Fuente: iProfesional ~ Paul Petrelli puso el alma en su cadena de panaderías. Pasó momentos difíciles persiguiendo su sueño. Así fue su camino como emprendedor
«Mis compañeros me hacían bullying, me decían ‘croissant’ todo el tiempo. Ellos no podían creer que dejaba un puestazo para emprender con un negocio de pastelería», cuenta Paul Petrelli cofundador de Le Blé, la franquicia gastronómica con más de 25 locales en operación.
Paul y Donna crearon un concepto de panadería que prácticamente no existía en el país. Le Blé mezcla la idea de un típico local de barrio con un restaurante de comida casera. Nació con un lema simple: comer rico como en casa.
Sus dueños pasaron de tenerlo todo a tocar fondo. Les dijeron que estaban locos por dejar la comodidad de un gran ingreso para sumergirse en la incertidumbre y aventura de emprender, pero ellos le hicieron caso a su instinto y hoy su franquicia gastronómica demuestra que renunciar fue una buena decisión.
De los aviones a la panadería
Paul Petrelli se inició laboralmente en la industria aeronáutica. Arrancó como vendedor y llegó a ser gerente general de la empresa donde Donna, de origen belga, desembarcó luego de que llegara a Chile a los 23 años para hacer su tesis allí. Ahí se conocieron y ahí nació la historia de amor y de Le Blé.
Fueron tres años y medio de trabajo en conjunto con viajes y un estándar de vida muy alto y cómodo hasta que Paul empezó a cuestionarse su presente en la empresa. «Uno no puede perdurar en el cargo toda la vida y ahí es cuando dije que la única manera de sustentarme en el tiempo iba a hacer con mi propio negocio, sin depender de otro».
Paul Petrelli, cofundador de Le Blé
Luego, Paul fue trasladado a Nueva York y Donna decidió dejar su empleo y seguirlo. Allí comenzó a trabajar en una consultora y desde ese momento ambos empezaron a ver y a investigar qué era lo que podían desarrollar para salir del mundo corporativo.
«Siempre nos atrajo la gastronomía en general y nos gustaba mucho lo bien casero y simple, como de campo. Vimos distintos lugares en diversos países y ahí fuimos construyendo una idea que nació mucho más tarde pero se empezó a gestionar en ese momento», dijo.
Contra viento y marea
En noviembre de 2008, Paul decidió dar el gran paso y nació Le Blé. No sin antes atravesar un sinfín de cuestionamientos, inseguridades y malos momentos. «Pasar de una multinacional a ser emprendedor fue catastrófico. Tuve que hacer terapia. Inicié con un psicólogo y terminé con psiquiatra porque el psicólogo no alcanzaba».
El primer paso fue enfrentar a su familia y anunciarles que dejaba la compañía. Luego, siguieron las constantes cargadas de sus compañeros de trabajo ante tamaño cambio de vida. La convicción de Paul era fuerte pero nadie podía creer que su iniciativa fuera a tener grandes resultados.
«Yo siempre supe que tenía herramientas para salir adelante pero el resto me miraba como diciendo que estaba loco. Yo sabía que me iba a ir bien pero ellos no entendían que una panadería fuera a funcionar», explicó.
Puesta en marcha
Cuando Paul y Donna pudieron crear el concepto y entendieron qué era lo que realmente querían hacer, supieron que les faltaba alguien que lo tradujera. Entonces contrataron una chef que se puso manos a la obra y pudo dar en la tecla.
«Parte de la estrategia era ir donde no iba a todo el mundo, por eso la apertura fue en Colegiales aunque fue demorada por un pánico escénico. Hasta que un día viajé a Francia para ir a buscar a Donna que estaba con mis hijos y me llamaron para decirme que la gente golpeaba la puerta para entrar. Ahí les dije que ‘abran’. Nosotros volvimos al otro día y nos encontramos con que el local estaba lleno de gente y fue maravilloso», rememoró.
Después de la exitosa inauguración, el gran miedo de Paul era que había gente en la calle que no podía entrar y se iba a cansar e ir. Fue entonces que decidió aplicar sus conocimientos de aviación y como, ante la demanda, agregaba frecuencias de vuelo, en ese momento entendió que tendría que abrir un segundo local cerca. Sin embargo, como todavía no contaban con un área de comunicación y marketing, la gente no sabía que existía. «Yo los veía en la puerta esperando y les explicaba que había otro local. Los subía en el auto y los llevaba. Así estuve durante un mes trasladando clientes de un local al otro».
Todo parecía ir sobre ruedas pero resultó que la espalda financiera de la empresa no era suficiente y no podían seguir abriendo locales propios porque no tenían plata para invertir. Cuando Paul le presentó el segundo local a los inversores en 2011, éstos le recomendaron hacer un centro de producción. Sin embargo, el apoyo no llegaba y decidió incusionar con las franquicias aunque cuando se entrevistó con los potenciales franquiciados notaba que algo les faltaba. Ese proyecto quedó en stand by.
Le Blé mezcla la idea de un típico local de barrio con un restaurante de comida casera
Retroceder para avanzar
En un momento de zozobra y para equilibrar los ingresos, Paul decidió volver a trabajar en el sector aeronáutico. «Nosotros en ese momento teníamos una empresa que tenía dos locales y un centro de producción. Era como tener una Ferrari andando a 20 kilómetros por hora. Todo funcionaba bien pero financieramente nosotros estábamos muy mal. Entonces tuve que seguir trabajando en el rubro de la aviación como consultor un año en Colombia y otro en Miami para pagar la nafta de la Ferrari que no la podíamos hacer crecer».
Un fin de semana Paul regresó a Buenos Aires para reunirse con sus compañeros de rugby en el club atlético San Isidro pero la mala suerte hizo que en uno de los partidos que organizaron, se cortara el tendón de Aquiles. Lo operaron un jueves y el viernes siguiente lo llamaron de Paris para decirle que le cancelaban la consultoría.
«Se nos caía el mundo porque él era quién empujaba el proyecto y nos encontramos con que sólo teníamos que vivir de Le Blé» recuerda con cierta angustia Donna.
Petrelli tuvo que atravesar momentos duros para hacer crecer su negocio
Ante ese mal momento, decidieron dar un paso más que los ayudaría a crecer. «Yo me sentía ahogado porque no le llegaba la gente y me faltaba liderazgo para continuar. Entonces decidimos sumar a Isabel que hoy es la gerenta general y tuvimos que tomar decisiones bastantes drásticas para las cuales ella siempre respondió con agallas».
Estando en la cama sin poder moverse Paul llamó a todos los franquiciados que antes sentía que no le daba el perfil porque eran inversores o no querían trabajar, los citó y les ofreció la administración de sus locales. Ya en 2014 abrieron 4 franquicias las cuales administraban, vendieron sus propios locales y pusieron el foco en el crecimiento de Le Blé. «Era extraño porque la gente no entendía por qué queríamos venderlos», dijo.
La realidad era que yo quería una tranquilidad familiar, pagar mis deudas y dedicarme a producir. Si nosotros queríamos ser exitosos, nuestro producto tenía que ser excelente y para poder hacerlo nos tenemos que enfocar en eso», apuntó.