Fuente: Ámbito ~ El sector gastronómico puede crecer más de un 12% anual y alcanzar un valor de u$s139.370 millones en 2028.
En una unidad industrial en las afueras de Taipéi, la capital de Taiwán, gran parte de los cocineros preparan unos platos que nunca se servirán en un restaurante. Es el mundo de las «cocinas fantasma», un sector en explosión por la pandemia del Covid-19.
Antes incluso de que las restricciones sanitarias en Asia pusieran límites al sector, los clientes ya se habían acostumbrado a pedir platos de restaurantes para comer en casa.
Para responder a esta demanda, un número creciente de restaurantes ya habían instalado cocinas reservadas a los repartos a domicilio, las «cocinas fantasma», o habían alquilado espacios en algunas existentes. Pero entonces llegó el coronavirus, que privó a miles de millones de personas de salir a comer fuera.
«La pandemia empujó al conjunto del sector a una especie de hipercrecimiento», dijo Jason Chen, director general de JustKitchen.
En este caso, la empresa puso en funcionamiento la primera cocina fantasma de Taiwán a principios de 2021 y ahora gestiona un total de 18, una de ellas en Hong Kong, y quiere expandirse a Filipinas y Singapur antes de terminar el año.
Grab, un gigante regional del reparto a domicilio con sede en Singapur, abrió 20 nuevas cocinas virtuales en el sureste asiático en 2020, además de las 42 que ya tenía antes del coronavirus.
Según un informe de Researchandmarkets.com, el sector puede crecer todavía más de un 12% anual hasta alcanzar un valor de u$s139.370 millones en 2028.
En detalle, la región de Asia-Pacífico, donde viven 4.300 millones de personas, representa un 60% del mercado internacional.
En las ciudades densamente pobladas de la región, donde el espacio es limitado, comer en restaurantes baratos o en puestos callejeros es más asequible y más práctico que cocinar en casa.
El grupo de investigación Euromonitor, por su parte, estima que actualmente hay 7.500 cocinas fantasma activas en China y 3.500 en India, contra 1.500 en Estados Unidos.
Estos espacios colectivos son menos lucrativas que los restaurantes, pero tienen costes de explotación inferiores, estima Natalie Phanphensophon, quien dirige las cadenas Mango Tree y Coca.
El grupo iBerry, que integra restaurantes y heladerías en centros comerciales de Tailandia, también instaló un centro para atender los pedidos en línea. «Durante el Covid-19, ha sido una mascarilla de oxígeno», dice su director Thitanun Taveebhol.
Sin embargo, las cadenas de gastronomía no son las únicas interesadas en el sector, que atrae también advenedizos en el mundo de la cocina.
Nailul Huda, analista del Instituto para el Desarrollo de la Economía y las Finanzas en Yakarta, considera que los costos bajos de explotación y los hábitos de consumo de las jóvenes generaciones aseguran un crecimiento continuo.
«Una vez lo haces, te acostumbras tanto que es difícil abandonar esta comodidad», dice Jason Chen, de Just Kitchen, también «muy positivo en cuanto a perspectivas».
Con gran parte del sector gastronómico devastado por la pandemia, las cocinas fantasma han permitido a cocineros, repartidores y mayoristas seguir en activo.
En la cara negativa, su actividad ha contribuido a acrecentar la montaña de plástico ya consumido en el mundo.