Fuente: iProfesional ~ «Nuestro sueño es que haya un Atalaya en cada avenida o acceso importante del país para que todos los argentinos, en cualquier momento, puedan comer nuestras medialunas recién horneadas», cuenta Juan Ignacio Castoldi, vicepresidente del famosos parador que comenzó a franquiciar su modelo de negocio de «Paradores urbanos» más por pedido de sus clientes que por un deseo familiar.
Es, en defiitiva, la aventura de una empresa icónica que sueña con jugar en las grandes ligas apalancada por su producto emblema mientras se profesionaliza y surfea la pandemia.
«Durante la pandemia la gente no podía visitarnos así que decidimos hacerles llegar nuestro producto», así fue como Atalaya decidió producir en la Capital Federal y entregar sus famosas medialunas por las aplicaciones de pedidos.
El famoso parador de Chascomús que ya cuenta con varias franquicias en las rutas más transitadas de la Argentina, busca establecerse en la ciudad con un nuevo modelo de parador urbano, trasladando no solo sus productos sino también la experiencia. El parador de Chascomús de Atalaya, una visita obligada para los que viajan a la Costa
Atalaya fue fundado en 1942 por dos hermanos españoles, Ángel y Odilio García. Sus fundadores apostaron un local gastronómico familiar dedicado a la elaboración de sus propios productos, ubicado en el trayecto que va de Buenos Aires y Mar del Plata. En esos tiempos, el viaje a Mar del Plata era muy diferente: no había doble vía, se llegaba a tardar hasta 10 horas y los autos solían recalentarse, por lo que la gente debía parar. Su fuerte eran los pucheros, y podían verse los tradicionales jamones colgando por todo el local.
Ya para la década del ´70, la marca Atalaya estaba identificada a sus medialunas, destacándose por su sabor y calidad.
Durante los años ’90, cuando se construyó la autovía 2 de doble mano, aumentó el flujo de gente, se hizo una ruta mucho más segura y el trayecto se acortó. Ese fue el momento del despegue de la empresa, cuándo se decidió una expansión con locales propios ubicándose en Mar del Plata y La Plata.
Actualmente la empresa mantiene su impronta familiar y es manejada por un grupo de familias herederas.
Este es el caso de Juan Ignacio Castoldi, actual vicepresidente de Atalaya. Su abuelo llegó a la empresa en los años ’60. Era oriundo de La Plata y formaba parte de las fuerzas policiales. Buscando un cambio de vida decide mudarse a Chascomús. Al principio, Atalaya era famoso por sus pucheros y no por las medialunas
Allí fue cuando se contacta con los dueños originales para ofrecerles comprar una parte de la empresa y se pone a trabajar. «Al principio el trabajo era de sol a sol y se hacía de todo: el mismo que cocinaba terminaba atendiendo. Era todo muy artesanal», recuerda Juan.
En los últimos 10 años se dio una profesionalización del directorio. Los 3 principales miembros son profesionales calificados y eso ayuda a que las decisiones se tomen de la mejor manera, es un proceso que le cuesta a la mayoría de empresas familiares y a Atalaya le trajo muchos beneficios.
Atalaya apostó por las franquicias
Juan cuenta que desde hace más de 20 años les llegan solicitudes para comercializar sus productos: «Se comunicaban porque querían tener nuestras medialunas«, recuerda.
Esto les hizo pensar en cuál sería la mejor forma de expandirse sin perder la identidad. Primero pensaron vender de forma mayorista hasta que llegaron a la conclusión de que el sistema de franquicias era el que mejor para poder controlar los productos, preservar la marca y replicar la misma experiencia de Atalaya en otros lugares. Hace 5 años empezaron el proceso, muy lentamente y con mucho recelo y cuidado.
Siempre buscaron a las personas correctas, que compartan sus mismos valores, por lo que se enfocan en familias y vínculos familiares. «Tenemos más de 20 o 30 solicitudes por mes, se van analizando y pensando cuáles tienen más viabilidad», destaca Juan.
En los últimos tiempos llegaron a establecerse en Zárate, La Plata y la Costa Atlántica donde establecen paradores de ruta que recrean la experiencia que se vive en su local de Chascomús, brindando los mismos productos de pastelería, permitiendo adaptar la gastronomía a cada localidad pero ofreciendo siempre, sus clásicas medialunas.
Adaptarse a la pandemia
Desde hace un tiempo tenían el plan de desembarcar con locales en Capital Federal, pero tuvieron que posponerlo por la pandemia. Debido a las nuevas circunstancias y al freno del flujo turístico tuvieron que idear una nueva manera de llegar a su público y establecer su marca en Buenos Aires.
Para el 2021 planean abandonar la modalidad de entrega y avanzar con el proyecto original de instalarse con un nuevo modelo de negocio: paradores urbanos en Capital Federal y grandes ciudades del país.
Su proyecto se basa en replicar la experiencia que tienen los clientes en los paradores pero en locales urbanos por eso exigen un mínimo tiene que tener 60 metros: «No es un simple despacho de medialunas, debe vivirse una experiencia de consumo, no solo la compra de productos de pastelería. La gente quiere sentarse a tomar el típico café con medialunas».
Buscan que el perfil del franquiciado mantenga su estilo familiar y que sea gente comprometida con el local: que le den importancia a la calidad de los productos. La empresa envía los productos congelados para que sean horneados en los locales, por eso es muy importante el horno y la refrigeración. Te puede interesar
«De nuestra parte brindamos capacitaciones constantes para que se pueda mantener nuestros estándares y para eso es muy importante la cocción y el correcto almacenamiento de los productos», explica Juan destacando lo importante que es para ellos mantener vigente la calidad que caracteriza a la marca desde hace casi 80 años.