Fuente: La Nación ~Ante la pérdida de los visitantes extranjeros, los negocios apuntan al público local y a propuestas de nicho; innovación, camaradería y una clientela fiel fueron los pilares para quienes resistieron la crisis
Ante la ausencia de turistas por la pandemia y la cuarentena, una nueva generación de comerciantes apuntan con sus ofertas al público vecinal y a propuestas de nicho; camaradería y una clientela fiel son los pilares de la transformación.
“Fue crítico. Al comienzo se empezaron a acumular deudas, alquileres, expensas, impuestos. Llegamos a ganar solo $8000 cada uno. El turista era sinónimo de venta asegurada. Pero aprendimos muy rápido, y encontramos un escenario local basado en una clientela fiel y cercana que disfruta de otra manera. Un extranjero viene, se va y no vuelve a la otra semana”, relatan Oscar Molteni y Juan Francisco Femenias, ambos de 29 años, sobre la irrupción del combo pandemia de coronavirus y cuarentenas.
Ambos son dueños de Beba Cocina, una especie de fonda con cartas escritas a mano, sillas usadas provenientes de un club de barrio y “platos que remiten a la comida casera de la abuela, pero con una vuelta de tuerca más”. Llevan casi tres años dentro del icónico Mercado de San Telmo, donde otros no pudieron evitar el cierre. “El golpe para nosotros no llegó a ser letal y se lo atribuimos a esa fidelización con lo local. Estamos en un momento de dos pasos para delante y uno para atrás”, dicen.
Históricamente, a San Telmo lo definieron sus postales de edificios históricos, aires de viejas épocas y cadencia bohemia. Un viaje que toda persona que pisa la ciudad de Buenos Aires desea realizar. Pero la crisis del coronavirus no solo paralizó tal afluencia: además, jaqueó a una nueva generación de emprendedores que había brotado con fuerza. Tras los embates, el avance de estas propuestas –que innovaron sobre la esencia de este rincón del sur porteño– hoy no corre, pero camina. Ayer, en el Día del Padre, vivió una jornada con especial afluencia.
Sobre la avenida Belgrano, casi en la diagonal con la calle Piedras y la avenida Roca, donde se funden modernas torres con el casco histórico, se encuentra Alfonso, un espacio mínimo de seis o siete mesas que se autodefine de “comida nómade”, ya que casi todos los días cambia los platos. Según Federico Frutos, su creador, que tiene 30 años, hay un enfoque común en esta corriente de neocomerciantes de San Telmo, además del rango etario que comparten.
“No ofrecemos una carta con 40 platos, como solía pasar antes. Algo similar ocurre con los productos de emprendedores de la misma camada en otros sectores. Ahora es más de nicho. De apuntar a un público más micro, pero fiel e identificable. Con menos cantidad, pero con propuestas más desarrolladas y menos rígidas, el negocio ya no va más por abarcar todo. Te especializás en algo”, comenta.
La gastronomía es el rubro que ha dominado la última transformación de San Telmo, pero no el único. La diseñadora de moda Jessica Kessel, de 34 años, incursionó como pocos en mayo de 2015, cuando abrió la zapatería que en el logo lleva sus iniciales (JK) a 150 metros de la Plaza Dorrego, corazón del barrio. Durante el último año y medio, si bien fortaleció las ventas digitales, cree que la pandemia detuvo ese envión con el que llegaba la ola de nuevos comerciantes y pone el acento en la ausencia del turismo.
“San Telmo venía levantando y la pandemia lo partió. Hay algo que se perdió, más allá de lo local, que es muy importante. Antes tenías extranjeros de todas partes, que venían a toda hora y producían una experiencia multicultural. En mi caso, pasé de abrir prácticamente todos los días a dejar de abrir los fines de semana”, lamenta. Como contrapartida, sin embargo, el negocio online de su marca se cuadruplicó: “Hasta me siguen contactando clientes de otros países”.
Para la comunicadora y artista Salvina Chunco, de 28 años, “el hábito y la confianza sobre la compra online cambiaron abismalmente e incorporaron rangos etarios que antes no estaban”. Hace poco menos de dos años, en un edificio donde funcionó un almacén durante tres décadas, inauguró SACH, una casa multidisciplinaria dedicada a la venta de obras creativas y –como es tradición en San Telmo– de antigüedades.
“San Telmo cuenta con tres públicos: el vecino, el oficinista y el turista. Como los últimos dos se perdieron, tuvimos que fortalecer las estrategias online y las actividades al aire libre. Claro que lo presencial pesa. Mucho más cuando pretendés adquirir piezas artísticas u objetos de colección. La contemplación en vivo cambia en cuanto a los colores, las dimensiones y el impacto visual”, completa.
Buena parte de los negocios en San Telmo se agrupan en la Asociación de Comerciantes del Casco Histórico, que abarca gastronómicos (en un 80%), tiendas de arte y diseño, librerías, espacios culturales, hoteles e inmobiliarias. Su presidente, Edio Bassi, socio de Fedro Libros y vecino del barrio, hace una radiografía de dónde impactó con mayor fuerza la crisis.
“El único rubro que sobrevive es el gastronómico, y como puede. Si bien cerraron lugares de comida, proporcionalmente han cerrado más tiendas de ropa, diseño y arte, aunque no tenemos un índice. En estos meses se profundizó una tendencia que era previa: el barrio se está profundizando como un polo gastronómico, en conjunto con su cara más icónica, que tiene que ver con los anticuarios”, detalla Bassi.
Norberto Medrano es el titular de la Asociación de Anticuarios y Amigos de San Telmo. De acuerdo con el valor del casco histórico, el sector de los anticuarios y galeristas al que representa fue el distintivo excluyente del barrio por décadas, impulsado a lo largo de la famosa calle Defensa, un escenario que ha variado en el último lustro con la incursión de los nuevos comercios.
“Como toda gran ciudad del mundo, Buenos Aires es dinámica y vive en constante transformación. Eso no escapa a San Telmo, donde se han diversificado los rubros y el rango etario. Algunos anticuarios han dejado de existir por varias causas, como fallecimientos y falta de herederos, y en sus lugares se han instalado diseñadores o cocineros gourmet”, enumera Norberto, que confía en que su rubro “sigue y seguirá siendo un polo de atracción”.
El Mercado de San Telmo es aún el epicentro de la actividad del barrio. “Las tiendas de objetos y suvenires fueron las más afectadas por la falta de turismo y porque el argentino no suele comprar. Luego, el segundo rubro más golpeado fue la gastronomía, por todas las restricciones que se implementaron”, menciona Desirée Delait, administradora desde 2016 de este complejo del tamaño de casi una manzana que resguarda 150 locales y cuyo origen data de fines del siglo XIX.
El Mercado de San Telmo se divide entre sectores gastronómicos, tiendas minoristas (verdulerías, carnicerías y almacenes) y puestos de antigüedades. Allí, durante 2020, el 12% no soportó la crisis y debió irse. “Por suerte, este año no hubo cierres, pero estamos esperando a que abran las fronteras”, destaca Desirée, aunque marca que “las restricciones durante fines de semana hicieron mucho daño”.
Abrir en pandemia
El caso de Punto Café es paradigmático. El 1º de agosto, cuando el confinamiento era mucho más estricto y los pronósticos de inversión daban rojo, Javier Schulze levantó las persianas por primera vez. Pese a que era un proyecto ya en marcha, desde su apertura aún solo conoció la vida en pandemia. Diez meses después, el café de especialidad de este pintoresco local con grandes ventanales y veredas anchas (una rareza en San Telmo) pasó a ser la joya del vecindario.
“Logramos sentido de pertenencia y comunidad. En términos comerciales, siempre me manejé como si fuera tiempo de crisis. Cuando pensás que es mal momento para tener un comercio, la historia te demuestra que luego hay un momento mucho peor. Es una dinámica muy propia de la Argentina. Abrí yo solo cuando casi ni había mercado. Hoy ya somos ocho personas trabajando y hemos encontrado un crecimiento sostenido”, reflexiona, y suma que “por falta de antigüedad fiscal” no accedió a ninguna ayuda gubernamental.
Lejos de competir, los nuevos comerciantes en San Telmo se sienten complementarios. Como parte de un todo. Al respecto, otra táctica que ha dado frutos es la del pop up, tendencia en la que uno pone su espacio para que otro lo intervenga y se genere una oferta alternativa. La gente de Punto ha hecho café en almuerzos de Alfonso, este último realizó peñas en conjunto con los chicos de Beba y lo mismo ha pasado con Jessica Kessel, que también oficia de fotógrafa y asesora proyectos, al igual que se atrajo a emprendedores de otras zonas de Buenos Aires.
Lejos de competir, en San Telmo los nuevos comerciantes buscan complementarse
Direccion del mercado de San Telmo: ………
Fui hace mucho tiempo atras y me gusto mucho.