Fuente: La Nación ~ «Cuando era chico y sacaba a pasear al perro, mi viejo me decía que no me pasara de la esquina», recuerda con una sonrisa Guillermo Naglieri. Años atrás, aquella era una de las zonas de Avellaneda, cercana al viejo Mercado Frutihortícola de Abasto (ahora afincado al costado de la autopista Buenos Aires-La Plata), que los vecinos definían como «áspera».
Y es en esa misma zona donde ahora Guillermo es el orgulloso propietario de 1870 (Palaá 592), que en 2015 inauguró no sólo el aterrizaje oficial de las cervecerías artesenales en esa ciudad bonaerense, sino que también fue semilla de un pequeño polo gastronómico que no para de crecer y que tiene como epicentro la esquina de Palaá y Lavalle, a metros de los estadios de Independiente y Racing.
«Nos dimos cuenta de que en Avellaneda no había una propuesta de este estilo», explica recordando los orígenes. «Si bien ideas así acá no prosperaban, tal vez por la cercanía con San Telmo y Puerto Madero, decidimos apostar y fuimos a la cerveza que era algo que ya nos gustaba».
Aprovechando el impulso de la primera gran ola de las cervecerías, 1870 logró también el triunfo de despertar ese orgullo de pertenencia que llama a curiosos y convencidos: no por nada el nombre del lugar remite al código postal de Avellaneda. «Es como ir al buffet de un club», remarca Guillermo que refuerza la idea comunitaria trabajando codo a codo en el proyecto junto a su hermano Guido y su papá Luis, a quien define como «la rueda de auxilio del local».
Aunque desde ya que ningún buffet de club tiene la ciertamente exhaustiva carta de tablas, hamburguesas, pizzas y papas de 1870, ni la detallada selección de cervezas que descolla en las 22 canillas: focalizada en fábricas de producción pequeña, tiene a Itzel, Strange Brewing y Juguetes Perdidos como sus tres proveedores estelares.
De la birra al vermut
Y así como 1870 nació en familia, el siguiente paso llegó entre amigos: el local de la esquina enfrente de la cervecería estaba vacío, aparecieron Walter Pologna -también vecino de Avellaneda- y Silvina Grande para asociarse con los Naglieri, y pronto tomó cuerpo un nuevo espacio.
Con la posibilidad de modelar el proyecto de pies a cabeza como un «lado B» de 1870 y ampliar la red de público a atrapar, nació Lucca (Palaá 589), un neo-bodegón que abre también los mediodías y cuyo núcleo pasa por la cruza entre la cocina con aires de Italia y el vermut.
«Pensábamos que era necesario un lugar que no sólo no existe en la zona de Palaá sino en todo Avellaneda centro», explica Walter. «Así, decidimos ofrecer comida italiana casera pero en un ambiente más ameno de lo usual».
Tanto él como Silvina -que tiene estudios en gastronomía- afinaron la mira del proyecto a través de viajes a Italia para luego filtrarla con la ayuda del chef Valerio Dragani (oriundo de Ortona, en los Abruzos). Poco a poco se armó una carta donde las pizzas de inspiración napolitana y las pastas le hacen algunas concesiones a los platos de sabor más local: como las imperdibles las empanadas de ojo de bife cortado a cuchillo o el guiso de lentejas. La calidad de las materias primas se trasluce a través del prisma de cada preparación y el ambiente entre fabril y minimalista concluye la sensación de cálido profesionalismo.
Y mientras Lucca crece y prospera, el equipo ya planea su próximo movimiento: pronto se viene una cafetería de especialidad adosada a 1870 Beer Station, el centro de recarga cervecero que los Naglieri abrieron en San Martin 916 como continuación de la cervecería.
La movida sigue
Hay cerveza, hay vermut, hay cosas para picar, pastas y pizzas. Y si se sigue caminando, queda claro que, si algún hipotético visitante quisiera plantearse una noche completa en las inmediaciones de la esquina de Palaá y Lavalle, bien podría visitar todos los principales locales de la zona sin sentir que repitió experiencias.
Así, luego de las canillas cerveceras de 1870 y la cena italiana de Lucca, Distrito Sur (Palaá 568) surgió para ofrecer algo que ninguno de sus dos vecinos tenía prominentemente en carta: los cócteles.
«Es un bar foodie orientado a la coctelería de autor y, en especial, la coctelería clásica», explica su fundador Federico Caputo. «Podés ir a tomar algo en el momento del día que quieras, pero sentarte a comer como en un restaurante».
Aposentado en una fábrica antigua, abandonada durante años, Distrito Sur conserva ecos de la madera y el ladrillo a la vista de de la vieja estructura. Además de los cócteles, en la carta hay desde hamburguesas hasta una imponente bondiola con batatas, sin descuidar las opciones vegetarianas.
Y redondeando el polo, unos metros más al norte, la hamburguesería Harlem Hood (Palaá 501)se erige como la opción más intrínsecamente nocturna de la zona. Si 1870 recibe a los sedientos desde las primeras horas de la tarde, aquí la velada se prolonga con viernes de DJ set y terraza climatizada para exprimir la noche invernal. Las opciones de hamburguesas son sencillas pero potentes, con la Atlantic City, con pan de papa, doble carne, doble cheddar, panceta lechuga, tomate y palta, picando en punta como favorita.