Fuente: La Nación ~ El cambio de hábitos al que obligó la pandemia llevó a elevar el consumo de vino y también la calidad promedio de los productos elegidos
El vino argentino salió bien parado de la cuarentena a la que obligó el coronavirus: no solo fue la bebida alcohólica más consumida durante el período más estricto del aislamiento, con una frecuencia de tres veces por semana en promedio, sino que, además, se acentuó el fenómeno de la premiumización; es decir, se toman menos litros, pero de mayor precio (entre $500 y $ 800 por botella, en promedio).
El encierro obligatorio hizo que los hábitos de consumo mutaran y eso benefició al vino, porque muchos consumidores que antes tomaban solo una vez por semana en su hogar empezaron a hacerlo con mayor periodicidad. Además, la desaparición de las «previas», reuniones en las que generalmente se consumía otras bebidas en detrimento del vino, también ayudó a que en el gasto destinado a alcohol se priorizara la «bebida nacional».
Joaquín Hidalgo, especialista en vinos, cuenta que 2020 fue un muy buen período, porque se quebró el proceso de caída del consumo, que venía sostenido en los últimos cuatro años, pero que empezó en la década del 80. «El despacho creció 8% entre enero y octubre respecto de igual período de 2020. Pero, además, hubo un cambio cualitativo: debido a la cuarentena y al encierro la gente decidió darse los gustos en casa; entonces, bodegas que estaban acostumbradas a vender sus vinos en restaurantes, empezaron a venderlos a hogares. Eso impulsó un upgrade en materia de precios: si consumías de 800 pasaste a 1000, y así sucesivamente», comenta.
Gustavo López, gerente de Negocios de vino Toro, confirma que la cuarentena llevó a tomar más vino. «El hogar es un buen lugar para el vino, siempre lo fue pero ahora se potenció. Fuera del hogar también era un lugar de consumo importante, pero allí había más competencia y en los últimos años se había perdido mucho frente a la cerveza. El hecho de que el único consumo posible fuera en la casa, al vino lo ayudó, porque mucha gente que no tomaba tanto vino en la casa empezó a abrir su bodeguita y a vaciarla», analiza.
Maximiliano Hernández Toso, presidente de Wines of Argentina, señala, sobre la base de datos del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV) que los despachos en el mercado interno crecieron 7,5%, sobre todo impulsados por el vino en botella, que tuvo un aumento en volumen de 15%, ya que las ventas de tetra brik y otros envases cayeron. «Sigue la premiumización, que es un fenómeno mundial: la gente toma menos litros pero de más calidad y precio», afirma el directivo.
Por su parte, Pablo Moraca, gerente de Marketing de Trapiche, ratifica que en el mercado interno crecieron los volúmenes despachados, sobre todo mediante el e-commerce. «Las restricciones para realizar salidas, debido a la pandemia, hicieron que aumentara mucho el consumo en el hogar y, en muchos casos llevando a la elección de gamas de productos más altas», destaca.
La pandemia cambió el escenario de la comercialización y la producción de la industria vitivinícola, al menos por un tiempo. En ese sentido, Andrés Ridois, gerente de bodegas Colosso Wines y Bodega Sottano, detalla: «Algunas de las nuevas realidades son el aumento en las ventas de bodegas con mayor distribución en supermercados y otras grandes superficies, la disminución de las venta en restaurantes y en el canal tradicional, el incremento en la venta a través de las redes sociales, y el faltante de insumos por falta de producción».
Todos estos cambios, observa Ridois, han llevado a la empresas a optimizar recursos, disminuir plazos de pago, bajar costos de comercialización y de comunicación y marketing, y buscar nuevos canales de comercialización. «En este nuevo contexto, las que tomaron en forma rápida y eficiente las decisiones necesarias para adaptarse al nuevo escenario de consumo, producción y comercialización lograron convertir la pandemia en una nueva oportunidad de negocios», destaca el ejecutivo.
Ahora bien, dado lo vivido en 2020, la pregunta del millón es si este nuevo enamoramiento de los consumidores con el vino llegó para quedarse o si fue algo pasajero. Alberto Arizu, CEO de Bodega Luigi Bosca no tiene dudas: «Lo importante es que los consumidores han adoptado nuevos hábitos y se han aproximado al vino. Hay un vínculo más estrecho con esta bebida y hay más actividad en el hogar relacionada con la cocina y el vino como parte de los placeres cotidianos. Esto se mantendrá en el tiempo».
En tanto, Hernández Toso estima que si este año es normal, puede haber un crecimiento igual en volumen que el que hubo durante la cuarentena más estricta (de 8%), con un precio que acompañará ese incremento. «El problema central del sector es la rentabilidad, pero en cuanto al consumo y a cuestiones cualitativas hay cosas interesantes, porque se fortaleció el vínculo con el consumidor», enfatiza.
La impresión de López es que algo de este nuevo hábito de consumo tiene que quedar. «El enemigo más grande para esta tendencia de mayores ventas va a ser el bolsillo del consumidor, porque si los salarios siguen atrasados frente a la inflación se va a recortar el darse gustos (como el que la gente se empezó a dar con el vino)», subraya.
¿Traerá este resurgimiento del vino una ola de inversiones como la que se produjo en la década del 90? Los especialistas opinan que más que grandes desembolsos de capitales, lo que va a haber es compras de bodegas chicas por parte de grandes; es decir, mayor concentración. Se invierte, eso sí, en mantenimiento, marca y renovaciones de fincas, pero no en la construcción de nuevas bodegas.