Es Cadore, que tiene 60 años de historia en Corrientes y Rodríguez Peña. National Geographic la ubicó en el top ten mundial. Y ahora la reconocieron por su historia.
Fuente: Clarín ~ El local es más largo que grande, pero todos los conocen. Porteños y turistas. Las filas que se arman en su puerta y se extienden a lo largo de la avenida Corrientes lo prueban, tanto en verano como en invierno. Acá y afuera, porque la heladería Cadore también fue distinguida por la revista National Geographic que la ubicó en un top ten mundial. Ahora, al reconocimiento popular e internacional, le llegó otra distinción: la Legislatura porteña la declaró patrimonio cultural.
Cadore tiene 60 años de historia en Corrientes y Rodríguez Peña. Pero su recorrido es todavía más antiguo y comenzó en el pueblo de Cadore, en el norte de Italia a fines del siglo XIX, cuando la familia Olivotti fundó una heladería, en la que tres generaciones trabajaron entre 1881 y 1949 acunando las recetas familiares.
La heladería Cadore respeta antiguas recetas del norte de Italia y suma sabores, como el strudel. En Corrientes 1695./ Hernán Rojas
«En los cincuenta esos artesanos se embarcaron hacia América y muchos llegaron a la Argentina. Entre ellos estaba Silvestre Olivetti, quien en 1957 inauguró una heladería artesanal en la avenida Corrientes, que con el tiempo se convertiría en una heladería tradicional de Buenos Aires», dice el texto de la Legislatura, en el que Cadore fue nombrada de interés cultural.
La propuesta surgió de los legisladores Jian Ping Yuan y Victoria Inés Roldán Méndez, de Vamos Juntos, y se concretó semanas atrás, con la entrega de una placa, que en los próximos días será colocada dentro del local.
Sabores del verano. Maracuja y mango, en Cadore. Foto: Silvana Boemo
«Es una caricia. Un premio a nuestra manera 100 % artesanal de hacer helado, con las recetas y la manera de antes», le dice Gabriel Famá, dueño de Cadore, a Clarín. En su negocio no hay cámara frigorífica, porque todo lo que se produce en el día, se vende. Y los pasos tradicionales jamás se rompen: la vainilla se prepara con chaucha de vainilla, no con esencia ni colorantes; la fruta es natural; y el dulce de leche se hace en forma casera, reduciéndolo a fuego lento durante 14 horas.
En la oferta, hay sabores que perduran en el tiempo, como el coco, la crema de café, la crema rusa (con nueces) o el málaga (crema con pasas de uva al rhum), pero también tienen algunas incorporaciones, como la naranja con jengibre, el Chai a base de té especiado o el sabor a limonada con menta. Todos, tan ricos, que llegaron al ranking «Las 10 mejores heladerías del mundo», que se publicó en la edición 2017 del libro Food Journeys of a Lifetime de la National Geographic.
Preparación artesanal. Gabriel Famá y Domingo Delerba elaborando dulce de leche casero. Foto: Leo Vaca/Archivo
Famá, junto a su socio Domingo Delerba, están acostumbrados a los elogios. A pedido de Clarín, enumera lo que espera de su producto: «Queremos que tenga historia y no me refiero al tiempo, sino a que al comerlo te lleve a tu infancia, a viejos momentos», dice, y recuerda uno de los mejores elogios que recibió, de la boca de un turista italiano: «Tu helado es un helado de pueblo, y no un helado de Ciudad. Eso -explica Famá- quiere decir que es casero, hecho con cariño, no industrializado».
La heladería Cadore, de Corrientes y Rodríguez Peña, fue declarada de «interés cultural» por la Legislatura.