Fuente: Clarín Gourmet – El dinámico escenario de aperturas de nuevos restaurantes en Buenos Aires tuvo un sesgo particular durante los últimos meses: la inauguración de locales gastronómicos en edificios de alto valor patrimonial, muchos de ellos de los suntuosos fines del siglo XIX y principios del siglo XX.
Una salida gastronómica satisfactoria trasciende la propuesta culinaria. Para que la experiencia sea completa hay dos pilares imprescindibles: un buen servicio y una ambientación atractiva, confortable y singular. Los palacetes, las casonas de estilo y los edificios de impronta europea que alojan estas propuestas representan entornos excepcionales.
Bucólicos jardines con aljibes y árboles añosos, suntuosas arañas de cristal, salones señoriales con pisos de mármol y maderas nobles, herrajes que parecen obras de orfebrería: cada detalle de estos nuevos restaurantes nos traslada a una Buenas Aires añorada e idealizada que puede revivirse mientras se disfruta de una buena comida.
Águila Pabellón
La fachada de Águila Pabellón.
Esta casona art nouveau con vista al ex zoológico devenido en Ecoparque data de 1905. Alojó la tradicional Confitería El Águila que contaba con una entrada para carruajes. Declarado patrimonio histórico, este edificio estuvo largos años abandonado y en los últimos tiempos fue administrado por la Universidad de Tres de Febrero que le dio uso como Centro de Arte y Naturaleza.
Hoy en su elegante restaurante de dos plantas y con atractivos espacios exteriores, tiene capacidad para 325 personas. Queda en Av. Sarmiento 2725 y se ingresa por una puerta lateral. Desde la entrada, las arañas de cristal combinadas con las líneas modernas de la gran barra central anticipan un estilo que amalgama este escenario de época con detalles de diseño más actuales.El salón de Águila Pabellón.
A la puesta en valor de pisos, aberturas y puertas se sumó la incorporación de espejos y mobiliario adquiridos en uno de los remates del hotel Plaza, edificio contemporáneo a la Confitería del Águila. El patio trasero al aire libre y la terraza con vistas a la flora y fauna del Ecoparque son el valor agregado de este restaurante.Los platos de Águila Pabellón.
En materia culinaria, reversiona platos porteños clásicos e incorpora opciones veggies y sin TACC. La carta no precisa subtítulos: hay desde una milanesa de carré de cerdo ($ 9.300) hasta una entraña con chimichurri y criolla ($ 12.900) y unos spaguetti con salsa de tomate y frutos de mar ($ 11.200).
Las terrazas escenográficas tienen alta demanda a la hora del té. Se puede pedir desde alfajores (desde $ 2.500) hasta medialunas y tostados. La coctelería está a cargo de la bartender Mona Gallosi y la selección de vinos, de la sommelier Agustina de Alba. Precio del cubierto promedio: entre $ 25 mil y $ 30 mil con vino incluido.
Águila Pabellón. Av. Sarmiento 2725, Palermo. Abierto todos los días de 9 a 24 horas. IG: @aguilapabellon
Los jardines de las Barquin
Los jardines de las Barquin en el Museo Fernández Blanco. Foto: Ariel Grinberg
Durante el siglo XIX, los jardines que alojan al Palacio Noel -devenido en el Museo Fernández Blanco- fueron testigos de las tertulias que daban las sobrinas de la condesa María Ignacia de Velasco Tagle Bracho, las Barquin, conocidas como las muchachas más bellas de Buenos Aires. En sus reuniones se cruzaban revolucionarios y españoles embelesados por el atractivo físico y las dotes de anfitrionas de estas señoritas.
No es casual que hoy funcione un restaurante en esta coordenadas. Detrás de unos solemnes muros coloniales, Los jardines de las Barquin es una joya gastronómica oculta.
Está al mando de una de las duplas más prolíficas de la gastronomía contemporánea, Germán Sitz y Pedro Peña (dueños de La Carnicería y Niño Gordo entre otros restaurantes) quienes convocaron a su colega y amigo Ale Feraud, creador del prestigioso Alo’s Bistro en San Isidro, para que le imprimiera su sello culinario.El interior del restaurante Los jardines de las Barquin. Foto: Ariel Grinberg
La locación tan pródiga en plantas, enredaderas y árboles centenarios como en historia es soberbia. Todo es instragrameable: desde sus viejos olivos, sus cítricos y su aljibe hasta sus azulejos.
Los comensales se reúnen en un invernadero con una barra y algunas mesas en dos decks laterales techados con capacidad para unas 30 personas. Los fines de semana se suman mesas en la terraza trasera del museo. Por supuesto que también es posible tomar una copa bajo la sombra de las eminentes palmeras del terreno o degustar un plato de quesos en alguno de los bancos del jardín andaluz.
Los tiempos de esplendor de esta locación dejaron su impronta en el concepto gastronómico de este nuevo restaurante porteño. La época en que se hablaba de Argentina como granero del mundo se materializa en una carta donde los granos y cereales cobran relevancia. ¿El objetivo? Poner en valor el trabajo de pequeños productores poco conocidos en los circuitos comerciales.La cocina fresca de Los jardines de las Barquin. Foto: Ariel Grinberg
La cocina de Los jardines de Las Barquin es liviana, sabrosa, nutritiva y fresca. Usan harinas agroecológicas en toda su viennoiserie. Hay desde panes de centeno hasta de espelta y postres con cebada caramelizada, como si fuera en pochoclo. Por supuesto que los productos de estación mandan
Además de los platos propiamente dichos, durante todo el día se puede degustar tostadas de sus panes artesanales con combinaciones implacables en materia de sabores, texturas y nutrientes.
Los jardines de las Barquin. Museo Fernández Blanco. Suipacha 1422, Retiro. Miércoles, jueves, domingos y lunes de 10 a 19 horas. Viernes y sábados de 10 a 23 horas. Martes cerrado. Sin reservas. IG: @xlosjardinesdelasbarquinx
Abra Cultural
Abra Cultural funciona en un local fundando en 1870. Foto: Guillermo Rodríguez Adami
En este caso estamos ante una propiedad muy añosa: allí donde funcionaron las Tiendas San Juan -fundadas en 1870-, hoy se encuentra un espacioso restaurante realzado por la belleza de una fachada de mármol antiguo. Por dentro, las antiguas vigas de hierro que se usaban en la época dan testimonio de la historia de este espacio.
Se trata de un proyecto ambicioso que incluye una sala de exposiciones de arte que cuenta con obras de artistas jóvenes y un anfiteatro. El enorme salón del restaurante está dividido en sectores.
En el centro se encuentra un pequeño patio vidriado que alberga a un olivo, ingredientes base de la gastronomía italiana. Justo al lado, aparece un horno Grimaldi, traído exclusivamente de Nápoles, una herramienta culinaria que es un puente que conecta dos culturas a través del sabor. Pesa casi 4.000 kilos y gracias al calor de los leños, llega a una temperatura de 400°.Las pizzas de Abra Cultural. Foto: Guillermo Rodríguez Adami
El resto del salón se completa con mesas de diversas maderas, algunas de barriles recuperados y reciclados, y una barra que no pasa desapercibida por su prolijidad, su tamaño y por el friso dorado -recuperado del antiguo edificio- que la enmarca.
Las pizzas napoletanas, hechas a la vista, que se cocinan en escasos minutos son el corazón de la propuesta gastronómica. Bordes inflados, base finita y siete cubiertas posibles. También novedosas pizzas fritas y el infaltable calzone clásico napolitano. Y no hay carta italiana sin pasta. Por eso, ofrecen ñoquis, tagliatelle, linguine con frutos de mar.
La barra cuenta con un servicio de alta coctelería. Un dato para destacar: los tragos están hechos con productos frescos de proveedores y productores orgánicos naturales. El menú es 100% italiano con 18 cócteles de autor, y algunos rotativos, pero también se puede pedir los clásicos.El salín de Abra Cultural. Foto: Guillermo Rodríguez Adami
En cuanto a la cafetería, cuentan con café de especialidad, un blend exclusivo a base de granos de Centroamérica y de África, que es servido en tazas italianas diseñadas para mantener el calor del café. El cubierto promedio vale $ 20 mil.
Abra Cultural. Abierto de lunes a sábados, de 8 a 0. Av. Hipólito Yrigoyen 840, CABA. Instagram: @abracultural
Selena
Selena en los Bosques de Palermo. Foto: Guillermo Rodríguez Adami
Otra apertura reciente en una propiedad histórica con vistas idílicas: este café está ubicado en un chalet de casi 150 años donde funcionó una popular lechería y el contexto no es lo de menos: los Bosques de Palermo
Conocida como El Tambito, esta construcción está ubicada en medio de una Área de Protección Histórica. Fue el primer expendio de leche fresca de la Ciudad y supo ser parte del circuito tanguero de Buenos Aires de fines del siglo XIX y el único que se mantiene en pie.
Romina Stoppani, chef y nutricionista, junto a su pareja, Eduardo Perret son los dueños del restaurante que lleva el mismo nombre que el café y que desde hace 6 años comandan con gran éxito en la frontera entre Palermo y Almagro.Selena por dentro. Foto: Guillermo Rodriguez Adami
Con un marcado estilo pintoresquista, este chalet fue construido en 1877 y alquilado por Vicente Casares, quien lo convirtió en lechería que despachaba la copa de leche a los niños que visitaban el Parque 3 de febrero. Allí vendían la primera leche pasteurizada -elaborada por La Martona, empresa láctea de Casares- por lo que con el tiempo se volvió un destino muy popular.
Tiempo más tarde tuvo vida nocturna: se transformó en un bar pero fue clausurado y con el tiempo entró en decadencia. En 1940 pasó a ser la sede de la administración del parque, luego fue la “Casa de la juventud” y luego “Casa joven”. Desde 2005 no hubo actividad alguna. El Chalet fue intrusado y hasta incendiado por lo que no estaba en buen estado.
La restauración comenzó en noviembre del 2022 y este año se realizó un llamado a licitación pública a fin de que funcione allí un local gastronómico. Hoy esta casa ofrece diferentes ambientes para disfrutar de la propuesta gastronómica de estos dos emprendedores. La casa da la espalda a la avenida Berro y mira hacia el lago Victoria Ocampo y Patio de las Esculturas, de Monumentos y Obras de Arte (MOA).La pastelería de Selena. Foto: Guillermo Rodriguez Adami
Además de café de especialidad sirven opciones para desayunos o brunch, con platos salados y dulces como ensaladas “pensadas nutricionalmente con una proteína para que te den saciedad” o platitos para acompañar una copa. Los avocados (desde $ 5620), donde la palta es la estrella, son protagonistas.
Hay opciones veganas, con brie y picante, con pan naan y una versión muy suculenta que Romina trajo de Nueva Zelanda donde trabajó seis meses y sin dudas marcó su impronta. Se trata de un tostón acompañado con croqueta de papa, rúcula, palta, portobellos salteados, tomate grillado y huevos revueltos.
Las ensaladas o pokes (desde $ 9.300) son abundantes. “Tenemos sándwiches que en el otro local no ofrecemos”, una opción es el de stracciatella con peras marinadas al limón y menta, cebollas encurtidas y rúcula, todo en pan de focaccia. Otra opción llamativa es el croissant de bondiola en cocción larga, con pepinillos, alioli, cebolla morada y hojas verdes ($ 8.100).Aquí funciona Selena. Foto: Guillermo Rodriguez Adami
También sirven platitos. Hay tiradito de abadejo ($ 7.800), cachapa cremoso de maíz dulce ($ 6.300) o queso brie horneado envuelto en masa philo crocante, relleno de hongos, nueces, cebollas caramelizadas, queso azul y miel ($ 6.500). Los waffles son una de las opciones dulces. La pastelería es casera, con opciones de tortas veganas. Además sirven pokes, wafles, postres, licuados. jugos, infusiones frías y limonadas.
Selena Café. Av. Berro 3900, CABA. Martes a sábado de 8 a 20 hs. Domingo de 8 a 16.30. Instagram:@selenacocina.
La Villa Restaurante
El palacete dondo funciona La Villa Restaurante. Foto: Martín Bonetto.
Un palacete del siglo XIX ubicado en el barrio de Villa Devoto es el suntuoso escenario de este restaurante. Es una casona construida por un famoso arquitecto italiano que por más de 30 años funcionó como salón de fiestas.
La casona Avenatti -como se la conocía anteriormente- fue diseñada y construida por el arquitecto Bruno Avenatti quien además fue el propietario y que levantó otros lugares emblemáticos en el barrio como el Círculo Italiano de tiro al blanco.
De estilo academicista italiano esta casa combina el lujo de los detalles arquitectónicos de fines del siglo XIX en un edificio de dos plantas, con un jardín de estilo francés. Luego de algunas reformas, el 8 de junio del año pasado, el salón de fiestas con capacidad para 140 personas pasó a ser un coqueto restaurante preparado para recibir comensales en su interior y en su jardín.La barra de La Villa Restaurante. Foto Martín Bonetto.
La carta es simple y corta y pondera los productos estacionales y de calidad. Para las entradas la variedad está pensada para pedir como entrantes o para el picoteo con algún trago o vermú.
Para comenzar la velada sugieren probar la degustación de quesos ($ 8.500 para compartir) compuesta por productos de la firma Ventimiglia, conocidos en el rubro por su calidad de exportación. Incluye queso Patargonzola, queso Saint Maurren 100 % Jersey, queso Rumel, macarons de queso azul, compota de berenjena, mermelada de tomate y chutney de hinojo.
Según el chef una de las opciones que más piden los comensales para arrancar la velada son el ceviche, que se elabora con salmón rosado y pesca blanca ($ 10.800).El ceviche de La Villa Restaurante. Foto Martín Bonetto.
Dentro de los principales, compuestos por carnes, pastas y risottos se destaca el ojo de bife que se sirve con croute de pistachos y papas trufadas ($ 13.500).
También ofrecen opciones para el horario del té (de 16 a 19 hs), con patisserie casera. Y los sábados y domingos de 11 a 13 hs y de 16 a 19, sirven brunchs con opciones para compartir.
La Villa. Gualeguaychú y Pareja, Villa Devoto. Miércoles a sábados de 11 a 24 hs. Domingos de 11 a 20 hs. Instagram: @casadelavillaarg