo ahora sólo cocina en casa. Foto: Constanza Niscovolos.
En todo lo que cuenta hay gratitud, tal vez sea la huella espiritual de los años que pasó en España estudiando para cumplir la vocación asignada por su familia, la de cura. Ramiro renunció a ese destino por otro más voluptuoso y mundano.
En estos tiempos retrospectivos Ramiro filosofa sobre la vida que hoy le parece muy hermosa pero “cortísima”. El que se dedicó “a las cosas lindas” dice que la clave está en “agrandar la vida”. Aquí, su receta mejor: “Hay que salir de esos momentos en que uno se pierde de sí mismo como si estuviera en la nada. Hay que estar en la vida, saber tocarla, acariciarla y disfrutarla. Ser respetuoso con uno mismo y trabajar para estar bien”.