Fuente: Infobae ~ La Ciudad perdió el 15% de su oferta gastronómica durante la cuarentena. Ariel Amoroso, presidente de la AHRCC, anticipa el escenario que viene
La gastronomía y los alojamientos de la Ciudad integran con comodidad el pelotón de los rubros más afectados por la pandemia de Covid-19. Un dato al respecto: durante la cuarentena cerca del 15 por ciento de los restaurantes porteños cerró sus puertas para siempre. En concreto, alrededor de 1.500 emprendimientos se vieron empujados al adiós definitivo por la ausencia total de recaudación y el peso potenciado de los costos.
Los hoteles, señalan en el sector, recibieron un impacto mucho mayor por la desaparición del turismos y los huéspedes en general. El golpe económico es tal que, en tanto casi la totalidad de los alojamientos permanecen aún cerrados por la ausencia de demanda, se desconoce con certeza cuántos clausuraron sus puertas para siempre.
Pero lo peor parece que aún está por venir. La decisión oficial de suprimir los ATP, sumado a la llegada del verano con lo que esto implica en términos de menor demanda histórica en la Ciudad de Buenos Aires, añade nubes negras a segmentos que llegan a diciembre endeudados y temerosos de la evolución del coronavirus.
En charla con iProfesional, Ariel Amoroso, presidente de la Asociación de Hoteles, Restaurantes, Confiterías y Cafés (AHRCC), abordó el presente de estos rubros, las complicaciones que enfrenta el empresariado, y acercó precisiones sobre qué ocurrirá en enero y febrero con estos pilares importantes de la actividad económica privada en la Ciudad.
-¿Cómo arriban los restaurantes y hoteles a este diciembre? Realmente ha sido un año negro para ambos rubros…
-En este momento el sector que peor la está pasando es la hotelería. No tiene indicios de solución ni siquiera en el mediano plazo. Hace 9 meses que está todo cerrado. No vemos que haya posibilidades de que esto se revierta en el corto plazo porque si bien se levantó la restricción al movimiento de personas, no hay afluencia de turismo.
La mayoría de los hoteles están cerrados. Eso hace que se acumulen pérdidas, quebrantos, préstamos. Están todos muy endeudados. Y con el agravante de que ya de enero en adelante no estará el apoyo de los ATP estatales, que ayudaba muchísimo al sector.
-¿Y qué ocurre con los que sí reabrieron sus puertas?
-Los que están abiertos, no lo están en su totalidad sino que tienen en funcionamiento un piso, a lo sumo dos. Previo a la pandemia la Ciudad contaba con 1.100 hoteles. Hoy los que están nuevamente funcionando no llegan al 7 por ciento de la oferta total de Buenos Aires.
-¿Quiénes se están alojando hoy en esos pocos hoteles que funcionan?
-Bueno, prácticamente no hay fuentes de demanda. Pueden llegar a recibir a algún turista fortuito. Hoy del exterior sólo pueden venir personas de países limítrofes. Pero de Uruguay no están viniendo porque el país está cerrado. Tampoco llegan de Brasil o Chile. Tampoco hay circulación interna prácticamente, porque Buenos Aires está con teatros y cines cerrados, toda la parte cultura de la Ciudad que es uno de sus grandes atractivos no está funcionando.
-Y para colmo ahora viene la baja estacional…
-Claro, este es el momento en el que siempre la actividad tiene su baja. Enero y febrero son meses de calor y nadie quiere venir a Buenos Aires. Siempre es la estación con menor movimiento de turismo. El verano lo veo, lamentablemente, muy malo para los hoteles.
-¿Para cuándo estima el sector que podría darse un cambio en la tendencia negativa?
-Dependerá de que haya circulación de la gente. Si hay vacunación y se da ese efecto recién para el segundo semestre del año que viene podría comenzar a normalizarse un poco la situación. Pensamos que la normalización llegará recién en 2022 o 2023.
-¿En la gastronomía la situación es un poco menos grave respecto de la hotelería?
-Hay diferencias según el restaurante. Los que están en los barrios están soportando la situación un poco mejor. Lo que siguen muy complicados son los que están en el micro y macrocentro, Puerto Madero y algunos puntos de San Telmo.
En estos últimos los mediodías son muy duros. Como no hay oficinas, no está la gente que solía almorzar habitualmente.
-Puerto Madero enfrenta una suerte de tormenta perfecta.
-Sus tres fuentes de demanda están muy complicadas. Una era el turismo, que no está. La otra son las oficinas y los ejecutivos que bajaban a comer al mediodía directamente no están yendo a trabajar a Puerto Madero. Después está la gente local, del barrio. Bueno, hoy los restaurantes están trabajando con ese público únicamente. Todo lo demás se cayó.
-¿Cómo está la facturación hoy?
-A los que mejor les está yendo tienen una facturación un 50 por ciento por debajo de la etapa previa a la pandemia. La realidad es que la gastronomía en general está facturando un 30, 35 por ciento comparado con el momento antes a la llegada del coronavirus.
-¿Los tiempos de recuperación del sector son más cortos en comparación con la hotelería?
-Se podría dar un poco antes si finalmente está la vacuna y se siguen abriendo los espacios al público. Hoy se está trabajando con un aforo del 30 por ciento. Si se pudiera pasar a un aforo del 50 o 60 por ciento, entonces la gastronomía estaría más holgada y podría levantarse un poco más.
-Tal como está el escenario ¿se viene un verano con más cierres?
-Lamentablemente, sí. El tema de la quita de los ATP pegará de lleno. Aparte también enero y febrero son temporada baja, mucha gente se va. Buenos Aires es emisiva en época de vacaciones.
-¿Por qué los REPRO son menos atractivos que los ATP?
-Exige demostrar determinadas cuestiones. Hay que hacer otros trámites y con un profesional detrás. Así como están tiene requisitos que muchos de nuestros asociados no podrían cumplir. Son de más difícil acceso.
En el caso de los ATP, con la clave única económica ya sabías si calificabas o no. Con los REPRO los trámites son mes a mes y uno por uno, mientras que lo anterior era generalizado para todo el sector. Demandan tiempos que no se tienen.
-¿Y también cubren la mitad de cada sueldo?
-Es menos. Estamos hablando de que aportan 9.000 pesos como máximo. Es una forma de apoyo, pero también una ayuda que indudablemente será menor.