Fuente: La Nación ~ Punto uno: barbijo sí o sí para ingresar. Una empleada da la bienvenida con una sonrisa, un baño de alcohol sobre las manos bien abiertas y termómetro digital que apunta a la frente o al cuello. Entonces sí, camino abierto a una de las mesas, bien distanciadas unas de otras y con capacidad limitada. Lo mismo el local, que no debería superar la mitad de su original cupo máximo. ¿La carta? Un código QR para elegir menú desde el celular. Si todo sale bien, ajustes de por medio con el municipio y aprobación del gobierno provincial, algo así será volver a tomar un café, comer, merendar o tomar un trago en alguno de los espacios gastronómicos mientras duren los efectos y riesgos de la pandemia.
El proyecto de protocolo para el sector todavía está en manos de las autoridades de General Pueyrredón en busca de encontrar el mejor modelo posible que responda con similar efectividad a la muy amplia y más que variada propuesta que tiene la ciudad en este ramo.
Los empresarios y comerciantes del sector, que llevan casi tres meses de inactividad y sueñan con una respuesta pronta y positiva de las autoridades, avanzaron con una prueba piloto para llevar a la práctica y someter a críticas las medidas de seguridad sanitaria desarrolladas en aquel escrito de 32 carillas, siempre abierto a enmiendas e ideas superadoras.
Es el primer paso para mostrar cómo sería reencontrarse en tiempos de coronavirus con esos rituales cotidianos de cafés al paso, acodados en la barra. Un desayuno cómodo con vista al mar. También los almuerzos contra reloj entre apuntes de estudio o notas de trabajo en algún local de comidas rápidas. La música y el murmullo de tono en alza de los atardeceres entre tapeos y cerveza artesanal. O las cenas programadas, ideales para ser bien exigentes en la elección del menú.
«Está bueno verlo en vivo para tomar conocimiento más claro de cómo sería el funcionamiento», explicó el secretario de Producción de la comuna, Fernando Muro, que se acercó hasta la céntrica sucursal que la cadena Adorado Bar tiene en el Paseo Diagonal, donde se realizó esta experiencia.
Es un hecho que la vuelta a la actividad para el sector será con una obligada reducción del 40 a 50% de su capacidad de servicio. Las nuevas condiciones de cuidado llevarán a que se garantice no menos de 1,5 metros entre cada una de las mesas, tanto en espacios interiores como patios o servicio que se pueda brindar en veredas o dársenas linderas.
«Se pedirá fundamentalmente atender las recomendaciones de distanciamiento social, más allá de los cuidados que debemos cumplir los prestadores del servicio», destacó Hernán Szkrohal, representante de un centenar de empresarios del sector que presentó esta propuesta de protocolo junto a la Asociación Empresaria Hotelera Gastronómica.
Según confirman desde el municipio, a la fecha ya se analizaron seis propuestas distintas para el rubro. Incluso con participación de organismos oficiales, como el Instituto Nacional de Tecnología Industrial, a efectos de encontrar las respuestas adecuadas para alcanzar los mejores resultados posibles.
Todos en el ramo tienen claro que en términos de seguridad sanitaria no habrá dificultades.
«Estamos preparados y somos responsables para que visitar un café no sea una operación de riesgo», insistió Miguel Martínez, al frente de la cadena de confiterías La Fonte D’Oro. Será, explican, incorporar algunas precauciones y exigencias adicionales a los cuidados originales que en cualquier establecimiento gastronómico ya se aplicaban para atender pautas bromatológicas y de higiene en cuanto a alimentos, área de elaboración y atención al cliente en salón.
«Estamos convencidos de que este protocolo cubre en buena medida todas las condiciones para que a la brevedad podamos volver a la actividad con un rubro que es fundamental para la oferta de Mar del Plata», dijo Rodolfo Parato, uno de los responsables de El Torreón del Monje, emblemático parador de la costa marplatense.
La propuesta original es una limitación de personas por mesa, cantidad que aún se está definiendo. En la puesta en escena que se realizó esta semana se mostraron casos de tres y cuatro comensales. La excepción sería con grupos familiares, que se podrían ubicar juntos más allá de la cantidad de integrantes. Reservar las mesas es una alternativa recomendada para asegurar esa comodidad y cuidado.
En las barras, donde varios establecimientos ubican a clientes que llegan solos o hacen escalas breves, también se deberá garantizar una distancia de 1,5 entre uno y otro. Y esas condiciones se replicarán también en las mesas «comunitarias», que reunían en un mismo espacio a grupos que no tenían relación entre sí. Un formato que se instaló y fuerte sobre todo en el ramo de las cervecerías.
¿Y el barbijo?
Recién una vez que el cliente esté ubicado podrá prescindir del barbijo. Que deberá volver a colocarse para ir al baño o salir del local. En el servicio se recomienda no usar manteles de tela y apostar a individuales descartables. Sal y aderezos deberán llegar en sobre cerrados para evitar el uso común de envases y vajilla y utensilios no podrán estar presentados sobre la mesa.
La variedad de propuestas y sobre todo de características físicas de estos establecimientos lleva a que se evalúen algunas alternativas que permitan tener posibilidades de funcionamiento sin que impacten tan duro sobre su rentabilidad. Por eso, para aquellos con locales de dimensiones más pequeñas, la opción para eludir esa distancia mínima de 1,5 metros entre mesa y mesa podría ser la instalación de separadores o mamparas, opción que se implementó en la reapertura de la gastronomía europea, que ya da sus primeros pasos tras el pico de los contagios.
El trabajo que el municipio realiza por estas horas sobre el protocolo presentado por el sector privado de la gastronomía local busca atender todas las cuestiones. Por eso, entre algunos ajustes, recomendaría algunas diferenciaciones según características de servicio. «No es lo mismo una cafetería al paso, una casa de comidas rápidas, una cervecería o un bar nocturno», advirtió un funcionario, atento a las dinámicas bien distintas de estas ofertas.
Entonces habrá qué rediseñar esas tardes y noches de pintas en mano, con mesas completas y pasillos concurridos, convertidos en una tradición local y también punto de encuentro. Imposible de repetir con las nuevas pautas a implementar. Un giro desde lo sanitario que puede derivar -al menos por un tiempo- en un cambio cultural local.