Fuente: La Nación ~ En estos días se han puesto de moda los programas dedicados a la cocina, pero en ninguno se destaca el papel del alimento en la vida del ser humano a lo largo de la historia.
Él puede ser vehículo de amor, sellar un pacto, seducir al enemigo, vencer la resistencia del esquivo, cambiar los planes del viajero, demostrar odio.
El encuentro en la mesa es la ocasión para consolidar relaciones, políticas, comerciales y amorosas.
En estos tiempos, en una cultura donde se come cada vez más solo o que incluso no se come por falta de tiempo, vuelve a tener importancia el banquete en sentido de reunión para compartir un manjar.
Vemos también que el concepto de belleza y hasta ciertas filosofías de vida están relacionadas con el alimento.
La gula, el exceso, es un pecado capital, pero su contrapartida, la anorexia, en griego “sin hambre”, puede llevar la muerte.
¿Cuál es la relación entre la comida y el amor, entre la gula y la lujuria, el hambre y la incapacidad reproductiva, la inanición y la falta de energía para crear belleza?
En el ballet clásico la bailarina blanca, espectral, que nació a principios siglo XX, trasmite un ideal de belleza desligado de lo terrenal. Personajes como Gisel, Odile o la sílfide, transitan por lo etéreo, lo espiritual y exigen de las bailarinas un físico lánguido y casi transparente.
El encuentro en la mesa es la ocasión para consolidar relaciones, políticas, comerciales y amorosas
Los ayunos prolongados y descontrolados tuvieron que ser prohibidos por la Iglesia. Muchos creían alcanzar la santidad castigando el cuerpo considerado cárcel del alma y vehículo del pecado. Por lo tanto el ayuno aseguraba alejarse de un físico pletórico y lleno de energía, campo propicio para la lujuria. La pureza y la santidad estaban asociadas y llevaban a esos seres a estados místicos de privación que se expresaban principalmente en “no comer nada”. La Iglesia dudaba entre considerarlos poseídos por el Demonio o iluminados por Dios. En el siglo XIX las histéricas se negaban a comer y vomitaban si se las obligaba a hacerlo.
Es evidente que la manera de ser de un pueblo, la idiosincrasia, puede ser rastreada por la forma de alimentarse. En algunas tribus africanas, por ejemplo, las mujeres no pueden comer pájaros porque las vuelve versátiles. En Occidente, en general, no se comen carnívoros, salvo alguna receta magnífica de jabalí. En Oriente, en cambio, el perro y el gato son manjares apreciados.
Todavía hoy no se mandan bombones a un hombre o un whisky a una dama.