Fuente: Clarin ~ Muchos clientes prefieren pasar frío en una mesa en la vereda para evitar contagios de Covid. Los adultos mayores sí optan por los salones.
¿Se terminó lo de pasar frío comiendo afuera en la Ciudad? El Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires se decidió a avanzar desde este fin de semana con una serie de flexibilizaciones en las medidas de aislamiento, por el descenso de contagios diarios de coronavirus en el distrito.
En medio de este escenario -que parece contradictorio porque el ministro de Salud porteño, Fernán Quirós, dijo este viernes que no hay dudas de la llegada de una tercera ola-, la más relevante de las reaperturas, al menos para el golpeado sector de la gastronomía, es la posibilidad de comer adentro en bares y restaurantes, con un aforo del 30%.
En verdad, los salones de los locales gastronómicos ya se usaban desde hacía unos días en muchos barrios de la Ciudad, pero ahora es “legal”.
En un recorrido de Clarín por Palermo, Caballito, Almagro y Boedo, desde el lado de los gastronómicos se festeja la decisión porque implica facturar más o “facturar algo” para los que no tienen espacio en la vereda. Desde el lado de los clientes, celebran los más friolentos, pero si se puede elegir, la mayoría, sobre todo más jóvenes, prefiere sentarse afuera. “Porque es más seguro”, repiten.
Bar Madagascar, en Plaza Serrano. El calor del salón versus el frío de afuera, donde el aire libre garantiza una mejor ventilación. Foto Marcelo Carroll
No hay que pensar sólo en bares palermitanos, donde manda el contraste entre el clima gourmet y el cervecero. Pasa también en los bodegones y los restós de barrio. Sí hay una brecha de edad. Jóvenes, afuera, adultos mayores, adentro.
Matías Pastor (32) es cordobés, vive en Almagro y, pasado el mediodía, está comiendo con sus padres, adentro, en el bodegón El Molino, sobre Carlos Calvo al 3000.
“Es más seguro estar afuera para ellos. Están vacunados con una dosis. Elegimos mesa adentro sólo por el frío. Ellos decidieron, en realidad. Yo preferiría afuera porque no quiero que se contagien”, cuenta a Clarín.
Las bajas temperaturas, además del poco espacio para mesas en las veredas, fue una de las principales características “espanta clientes”, mientras no se permitía el consumo indoor. Otra: la demora para conseguir una mesa afuera. Que sigue vigente para los más cuidadosos.
Pero no todo el sector cumplía con lo ordenado por el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta. Y había barrios menos expuestos que otros para permitirse esa transgresión.
El interior del restaurante Madagascar, en Palermo. Foto Marcelo Carroll
«Deberías hacerme una nota sólo porque fui el único, o uno de los pocos, que cumplió con lo de no tener gente adentro. Acá y en Caballito… todos comiendo adentro», dice Norberto Meza (54), que desde hace 17 años está a cargo del bodegón familiar Don Ignacio, que se llevó las mejores reseñas de expertos culinarios como Pietro Sorba, con sus «milangas y rock and roll», en Almagro.
Aún así, este sábado, que ya está permitido, Norberto no tiene las mesas listas. «No llegué a comprar las bebidas. Avisaron tarde y yo desde las primeras restricciones me manejé con take away y tengo que reacomodarme con los proveedores. Desde la semana que viene sí vas a ver las mesas», detalla.
No le resulta una pérdida esta demora porque asegura que «la gente se siente más segura pidiendo comida o pasándola buscar». Por eso descree de que la recaudación pueda cambiar «demasiado» con esta nueva apertura para comensales.
“Muchas personas veían que acá mismo en el barrio se dejaba consumir adentro y querían hacerlo, porque conocían que teníamos espacio abierto adentro (se refiere a la terraza interna). Nosotros les explicábamos que no, que debíamos respetar el protocolo. Igual, trabajamos muy bien con el take away y con la app de delivery. Ahora va a haber un extra en facturación, seguramente, sobre todo en helados”, dice Majo Defilippi, supervisora de Rapa Nui en Caballito.
Clarín constató que en esa sucursal las mesas que estaban armadas en el entrepiso eran sólo las permitidas para respetar el 30% de aforo. Según pudo saber este diario, la decisión de muchos gastronómicos de ese barrio es manejarse de esa manera para «contener a la gente que ve una mesa con cartelito o una franja cruzada en la mesa pero va y se sienta igual».
Los bares y restaurantes pueden recibir clientes en sus salones con un aforo del 30%. Foto Marcelo Carroll
La distancia de unos dos metros entre cada mesa y el alcohol en gel están presentes en esa cadena chocolatera. En la entrada hay una recepción con cintas como las del aeropuerto para recibir a cada cliente, según quiera quedarse o llevarse los productos a casa. Con una temperatura de “unos 17 grados aproximados”, como averiguó Majo antes de abrir, cree que igual este sábado de “estreno adentro” se optará por sentarse afuera.
Palermo es el barrio por excelencia que goza de los calentadores en la vereda, sobre todo en Plaza Serrano y Plaza Armenia. Pero eso tampoco era suficiente para los gastronómicos que vienen perdiendo en los días en que sólo se permitió take away o envío a domicilio.
Desde Keller Serrano, bar de tapas, también marcan que “la gente ya está acostumbrada a no estar adentro, porque es más seguro”. Son las 13, al final el día muestra frío y nubes, y la Plaza Serrano sólo tiene algunas mesas ocupadas. Siempre afuera, con amigos y parejitas con capas de prendas y hasta guantes para agarrar una pinta de IPA.
En Growlers, Adán Leal cuenta a Clarín que, para él, toda reapertura es buena «ante tanta pérdida en el sector». Pero, así y todo, se siente agradecido porque «la gente joven igual prefiere estar afuera, por un tema de cuidados, y nosotros (la sucursal sobre la calle Gurruchaga) nos llenamos, ya que tenemos más lugar afuera que adentro«. Como es fin de mes, aclara que recién «cuando se cobre el sueldo», y si sigue vigente la reapertura, «se verá cuánto impacta sumar las mesas de adentro en la facturación de las sucursales de Caballito y Microcentro».
El público joven, que sí es habitué de Palermo, ya tiene paladar de cervezas y hamburguesas de autor y opta por dar el mordisco al aire libre. Por eso, pese al frío y a la fecha de cobro, el de Adán era uno de los pocos restós con movimiento.
La heladería-bar Pérsico, en Palermo, este sábado. Foto Marcelo Carroll
Nadia (54) está con su marido, Javier (52), compartiendo una parrillada para dos en La Hormiga, a metros de Plaza Armenia. Vienen de los outlets de Gurruchaga y aprovecharon que llegaron temprano para conseguir mesa adentro. Viven en Provincia. “En el conurbano ya comíamos adentro, no se controlaba nada. Somos de venir siempre y nunca había lugar al aire libre. Era preferible no comer que esperar una hora por una mesa”, dice a Clarín.
Ella no, pero su marido, Gustavo, tiene el barbijo puesto. “No me saco el barbijo hasta cuando viene el mozo con la comida -dice-. Acá ves que no es así, que se sientan y enseguida se lo sacan. Pero igual prefiero adentro en invierno«. A los mozos de esa parrilla ya no les molesta el timing del quite de tapabocas. “Estamos acostumbrados. Entendemos todo y queremos trabajar”, dicen desde esa parrilla.
Subiendo en la edad de comensales, en Esquina Pugliese, sobre la avenida Boedo, el permiso de la Ciudad para poder comer adentro implica hasta un 50% más de facturación.
“Si no, la gente afuera consume menos, no llega ni al postre. Adentro el clima es más ameno, también se toma más. Para nosotros el aire libre es tremendo, el público es mayor y no la pasa bien afuera”, dice Carlos Mazur, a cargo de este conocido bodegón desde hace 4 años.
Sobre la avenida Boedo, que es peatonal este sábado, de lejos se ven las mesas en la calle de otros restaurantes. “La gente, si hay sol, prefiere igual afuera. Pero si tienen menos de 50. Y acá vienen los más grandes”, coinciden los camareros. Las mesas están afuera «como si fuesen un cartel», para atraer. Porque muchas personas aún no sabían que ya es optativo pasar o no frío al sentarse a comer algo por la Ciudad.