Fuente: Clarin ~ Cocinar con la abuela Juana era, definitivamente, el plan perfecto para las tardes en Olivos. En puntitas de pie, se acercaba a la mesada para mezclar los ingredientes y luego estirar cuidadosamente la masa con la ayuda de un palo. Con pequeños moldes, determinaba la forma y las acomodaba para llevarlas al horno. Después de unos minutos, ahí estaban: sus adoradas galletitas.
A sus 48 años, Carolina Zelikson logró vivir de la pastelería, la pasión que mantiene desde pequeña. Su emprendimiento, “Carolinas Cookies”, reúne a más de 60.000 seguidores en Instagram que elogian sus trabajos a diario. “Recibo un promedio de 70 pedidos por semana”, dice agobiada pero feliz de haber cumplido su objetivo.
Aunque parezca que es la profesión que la acompañó toda su vida, es algo más bien reciente. “Siempre me gustó hacer manualidades, por eso, cuando terminé el secundario estudié Diseño Gráfico”, recuerda. Y continúa: “En 2011, le propuse a mi hija más chica que hagamos un curso de galletitas decoradas con el fin de tener una actividad juntas. Pero finalmente, terminé redescubriendo mi pasión por la repostería y nunca paré”.
Sus recetas comenzaron a ser el atractivo de Vicente López. “Como mis nenas estaban en plena edad escolar, las mamás de sus compañeros me pedían que prepare las tortas para los cumpleaños”, señala. Es que sus creaciones se destacan sobremanera: “Al ser diseñadora, busco armar cosas muy visuales, soy muy perfeccionista y me gusta que todo quede simétrico”.
Luego de un par de años trabajando con conocidos, decidió tomarse en serio su emprendimiento. Estudió en el Instituto Argentino de Gastronomía y se formó con decenas de cursos coordinados por pasteleros profesionales tales como Mauricio Asta. “Lo más importante es estar en constante perfeccionamiento, en todos mis viajes al exterior aprovecho para tomar clases”, asegura.
«Al ser diseñadora, busco armar tortas muy visuales: soy muy perfeccionista y me gusta que todo quede simétrico”.
Los clientes comenzaron a aumentar cada vez más y todas sus energías fueron puestas en la gastronomía. “Me resulta increíble estar encerrada en mi cocina, me hace feliz crear sabores”, expresa entusiasmada.
Pero a pesar de que su nombre empiece a ser reconocido en el mundo de la pastelería, Carolina mantiene los pies en la tierra: “Trato de que en mi casa siempre esté el olor a bizcochuelo que había en el hogar de mi abuela”. Es que Juana le regaló a su nieta el objeto más preciado para ella: su palo de amasar. “Lo uso a diario porque es de muy buena calidad y se mantiene perfectamente”, explica.
«Cocino desde muy temprano hasta la noche. Luego de batir y amasar todo el día, te duele mucho el cuerpo”.
Como la gran mayoría de los emprendimientos, “Carolinas Cookies” comenzó en su casa. De a poco, fue comprando los electrodomésticos, moldes y cortantes necesarios para equipar su cocina. Agradecida, sostiene: “Por suerte mi marido y mis hijas Marina y Azul me apoyan con todo esto”.
Aunque todo parezca soñado, trabajar de manera independiente también tiene un lado negativo: “Me levanto a las 7 de la mañana para arrancar a armar los pedidos desde temprano y no paro hasta las 8 de la noche. Después de batir y amasar todo el día, te duele mucho el cuerpo”.
Gracias a su difusión en las redes, comenzó a dictar sus propios cursos apoyada por diferentes marcas de productos para cocina. “Es muy lindo enseñar porque todo lo que uno da vuelve, por eso me causa satisfacción pura ver a mis alumnos”, afirma con ganas de potenciar a otros emprendedores. Muchos de los amateurs que participan de sus talleres viajan, incluso, desde otros países. Y eso a Carolina la emociona hasta las lágrimas.
«Amo mi trabajo. Nada se compara con la felicidad que me genera darle la torta de cumpleaños a un niño y ver su sonrisa”.
Para el año que comienza, su próximo objetivo es abrir su propia pastelería a unas pocas cuadras de su casa. Por supuesto, que continuarán los cursos e intentará sumar clases que tengan que ver con todo aquello que la hacía feliz de niña, como las manualidades. “Amo mi trabajo. Nada se compara con la felicidad que me genera dale la torta de cumpleaños a un niño y ver su sonrisa”, concluye.