Fuente: Clarín Son algo más de las 11 de la mañana. En San Telmo, los locales gastronómicos recién comienzan a disponer las mesas en los círculos en la calle, pintados sobre una de las áreas peatonales transitorias que empezaron a funcionar este sábado. Media hora después, llegan los primeros comensales a la zona de Bolívar y Carlos Calvo. Son los adeptos al brunch. En Buenos Aires, los fines de semana manda el levantarse tarde y que el desayuno sea el almuerzo. No hay apuro, no hay tiempo que ganar. Pero, del lado de los restaurantes, ahora el tiempo sí importa. Para que haya valido la pena preparar la comida, deben tener recambio en las escasas mesas de las que disponen. Algunos dos, otros hasta seis.
Este sábado al mediodía, se veía una moderada cantidad de clientes en los bares y restaurantes que habían instalado mesas en las flamantes zonas peatonales de San Telmo, Caballito y Villa Devoto. La situación contrastaba con las escenas del viernes, de veredas de Palermo o Villa Urquiza repletas de gente consumiendo en sus locales, con poca distancia social.
Muchos dueños y encargados de bares y restaurantes reclaman que el Gobierno porteño ponga un límite obligatorio al tiempo de permanencia. A falta de ese límite, lo fijaron ellos mismos en 45 minutos. Otros creen que el cliente entiende y no va a hacer esperar más de lo prudente a los próximos en sentarse. Y un pequeño grupo, los más tradicionales de esta zona que fue tan turística, creen que jamás se debería apurar a alguien que los eligió para consumir. En ese dilema transcurre el primer día de “mesas en los círculos” de San Telmo.
Nacho Aldegani es el Chef de Saigón, donde la especialidad es la fast food vietnamita. Este noodle bar tiene cuatro mesas sobre Bolívar al 900, ahora convertida en peatonal en forma transitoria. Adentro no hay nadie, no está permitido.
Antes de la pandemia, recibían 70 personas por día. «Para que sea algo rentable, necesitaríamos dar cuatro vueltas (renovar clientes en cada mesa) en el día”, le explica a Clarín. ¿Es posible? Por el clima, con una temperatura de 17° pero soleado, dice que sí. Pero depende de cuánto se queden los clientes. “Intentamos que sea muy rápido todo. A los 15 minutos servimos los platos y quienes vienen acá saben cómo es el sistema. Pero este viernes hicimos dos vueltas nada más”, subraya. Es que aunque las peatonales se habilitaban este sábado, unos cuantos se anticiparon a sacar sus mesas afuera.
El pho xao thit no ( fideos anchos de arroz salteados con salsa de ostras y carne) se sirve en recipientes descartables, por $ 629. El material que los contiene no tiene que ver con la higiene por el coronavirus. Es fast food y, como en cualquier cadena de hamburguesas, no se reutilizan platos.
Pero es verdad que, por protocolo, las mesas en todos los círculos de San Telmo están “peladas”. No hay lugar para paneras, manteles ni floreros.
En la tradicional casa de pizzas y pastas Pedro Telmo, Daniel -que junto a Rubén Jigera hace 26 años que lleva adelante el negocio- no le tiene fe a las mesas. “Esta mal organizado. Esto va a a ser un quilombo. A los del Mercado de San Telmo también les dijeron que saquen las mesas a la calle. No va a haber lugar donde sentarse y a mí no me dejan usar las diez mesas que tendría adentro, con protocolo”.
Daniel tiene seis mesas en la calle. “Tendría que facturar $ 30.000, $ 40.000 para que valga la pena pagar un alquiler de $ 90.000. Para eso necesitás recambio en las mesas. Y nosotros no vamos a andar apurando a la gente. No somos así”, apunta. Por la grande de muzzarella pide $ 400. “No toqué el precio, pese a que a mí me aumentan todo -dice-. ¿Cómo voy a hacerle eso a la gente?” . Y aclara que tampoco aceptaría “caer” en una práctica habitual de los mozos entrenados para “liberar la mesa”: nadie recibirá la cuenta antes de que la pida.
Emilia Colacelli, dueña del café Adorado, tiene ocho mesas en los círculos. Antes, por fin de semana, servía a 100 personas. Ya siente el problema de la permanencia de clientes que quizá se encontraron a brunchear después de 5 meses sin verse. “No está medido en el protocolo. Me sentiría más cómoda si el tiempo máximo estuviera estipulado y formara parte de los carteles. Porque es chocante decirle eso a los clientes”, apunta. Y marca: “Los gastronómicos, entre nosotros, definimos que pueden quedarse 45 minutos, o como máximo una hora. Pero la gente siempre se cuelga más”.
En Devoto y Caballito también se implementaron peatonales transitorias, con círculos demarcados para que los locales gastronómicos pongan mesas en la calle. En las del Casco Histórico, pasado el mediodía los clientes se acercaron por una pizza, unos noodles, un café o las hamburguesas y embutidos del Mercado de San Telmo. El clima ayudó a un encuentro donde, tras más de 5 meses de aislamiento, la charla y la estadía en las mesas no fue “al paso”.