Fuente: Clarín – Año 2014. El colchón de hojas verdes ya era un clásico en las cartas palermitanas para referirse a la ensalada de lechuga, y todavía faltaban tres años para que una empanada servida dentro de un frasco rompiera el ex Twitter.
Pero Matías Pierrad y sus amigos veían venir una ola que se alzaba implacable, y la quisieron parar: la ola gourmet. Se plantaron frente al tsunami con una milanga y una tortilla, y un nombre provocador: Antigourmet. Diez años después, la historia de estos amigos de Junín parece por momentos sacada de un guión de TV pero ya se usa como caso de estudio: cómo una comunidad puede hasta terminar generando un negocio.
Y es que en la comunidad, insiste Pierrad, está el éxito del Antigourmet. ¿Cómo definir qué es? Hoy Antigourmet es una guía online de bodegones, pero también es en sí mismo un bodegón en la esquina de Soler y Ravignani, un libro que Matías acaba de publicar, 400.000 seguidores en distintas plataformas y próximamente una franquicia invendible tan loca como todo en este proyecto que “empezó en joda”, dice Pierrad.
Pero, fundamentalmente, Antigourmet es el movimiento que defiende, reivindica e idolatra al bodegón.
¿Por qué Anti? La última pregunta de Clarín, después de más de una hora de entrevista, no incomoda a Matías, voz cantante del grupo original de los cinco antigourmet. “En 2015 nos llamaron para declararnos sitio de interés cultural. Pero nos dijeron que no nos podían dar el premio porque estábamos en contra de algo. OK, no me lo des. Desde ahí estamos pensando en nuestro nombre y por qué nos define. Y estuvo buenísimo porque nos plantamos en un lugar. Medio en joda digo que el 99% de la gente es antigourmet, el 1% tiene guita para ir a comer un bife a 120 lucas”, responde.
Analista de sistemas, con formación en publicidad y dueño de una agencia de marketing, admite que en el nombre estuvo parte de la repercusión inicial en redes (“El argentino por definición es anti”), pero enfatiza que desde ahí “dimos una lucha por la reivindicación de los lugares que nos gustaban”. Que eran los bodegones.
Los amigos de Junín
La historia se resume así. Matías vivió siempre en Junín, pero a los 26 años se ganó una beca para estudiar publicidad y se vino a Buenos Aires. Extrañaba la familia, los amigos, “las esquinas juninenses que sabés qué hay a al vuelta”. Y se le ocurrió buscar a sus amigos que estaban acá para armar un equipo de básquet. “En Junín, como en Bahía Blanca o General Pico, hay más equipos de básquet que de fútbol”, aclara.Los amigos, festejando los 10 años de su proyecto con milanesa y huevos fritos. Foto Gentileza Antigourmet
Encontró a 20. Armaron un equipo al que le pusieron de nombre Deportivo Pompillo y un silbato como logo, un curioso homenaje a un árbitro que dirigía en su ciudad “y era un aparato, lo odiaban los dos equipos”. Cada miércoles después del entrenamiento en el Club Palermo, los jugadores de Pompillo se iban a comer. Dice Matías que en ese entonces la cantina del club era malísima, y empezaron a probar restaurantes por la zona, pero se llevaron un chasco tras otro.
“Pensá en el contexto. 2014, boom del menú por pasos, maridaje, cocina fusión. El colmo fue un día que fuimos a una pizzería, pedimos mitad napolitana y mitad anchoa y la moza nos dijo que no porque ‘no maridan los gustos’”, cuenta. Ahí, “indignados y hartos”, se propusieron encontrar lugares “donde disfrutar la comida como a nosotros nos gusta”. El primer bodegón fue el del club Eros, y desde ahí Matías empezó a escribir un blog “como una guía interna para no olvidarnos nosotros”.
Pero le picó el gustito del periodismo “sin saber de gastronomía ni de periodismo” y comenzó a charlar con los mozos, a meterse en las cocinas, a conocer a los bacheros, a escribir en su página web “más cuentos que reseñas”.
En C5N entrevistaron “a esos chicos que van a comer a bodegones”. La nota salió en vivo a la 1.30 de la mañana y Jimena Grandinetti les preguntó si tenían redes sociales. A esa hora, Martín llamó a Pupe Ilustra, ilustradora que trabaja con él, para que diseña contra reloj un logo de un huevo frito a mano alzada. Martín abrió el Facebook. En el primer día tuvieron 4.865 seguidores.
Desde ahí, el fenómeno no paró. Martín asegura que no quieren tener un millón de seguidores, sino conocer a su comunidad (“De los 400.000 que participan, ya hablé con 100.000”) y en esa estrategia fueron claves las juntadas, comidas que se organizaban en un bodegón y que se agotaban.
“La gente me escribía y se anotaban, ¡no había Mercado Pago para transferir! A veces me caía más gente y terminábamos poniendo la plata nosotros. Después armamos una banda, la Antibanda, y hacíamos música en vivo. Nico (NdR.: otro de los integrantes) diría que este es un proyecto transmedia, pero en ese momento no lo sabíamos”, se ríe.Las juntadas, una movida con la que llevaron su comunidad de las redes al mundo offline. Foto Gentileza Antigourmet
Parte fundamental de Antigourmet son justamente los bodegones. Esas juntadas las hacían en restaurantes que necesitaban un empujón financiero, para aportarles cubiertos. Hoy Antigourmet tiene 20 grupos de WhatsApp (además de un newsletter con 30.000 suscriptos y una tasa de apertura altísima, del 75%) y uno de ellos es exclusivo de bodegoneros.
“Les escribo siempre, les pregunto qué necesitan, si precisan que difundamos algo”, apunta. Y concede que fue muy difícil ganarse su confianza porque, a diferencia de los gourmet, en el mundo del bodegón no existen los pop ups ni los menús a cuatro manos.
El espíritu solidario del Antigourmet también incluyó ser los distribuidores de las Cookies de Juli —las galletitas que hace Julieta Leonetti para apoyar a pacientes oncológicos pediátricos— o armar un guiso solidario junto a La Chica del Brunch, Salva la Cocina y Las Chicas de la 3 para evitar el cierre del hogar de tránsito Amaranta, entre otras movidas.Catadores de bodegones. Hicieron una guía y tienen 400.000 seguidores. Foto Gentileza Antigourmet
Es que, afirma Matías, el anti del nombre terminó funcionando como “un gran paraguas que nos permitió un concepto a través del humor y la ayuda social. Siempre fuimos como comensales, nunca del lado de los críticos gastronómicos ni de los influencers, y nunca tuvimos haters. Porque en realidad el anti es para cagarnos de risa de nosotros y no para ensañarnos con el otro”.
Los bodegones hoy viven un boom, pero en 2014 eran denostados y estos amigos tuvieron que derribar muchos mitos: que eran sucios, que la comida caía mal, que salías con olor a frito, que los baños no se podían usar. “Había lugares que son así y gourmets que son así, pero se está levantando la vara de la comida argentina en general”, resalta.
Y la pandemia, como en tantas cosas, terminó operando como un catalizador. “Cuando nos volvimos a encontrar, la gente sintió la necesidad de interactuar cara a cara en estos lugares que sí nos representan, que son lo que queremos como sociedad”, teoriza.
Es que para los Antigourmet, el bodegón es un tema patrimonial. “Es familia, amistad, un millón de cosas. Ahí vive la comida argentina. La marca país argentina gastronómicamente está dentro de los bodegones”, remarca Pierrad, que en el libro “La biblia y el bodegón” que publicó con editorial Area de Picnic recopiló 100 historias que reflejan esa diversidad de emociones vinculadas al bodegón.Milanesa con papas fritas y huevo frito. Para el grupo, el bodegón es un tema patrimonial. Foto Antigourmet
Orgulloso de haber puesto su granito de arena para que se hayan revalorizado y hoy se abran “un montón de bodegones, cantinas y buffets de clubes”, admite que en este contexto económico estos espacios “siguen oficiando de refugios de la clase media”. Y estima que en un bodegón se puede comer bien por 15.000 pesos por persona y en algunos también por menos.
El proyecto terminó teniendo su propia pata gastronómica, la Esquina Antigourmet, pero Pierrad dice que no se pensó como un bodegón sino como “una embajada de los bodegones”.
“Facu, uno de los chicos, es maestro cervecero, tiene su fábrica en Junín y quería poner un bar acá para vender su birra. Y a mí se me ocurrió poner el bar del Anti. Empezamos a buscar local y sin experiencia de nada nos tiramos a la pileta. Venían los dueños de los bodegones a ver lo que estábamos haciendo y nos decían ‘No, ¿por dónde van a entrar las papas?’. Y había que desarmar la cocina donde la habíamos puesto, una locura”, repasa los 9 meses de obra.
La esquina, entonces, no compite con los bodegones porque no tiene ni parrilla, ni pastas ni pescados, pero los homenajea con los OBNI (Objeto babé no identificado, léase tortilla), el Fiat 600 (una milanesa de 600 gramos de nalga) o los buñuelos de acelga, que hoy están en todos lados pero en 2014 no eran tan populares.La esquina Antigourmet: dicen que es una embajada de los bodegones. Foto Juan Manuel Foglia / Archivo
“Si viene alguien que quiere pescado, lo mandamos al Faro de Vigo o al Hispano. Hacemos la guía en vivo, seguimos recomendando bodegones, difundiéndolos y revalorizándolos”, apunta.
El próximo paso del Antigourmet es lo que llaman la Antifranquicia. Están terminando el modelo para abrir una franquicia (“una embajada”, dicen) en cada provincia y destinar el canon que cobren a impulsar los bodegones del lugar con contenido audiovisual. También quieren que parte de ese dinero sirva para abrir un bodegón en el barrio Padre Mugica, que al mediodía funcione como comedor y a la noche como restaurante.El grupo dice que el «anti» no fue para ensañarse con lo gourmet sino para reírse entre ellos mismos. Foto Antigourmet
“El estudio con el que estamos trabajando las franquicias me dice que va a ser muy difícil venderla, pero yo le digo que no, que va a vender un montón. Vamos a encontrar a los bodegoneros que les guste lo mismo que a nosotros: nuestro país, la comida argentina, los abuelos y los chicos”, dice Matías, que hasta dio una charla en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad del Nordeste sobre la creación de comunidad como un modelo de negocio.
Para los próximos 10 años, Pierrad sueña desplegar las embajadas del Antigourmet por todo el país. Y agradece que el Club Palermo, donde siguen jugando al básquet, no haya tenido en 2014 una cantina tan buena como la concesión actual. “Si nos hubiéramos quedado comiendo en el club como cualquier grupo de amigos, el Antigourmet no existiría”, cierra.