Fuente: Clarín ~ No, Ushuaia no es el fin del mundo, como tanto se repite. Es cierto que quien se aventure a salir de la ciudad y rumbear hacia el sur -más al sur aún, porque todavía es posible- se encontrará con parajes desolados que parecen estar habitados únicamente por zorros, pingüinos y otros representantes de la fauna fueguina. Sin embargo, a sólo 75 kilómetros, sobre la costa del Canal de Beagle emerge lo que todavía para muchos visitantes es una sorpresa: Puerto Almanza, un pequeño pueblo de pescadores que durante el verano se convierte en un impensado fenómeno gastronómico gracias a su plato estrella, la centolla patagónica. Esta especie de cangrejo de color salmón, de carne muy preciada, aquí no puede servirse más fresco, ya que sale del mar a pocos metros y, tras un rápido hervor, va directo a la mesa.
A partir de octubre, cuando la nieve empieza a ceder y el sol se deja ver, turistas de todos los continentes comienzan a llegar a Almanza por tierra, agua y aire. La mayoría lo hace a través de la ruta provincial J, un ondulante camino de ripio entre bosques de lengas y coihues, aunque también acceden en cruceros y hasta en helicóptero, después de sobrevolar el Cerro Cornú, de 1.490 metros.
Vienen casi exclusivamente a comer, atraídos por el boca a boca y el popular ranking TripAdvisor, donde dos restaurantes del lugar –Puerto Pirata y La Mesita de Almanza- figuran en los primeros puestos como los mejor calificados de toda la provincia de Tierra del Fuego, superando otras propuestas mucho más sofisticadas.
Centolla al natural, tal como se sirve en los restaurantes de Puerto Almanza, Tierra del Fuego.
Es tal la expectativa que muchos observan incrédulos la postal que encuentran. Frente al espejo de agua helada, con la vecina ciudad chilena de Puerto Williams del otro lado, se despliega una hilera de cabañas (o “ranchos” como los llaman los pobladores) más o menos dispersas a lo largo de escasos 15 kilómetros. Casi todas fueron construidas por las manos de sus propios dueños, que hace dos décadas comenzaron a abrir las puertas de sus casas para alimentar a los pocos viajeros que entonces se le animaban a estas latitudes.
La Mesita de Almanza es uno de los restaurantes más populares de Puerto Almanza, Tierra del Fuego.
“Yo hacía una olla de comida, un chupín, para los que pasaban y se sentaban a comer conmigo, pero empezó a venir más y más gente así que empecé a juntar palos del monte y fui construyendo esto que ves hoy”, relata Sergio Corbo, uruguayo y carpintero de profesión, que llegó a Almanza en 1999 y aprendió a pescar para sobrevivir en el nuevo entorno.
La sirena y el capitán, restaurante pionero de Puerto Almanza, Tierra del Fuego.
Aquel parador improvisado se transformó en La sirena y el capitán, restaurante pionero que en esta temporada 2020 acaba de inaugurar un segundo salón para poder responder a la gran demanda. Ahora Sergio cuenta con la ayuda de ocho personas de su familia, tiene capacidad para 42 cubiertos y atiende en cuatro turnos por día, sólo para almuerzos. Aún así, los fines de semana hay gente que va sin reserva y tiene que esperar, como Inés Puy, una española que llega con su hija un domingo de enero y se resigna a una cola de media hora.
Un plato con centolla, la vedette de la gastronomía de Puerto Almanza, Tierra del Fuego.
Lo mismo sucede a pocos metros, en La mesita de Almanza, donde su dueño, Lito Lavia, sirve y entretiene a puro carisma a los comensales sentados alrededor de la famosa “mesita” compartida que da nombre al lugar. A su lado, su esposa María “Lore” Loreto hace malabares entre las ollas en una minúscula cocina detrás de una barra.
Ella prepara la centolla con una receta familiar en su versión “volcán”, con crema, y pan rallado gratinado, el hit de una carta que también incluye mejillones con panceta, pulpos, langostinos, risotto con frutos de mar o trucha al horno. Cada plato cuesta entre 500 y 790 pesos, pero muchos clientes prefieren contratar paquetes completos de excursión que incluyen la comida, traslado desde Ushuaia, trekking y navegación en canoa, por lo que pagan a las agencias alrededor de 6.000 pesos.
La vista del Canal del Beagle desde el restaurante La mesita de Almanza en Puerto Almanza, Tierra del Fuego.
Frente a La mesita descienden los helicópteros que llegan con los turistas que pudieron invertir 750 dólares en la experiencia, pero por la ruta -que a esta altura es sólo una calle de tierra frente al mar- circulan los autos y camionetas que estacionan en filas de 10 o 15 vehículos, una imagen disonante con el paisaje bucólico que los rodea.
La chef Soledad Nardelli en excursión de pesca de centolla en Puerto Almanza (Instagram).
“Esto es una locura, nunca vi tanto tráfico, se van rompiendo récords cada verano”, observa Samuel Córdoba, dueño de la agencia Ushuaia4x4, que organiza tours gastronómicos a Puerto Almanza. Y se entusiasma: “Este es el último confín habitado de Argentina. ¿Vos te das cuenta de la soberanía que hacen estos tipos acá? Porque ahora estamos en remerita, pero no sabés lo que es esto en julio, cuando acá no queda nadie”.
Diana Méndez y Sergio Carrera, dueños del restaurante Puerto Pirata (Puerto Almanza), junto a su hijo Lucas.
Justamente la temperatura, que en invierno puede llegar a 5 o 6 grados bajo cero, determina la estacionalidad del movimiento, incluso de los habitantes. Ellos mismos no se ponen de acuerdo en cuántos son los que viven de manera permanente, pero calculan que no llegan a ser 40 familias, reforzadas por empleados “golondrina” cada verano. Una de esas familias es la que conforman Diana Méndez, Sergio Carrera y su hijo Lucas, al frente de Puerto Pirata, uno de los últimos restaurantes de la ruta.
La vista desde una mesa del restaurante A’kum en Puerto Almanza, frente al Canal de Beagle.
Diana y Sergio lo inauguraron hace sólo tres años, cuando ya se dedicaban a la pesca en la zona y decidieron abrir el “rancho” para dar de comer como ya lo hacían otros vecinos. Hoy ofrecen, además de almuerzos, la experiencia completa de inmersión en la cultura del lugar: invitan a los visitantes que quieran a subirse a los botes, navegar y participar de la recolección de crustáceos, que traen vivos a la cocina y luego degustan en los platos. “Les mostramos cómo es toda la faena y nuestro trabajo de pesca artesanal, que sean los buscadores del propio alimento que van a consumir”, explica Diana, única mujer en Tierra del Fuego con licencia de capitán para navegar en el Canal de Beagle.
Cerca de sus padres, Lucas atiende las mesas y planifica inaugurar un sector para el café. No es el único que se expande: recorriendo el pueblo pueden verse cabañas en construcción que hablan del boom de este rincón austral. Y en los primeros días de enero inauguró A’Kum, uno de los proyectos más ambiciosos de la zona, levantado sobre pilotes que permiten una vista panorámica del canal.
El desfile incesante de turistas continúa hasta bien entrada la tarde, cuando Almanza, por fin, vuelve a su calma primigenia.