Fuente: Clarín ~ El catador de comida popular tuvo que elegir, en pleno proceso para bajar de peso, el mejor plato en el Desafío de Cocina de las Colectividades de la Ciudad.
Breve resumen de mi carrera como jurado gastronómico. A fines de 2019 participé como tal del primer campeonato federal de la la empanada. Mi gusto coincidió con el de prestigiosos cocineros y toqué el cielo con las manos.
Tenía agendado ya el Campeonato Federal del Asado y todo lo que fuera probar comida y contarlo en este espacio. Pero llegó el coronavirus, se acabaron todo este tipo de eventos y apenas despunté el vicio con una propia elección de la mejor empanada de delivery, cuando aún en 2020 estaban todos los restaurantes cerrados.
Por eso cuando días atrás me convocaron para ser jurado del Desafío de Cocina de las Colectividades mi corazón volvió a latir (es un poco exagerado, pero queda bien). Sin embargo había un problema.
Los cinco finalistas del Desafío de Cocina de las Colectividades. Foto: Marta Infante
Creyendo ya que mi carrera estaba frustrada y que lo más cerca que podía estar de un jurado gastronómico sería viendo Masterchef por la tele, hace un mes arranqué la dieta. Estaba tan arriba de mi peso ideal y me lo tomé (esta vez) tan en serio que ya llevo un descenso de casi 10 kilos y voy por bastante más.
El dilema entonces era cómo hacer para ir a degustar platos elaborados tan lejanos a mi carne, pollo o pescado con vegetales de todos los días. Lo hablé con Corina (mi nutricionista que me tiene re cortito y a la que le mando fotos de todas mis comidas diarias) y me dejó un frase que me sirvió para autoconvencerme de que un jurado gastronómico puede convivir con la dieta. «Probar no es comer».
El cireano Joong Hee Ho, en acción durante el Desafío de Cocina de las Colectividades. Foto: Marta Infante
Ese era mi desafío. Mucho más bravo era el de los cocineros de las distintas colectividades que animaron el concurso que todos los años organiza la Ciudad a través de la Subsecretaría de Derechos Humanos y la Dirección de Colectividades. Hubo una primera ronda con 20 participantes y el voto del público con lo que vio a través de redes sociales definió a los cinco finalistas.
Representantes de las colectividades colombiana, venezolana, peruana, coreana y ucraniana. Ellos debían tener una preparación previa para terminar sus platos en 15 minutos. ¿El jurado? Martín Molteni, un cocinero argentinos de los grosos; la subsecretaria de Derechos Humanos de la Ciudad, Pamela Malewicz, y quien ante los primeros aromas repetía para adentro «probar no es comer, probar no es comer…«.
Todo transmitido en vivo por redes sociales y con la muy buena conducción de Carlos Lin, un chino-argentino más porteño que el Obelisco.
El tercer puesto fue Camila Holik, de la colectividad ucraniana. Foto: Marta Infante
Por un momento me la creí y dí una vuelta por las distintas islas para preguntarle a los participantes qué estaban haciendo. Del ceviche peruano, a las empanadas venezolanas, pasando por una cazuela de mariscos colombiana, un plato coreano que más adelante se los describo y el de la participante ucraniana que abrió el juego de la degustaciones.
Camila Holik describió su Holubtsi: unos niños envueltos con carne picada, arroz, una salsa con panceta y todas las calorías juntas que no como hace un mes. Molteni, como buen chef, separó la prestación en pequeñas porciones.
Las empanadas venezolanas de Ricardo Peñaranda se quedaron con el segundo puesto. Foto: Marta Infante
No había terminado el primer bocado, cuando ya estábamos para degustar el plato colombiano de Ana María Rosales Zapata. Definitivamente probar no era comer. Pasó el sublime ceviche hecho por Gustavo Montrestruque con el que pensé en abandonar mi rol de jurado y terminármelo todo. Por suerte quedaba lugar para las increíbles empanadas venezolanas de Ricardo Peñaranda con distintas salsas.
Las empanadas terminaron segundas y tercera la comida ucraniana. El primer puesto fue para el coreano Joong Hee Ho, quien contó que llegó hace 40 años al país y que entonces le dieron a elegir entre dos nombres y que ahora todos les dicen Martín.
El Dwaeji moksal yangnyeoumi del coreano Joong Hee Ho fue el gran ganador del Desafío de Cocina de las Colectividades. Foto: Marta Infante
El nombre técnico de plato es Dwaeji moksal yangnyeoumi. Que vendría a ser una bondiola marinada de gochujang y soja. ¿Qué tiene? La bondiola lleva sésamo, azúcar, pickles de nabo y ajo. Todo es servido con hojas de sésamo, pasta de porotos, kimchi y un fermentado de arroz que hace las veces base para meter todo o demás adentro como si fuese un paquetito.
«Todo junto a la boca«, me dijo Martín. Y fue un viaje a sabores extraños y riquísimos con una pizca de picante que servirá para recordar del plato toda la vida. Como aquella experiencia con las empanadas, volví a coincidir con los que saben al poner el plato coreano por arriba del resto.
Terminé satisfecho con mi vuelta a la carrera de jurado gastronómico. ¿Lleno? A estar altura ya tengo dudas de que probar cinco platos distintos no sea comer. Pero si la balanza me hace un guiño y Corina me deja, ya estoy planificando nuevos desafíos.