Fuente: Clarín ~ Tiene casi 100 años y había cerrado durante la cuarentena. Lo remodelaron y recuperaron elementos de los inicios. Y también algunas de las recetas clásicas.
Cuando Montecarlo cerró en pandemia, los vecinos temieron que fuera el final definitivo de este café notable de un siglo de historia. Por eso esta primavera es para ellos un renacer en más de un sentido: vuelve su bar querido, con nueva dueña pero recetas de antaño y parte de su look original. Este martes hubo preinauguración multitudinaria en esta esquina de Palermo bien barrio. Este miércoles es la reapertura oficial.
Fuera toldo verde y pérgola, bienvenida nueva luminosidad. Para dejar entrar más luz a Montecarlo, el arquitecto Jorge Fernández quitó obstáculos y amplió ventanas: la pintura que cubría parte del vidrio debajo de los arcos fue removida, y ahora las persianas pueden elevarse aún más. Además, se habilitaron las salidas que había debajo para ventilar mejor.
Otros elementos del paisaje quedaron igual o recuperaron su sitio. Las baldosas en damero sobreviven. Algunas fueron trasplantadas para que pudiera reubicarse la barra, que ahora está sobre Ravignani, como en los primeros tiempos. También están las mesas de madera y las sillas tapizadas en granate. Y volvieron las puertas de hierro de 1922, antes arrumbadas en el sótano, hoy en diálogo con la baranda forjada del balcón.
Incluso sigue el famoso budín de pan, con la receta de su anterior dueño, Gerardo Lorenzo, que heredó de su padre José el bar que antes era de su abuelo. Y continúan las tazas de café monumentales, “las más grandes de la Ciudad, de casi medio litro”, asegura en diálogo con Clarín Paula Comparatore, la nueva capitana de Montecarlo.
Especialista en cocina autóctona, la chef creó una carta con los clásicos del lugar. A eso le sumó platos con ingredientes de estación, que van cambiando todos los días, y entre mediodía y noche. Una propuesta amplia para un lugar que abre de martes a domingos a las 8.30 y cierra a las 20, y que tiene cena los jueves, viernes y sábados, cuando se mantiene abierto hasta las 24.
Las bandejas que circulan en esta previa anuncian parte del menú. Los vecinos se lanzan a probarlas y piden detalles a los mozos. Pasan empanadas y también papas rosti con crema de eneldo y salmón ahumado, un adelanto de lo que será el brunch. Hay además meriendas, sándwiches y carta copetín. Y, en breve, un revuelto gramajo revisitado, con lomito de cerdo, mousse de arvejas y huevo poché.
“También tenemos vinos a precio de vinoteca, con descorche en la mesa, y aperitivos como el trago Montecarlo”, cuenta Comparatore, y le pide al bartender Juan Semerdjian que lo detalle: gin, Hesperidina, Granadina y jugo de limón. Bien vintage, como los Chevrolet antiguos estacionados en la esquina especialmente para la ocasión.
La entrevista de esta preinauguración se corta varias veces: los vecinos saludan y charlan con Comparatore. Uno de ellos es Faustino, que vive cerca y frecuentó por 13 años el bar. Recuerda sus bifes y sus milanesas. Pregunta si podrán pedirse para llevar. “Vamos a tener delivery, pero va a ser propio, no por apps”, responde la nueva dueña. Él se va prometiendo volver y llevándose una bandeja de empanadas.
Salieron del horno de barro que forma parte del nuevo Montecarlo. En breve se sumará un gran kamado blanco, horno cerámico de origen japonés, donde se cocinarán costillitas de cerdo, pizzas, también algunas empanadas.
Salieron de las manos de Christian Heredia las letras contra el vidrio. El letrista ya hizo los letreros de otros clásicos renovados, como El Preferido y Banchero. Las nuevas de Montecarlo son cursivas como las anteriores, pero en lugar de anunciar “Café – Bar” rematan con “Bar & Despensa”.
Comparatore explica que lo rebautizó así porque venderá té en hebras, salsas y mermeladas, entre otras delikatessen. Y que la estrella que acompaña el logo tiene menos que ver con el Che Guevara joven que supo ser habitué y más con “una forma de revolución que hemos hecho acá en el barrio”, admite. Una que querían que tuviera fecha a tono: iba a ser el 25 de mayo. Finalmente tomó unos meses más.
El acto de preinauguración cierra con tango de la orquesta Típica Sudestada, en la que toca el bandoneón el propio Lorenzo. “Le paso la posta a Paula y yo me dedico al arte. Ver esto me hace muy feliz”, dice el antiguo dueño antes de hacer sonar en vivo uno de Roberto Firpo, “El amanecer”. Una buena metáfora para un verdadero renacimiento.