Fuente: La Nación ~ Trabajó en un bazar, fue promotora y brilló en La peluquería de Don Mateo; hoy, Adriana Brodsky “tira” cerveza en su emprendimiento mientras recuerda sus tiempos con “El Negro” Olmedo.
“¿Es o no es?”, se pregunta la gente que entra al Fontana Bar en el barrio de Núñez y la observa detrás de la barra tirando cerveza. Y la respuesta surge de inmediato y espontánea: “Sí, es”. Y entonces Adriana Brodsky sonríe y sigue colaborando en la atención de su elegante proyecto gastronómico que acaba de inaugurar de la mano de Javier, el hijo que ella tuvo junto a Juan Bautista “Tata” Yofre, quien fuera secretario de Inteligencia del Estado y embajador en Portugal y Panamá -donde nacieron los dos hijos de ambos, el mencionado Javier (30) y Agustina (31)- durante la presidencia de Carlos Menem.
La idea del emprendimiento surgió durante la pandemia de coronavirus. Así lo cuenta Adriana a LA NACIÓN mientras ayuda a preparar otro trago: “Al principio me pareció una locura porque se le ocurrió a Javier en plena pandemia. Mientras todos cerraban, a él se le ocurrió abrir, pero pasado el tiempo me di cuenta de que tiene más visión que yo y me lo demostró con su mirada fresca, joven, con bríos. Yo hubiese dicho que no directamente, pero él me convenció. Siempre apostó al país, a sus raíces, se jugó y eso me gusta. Me propuso que me sumara y me encantó”.
Javier sonríe, la abraza, y dice: “La idea de un emprendimiento familiar viene de siempre. Fontana funciona de noche, muy bien desde hace un mes, recién nació. El nombre tiene que ver con la fuente que está en el jardín. Reparamos en eso y fue el que más nos gustó. Tenemos coctelería con siete tragos con el nombre de fuentes de distintos países y gastronomía de autor, desde buñuelos de boñato, provoleta, milanesa de entraña, bife de chorizo, salmón, taco de molleja, y muy buenas opciones vegetarianas también. Nos pueden conocer visitándonos y a través de nuestro Instagram”.
“Estamos trabajando muy bien, no damos abasto con las reservas. Este bar es divino, por la superficie, por el jardín, ideal para la noche”, explica orgullosa Adriana, y agrega: “Javier lo había vislumbrado, hace años me dijo: ‘A los treinta tengo que tener esto, esto y esto’. Y se dio. Cuando piensa algo luego lo desarrolla, es imparable. Agustina mi hija también es muy decidida. Trabaja en diseño gráfico, hace agendas de manera muy artesanal, encuadernación, creaciones, tiene el lado artístico muy desarrollado. Javier además se dedica a comercio exterior. Trabaja en una empresa que ofrece servicios a laboratorios”.
-¿Y tomás decisiones respecto al bar o delegás la responsabilidad en tu hijo?
Me meto que sí, en lo que Javier considere, claro, vengo a compartir, a comer, a estar con amigos porque me encanta, fue un lindo esfuerzo que además es de los dos. Ahora aprendí a tirar cerveza, así que me van a ver detrás de la barra sirviendo. Pensé que no se iba a concretar y ahora siento una emoción grande. Cuando llego y veo que está lleno de gente no lo puedo creer. Me pone muy contenta que podamos dar trabajo en un momento que tanto se necesita.
-¿Te la jugaste como en tu carrera, Adriana?
-Acá en el bar mucho más. Porque en la actuación la oportunidad me llegó servida. Por esos años yo era promotora y modelo; recuerdo que llevé un book a una productora para que me eligieran de extra, me olvidé las fotos allí, y al otro día me llamó un representante de actores, Carlos Bianchi, no el DT que se llama igual, aclaro, y me dijo que me quería representar. Enseguida me presentó a Gerardo Sofovich y a las dos semanas estaba trabajando en el programa que hacía más de 60 puntos de rating en ese momento, La peluquería de Don Mateo, con Rolo Puente, Santiago Bal, Jorge Porcel. Fue hace 40 años, en el 82, el programa explotaba. Gerardo me eligió entre un montón de chicas hermosísimas.
-¿Qué pasó cuando te enfrentaste a Sofovich por primera vez?
-Cuando llego a la oficina de Gerardo me consulta apenas me ve: ‘¿Vos sos la que hace la propaganda de Mantecol?’. Le contesté que sí y subió la apuesta: ‘Ya estás contratada’. No lo podía creer. Venía de hacer comerciales para Johnson y Johnson, Fiat, etcétera. De adolescente comencé como promotora repartiendo folletos durante doce horas.
-¿Estabas en la secundaria cuando empezaste siendo promotora?
-No la pude hacer porque tuve que trabajar de muy chiquita porque en casa se necesitaba dinero para pagar cuentas y ayudar a mamá. Papá no estaba porque se separaron cuando yo tenía dos años. Así que quedamos mi hermano Javier y yo solos con mamá. Mi primer trabajo fue a los 14 en un bazar limpiando vidrieras, quedaba cerca de casa en San Telmo. Luego fui cadeta en una agencia de turismo, servía café, llevaba cheques, era la che piba. Con mi hermano la luchamos y salimos adelante.
-¿Cómo llegaste a ser promotora?
-Me metí en el mundo de las promociones porque me lo ofreció un amigo. Me dijo que se trabajaba mucho pero que se ganaba muy bien. Y fue así. Tenía trabajo constante, comerciales con Hitachi, Seven Up, marcas muy buenas, tengo un historial ahí, por eso me reconoció Sofovich en la publicidad de Mantecol, jajaja.
-Y te sumó a la televisión.
-Sí, a La Peluquería de Don Mateo; hacía de hija de María Rosa Fugazot y entraba con ella gritando con mi inocencia, era la nena, a la gente le gustaba. Trabajé siempre con un montón de buenos actores: José Marrone, Mario Sapag, Tato Bores, Jorge Porcel, Rolo Puente, Santiago Bal, Juan Carlos Calabró, Alberto Olmedo; y de ahora Martín Bossi… tuve mucha suerte.
-¿El sketch con Olmedo del Manosanta marcó tu carrera?
-Fue realmente hermoso trabajar allí, con Javier Portales, otro número uno y la Turca Salomón, una gran compañera y amiga, a quien quise mucho.
-¿Extrañás aquel protagonismo?
-Es distinto, ahora sigo trabajando. No tengo la edad de aquellos tiempos, pero me siento muy bien, feliz con lo que hice y con lo que hago, una trayectoria de muchos años… ¡ya cuarenta! En la actualidad estamos de gira, continuando con la obra que hicimos en Carlos paz, Mi mujer se llama Mauricio, comedia maravillosa, con Gonzalo Urtizberea, Pablo Rago, Alejandro Müller, Matías Alé, Flor Marcasoli, Ana Moreno, con la producción de Aldo Funes y la dirección de Ernesto Medela.
-¿Te gusta hacer gira?
-Me gusta, tiene su encanto, son tres o cuatro días que estás volando de un lado a otro. Los compañeros son divinos, es muy importante eso, el elenco pasa a ser una familia, el respeto es fundamental entre nosotros.
-¿Cómo mujer te resultó difícil u hostil el ambiente artístico cuando empezaste tu carrera?
-Puede ser, pero yo me hacía oír. Me acuerdo que me ofrecieron una campaña para Fiat Internacional, gráfica, televisiva, increíble, pero me entero de última que tenía que darle un beso a un modelo y me fui, dejé todo plantado. No me gustó porque no me avisaron que iba a ser así. Igual no la hubiera hecho. En esos tiempos yo era como Lolita Torres, jajaja, te acordás que ella no besaba en las películas.
-¿Pudiste cumplir tus metas en lo artístico y en la vida?
-Yo quería tener una familia y ser bailarina clásica para estar en el escenario del Teatro Colón. Esto último no lo pude hacer, eran muchas horas en la Escuela Nacional de Danzas. Estuve dos años y me di cuenta de que no lo podía hacer, dejé porque si pagaba un colectivo no podía comprar el sándwich; si comía el sándwich, tenía que volver caminando. Por eso empecé a trabajar en el bazar limpiando vidrieras. A Lila, mi mamá, la ayudé todo lo que pude, ella era secretaria de una inmobiliaria. Y nada es fácil para una mamá sola. Soy una agradecida de la carrera y de la vida, no esperaba tanto, empezando por mis dos hijos hermosos, son mi luz, vivo por ellos.
Consultada sobre si tiene nietos, Brodsky explica: “Por el momento no, Javier está solo y mi hija vive con su novio hace años, pero ambos están en un momento de proyectar, ya vendrán sus hijos y mis nietos, jajaja”. Y es sorprendida por su hijo Javier: “Igual mete más presión que el FMI a la Argentina”.
-¿Estás sola o en pareja, Adriana?
-Sola y muy bien, jajaja, rodeada siempre de mucha gente conocida y grandes amigos y amigas. La gente del elenco es adorable, van a venir todos al bar, a celebrar.
-¿Cómo recordás Alberto Olmedo?
-Para mí trabajar con él era como ir a una fiesta. Fue uno de los mejores compañeros que tuve, no era un jefe. Calabró era otro genio, excelente persona más allá del trabajo; Gerardo fue mi padre artístico, me hizo entrar por la puerta grande.
-¿Hombres importantes en tu vida?
-El hombre más importante fue el Tata, el padre de mis hijos.