Fuente: La Nación ~ En el corazón de Recoleta, una esquina atrae tanto a argentinos como turistas, desbordan las veredas y los goles se gritan como en la cancha.
Terminaba 1999 y el empresario y fundador de TyC Sports, Carlos Ávila, abría Locos x el Fútbol, un restaurante y bar temático que funcionaba como refugio para los fanáticos en tiempos de las transmisiones codificadas. La marca funcionó en varios lugares de Buenos Aires hasta 2009, cuando el gobierno de Cristina Kirchner autorizó la transmisión de los partidos de primera a transmisión abierta de TV gratuita con el programa “Fútbol para todos”. Esto obligó a los locales de Locos x el Fútbol a cerrar y reinventarse bajo la forma de “LxF” en espacios más pequeños y ampliando el grupo de inversores.
Solo uno de estos bares, ubicado estratégicamente en el corazón de Recoleta, sobrevivió a todas las crisis de los últimos 23 años de la Argentina. En avenida Las Heras y Uriburu, a una cuadra del Cementerio de la Recoleta, este bar temático atrae hoy a miles de hinchas locales y turistas unidos en la pasión por el fútbol. Y en época de Mundial es una esquina muy concurrida.
En LxF se respira fútbol desde la fachada hasta la decoración interior. Dos grandes vitrales forman la figura de Maradona y reciben a los clientes en la entrada principal. Y desde que empezó el Mundial hay banderas de todos los equipos colgadas del techo adentro y afuera del bar. También hay trofeos, remeras, carteles y muchas otras referencias al deporte.
Sin embargo, su apariencia no es lo único que cambió desde que comenzó la Copa del Mundo en Qatar: “Es una locura, es otra cosa, se vive distinto”, asegura Carlos Sivori, uno de los dueños de LxF. Se convirtió en el lugar más cosmopolita del barrio. Personas de todas las nacionalidades se acercan al bar para alentar a su selección en cada partido. Alemanes, brasileros, españoles e incluso canadienses, todos ilusionados con volver a ver a su país clasificado.
“Pero cada vez que juega la Argentina se llena el bar y explota. Cuando juega la selección se corta la calle, viene la policía y esto parece una cancha de fútbol”, cuenta el dueño. Algo parecido pero de menor magnitud pasa también cuando juega el club brasileño Palmeiras. “No es como en otros bares, al ser temático el fútbol se vive acá. Lo pueden pasar en cualquier lado, pero no tiene comparación, acá se grita y se cantan los goles como en una cancha”, señala Sivori.
La gran demanda de las últimas semanas los obligó a agregar pantallas para que también desde la calle se puedan ver los partidos, porque cuando juega Argentina la ocupación llega hasta la cuadra de enfrente. “Es una locura, cuando se juegan partidos importantes contratamos seguridad porque, aunque nunca pasó nada, el argentino es muy pasional y hay que tomar precauciones”, cuenta el dueño.
Los turistas en general aparecen al mediodía y por la noche la mayor parte de los clientes son argentinos. Es un ambiente familiar, con padres que llevan a sus hijos a ver los partidos. “Estamos ubicados en una de las zonas más caras de Buenos Aires. No es un ambiente pesado, simplemente se vive con mucha pasión”, asegura Sivori.
El bar se identifica históricamente con el deporte y esto genera en los más fanáticos un sentido de pertenencia con el lugar. La rutina siempre es la misma: la gente llega temprano, pide algo para comer o tomar y se va una vez que termina de jugar su equipo. “Lo que más sale son hamburguesas, pizzas, milanesas, tragos y cerveza. Cuando juega Brasil me vacían la barra, aunque cuando termina el partido salen impecables, al igual que los americanos y los ingleses, que tienen mucha cultura del alcohol”, cuenta uno de los dueños del bar.
El hincha argentino como fenómeno turístico
Una particularidad es que este año se ven más turistas que nunca e incluso hay más concurrencia que en el Mundial de Rusia en 2018. “Entre argentinos y turistas, este es el año más multitudinario de todos”, asegura Sivori. Y agrega que fueron los latinoamericanos quienes asisten en grandes proporciones. Entre las nacionalidades más inusuales destaca la presencia de belgas y japoneses. Incluso un grupo de australianos fue al bar el miércoles pasado con un canguro de peluche para alentar a su país. “Aunque sean minoría, el sábado van a volver seguro”, señala.
La rutina de las últimas semanas la describe como caótica, con cuatro partidos por día en los que durante dos horas el personal corre de un lado para el otro. “Fuera del Mundial los partidos son más espaciados pero ahora no paramos un segundo. Lo más loco es que no tengo tiempo para verlos y me entero del gol porque la gente lo grita”, se ríe el dueño resignado.
El éxito de este bar temático está ligado a su ubicación estratégica. “Si esto lo llevo a Puerto Madero no va a ser lo mismo, a pesar de que allá también hay turistas. En Recoleta hay mucha densidad poblacional y además podemos tener precios razonables”, cuenta. Sivori cree que solo otros dos barrios porteños podrían replicar este fenómeno de LxF: “Si tuviera que abrir otra sucursal lo haría en Palermo o San Telmo, donde hay también mucha movida gastronómica”.
Sin embargo y a pesar de su gran éxito actual, cuenta que fue muy difícil sobrevivir a la pandemia. “La Copa América, el Mundial y el Super Bowl nos ayudaron mucho. Acá tenemos distintos sectores donde cada uno puede ver lo que quiere, tenis, rugby, fútbol americano, aunque nunca te llenan el bar al nivel del Mundial o de un superclásico River vs. Boca”, afirma el dueño.
Cuando los turistas se acercan a LxF no solo vienen a disfrutar del deporte. Parte del espectáculo turístico es ver y sentir cómo se vive un partido de fútbol en la Argentina. “No lo pueden creer, es algo que no se ve en ningún lado del mundo y somos famosos por eso”, cuenta Sivori. El martes pasado, cuando jugó Argentina vs. Polonia, la gente corrió a la calle, saltaba a festejar en el cruce de la avenida mientras cortaba el semáforo y volvía después a seguir celebrando en el bar. “Si llegamos a la final, esto revienta”, se ríe el dueño.