Fuente: Clarín – Las esquinas con vidrieras llenas de luces, las mesas preparadas para recibir comensales sobre la calle, los autos buscando en vano algún lugar para estacionar que no quede tan lejos del local al que quieren entrar. Esa es la postal de un recorrido que comienza en Valle y Hortiguera y que se extiende varias cuadras a lo largo de Caballito, en una de las calles que más creció en cantidad de propuestas en el último tiempo.
La noche en Caballito tiene una mezcla justa entre modernismo e historia, entre orden y caos, entre luces y oscuridad. Desde hace tiempo que el barrio está en expansión inmobiliaria y presenta ofertas gastronómicas y comerciales diversas. Hay un gran atractivo de este tipo sobre la avenida Pedro Goyena, y eso no es novedad. El Patio de los Lecheros, en Donato Álvarez 185, es otro polo gourmet que le dio impulso a la zona.
Pero la muestra de ese veloz crecimiento también puede advertirse en otros focos, como si de la arteria principal que es Goyena se estuvieran desprendiendo más y más propuestas. El vecino de Caballito no tiene que salir de su barrio para comer, beber, o pasar un tiempo con amigos: tiene todo al alcance de su mano.
La calle Valle, paralela a Goyena, cuenta con su propio corredor gastronómico. Hay en pocas cuadras, al menos, unos 10 locales que han rediseñado residencias para colocar marcas conocidas de cafés, bares y restaurantes de la Ciudad: dos Café Martínez, Finca González, Negroni, Napule, Salve, Fogosa (próximo a abrir), Nucha, Fabric Sushi y La Panera Rosa.
Sobre Valle y Emilio Mitre también había un Le Blé, pero desde hace 4 meses el local está desocupado y los vecinos no saben si pondrán otro negocio. El atractivo corredor termina en José María Moreno, en donde en una de las esquinas se está construyendo un edificio.Una parrilla que está por abrir en Caballito. Los decks conviven con maceteros y la ciclovia. Foto: Emmanuel Fernández
En una recorrida de Clarín, lo primero que puede advertirse a simple vista es el contraste entre las luces de los negocios y la falta de espacios en la calle para estacionar.
Natalia, que pasea a su perro en Valle y Terry, comparte esa postura: “Estamos contentos con la apertura de locales, porque ahora hay mucho más movimiento en la zona los fines de semana, mucha más iluminación, así como pasó con Goyena hace un tiempo. Lo que sí se puede notar, sobre todo a la tarde-noche, es que el tránsito se intensifica mucho. Es difícil llegar o salir de acá”.En la calle Valle, la que más creció con restaurantes en Caballito, convive el éxito gastronómico con los problemas para estacionar. Foto: Emmanuel Fernández
El estacionamiento en doble fila se vuelve moneda corriente para aquellos conductores que tienen que resolver alguna tarea rápida, o esperar a un familiar, o retirar un pedido. En Valle, cuando hay un coche en doble fila, la calle limita su posibilidad de circulación mucho más, ya que convive con ciclovía y decks de los distintos comercios (casi todos lo tienen).
“Hay macetones que complican mucho para estacionar los autos. A eso sumale las bicisendas, los contenedores, los espacios que los locales le sacan a la calle. Incluso, hay líneas amarillas y la gente estaciona igual en el lugar que encuentra porque sabe que si no lo hace no va a encontrar más lugar”, dice Jorge, vecino de Directorio y Goyena que espera a su hija mientras pasea por Valle. En el cruce de esa calle con Calasanz, se observan esos famosos “macetones” de esquina. En la calle Valle, en Caballito, abrieron al menos diez restaurantes en pocas cuadras. Ahora, con el tránisto conviven los decks, la ciclovía y los pocos espacios para estacionar. Foto: Emmanuel Fernández
“En Pedro Goyena es imposible estacionar desde hace tiempo. Lo que pasa, también, es que cerraron muchas cocheras para hacer edificios; en la zona cercana a la autopista había muchas y ahora ya no existen. Por ejemplo, en Moreno y Zuviría pusieron un mayorista y antes había una gran playa de estacionamiento”, añade el vecino.
Esta es la misma visión de un matrimonio que ahora elige caminar desde su casa hasta el departamento de un amigo en Valle y Centenera. Recientemente, al trasladarse en auto, tuvieron problemas para encontrar un lugar donde dejarlo. Esa vez, terminaron estacionando en Goyena, pero muy retirados.
“Es un infierno esta zona, sobre todo de noche. Entonces, venir caminando es una manera de ahorrarse el problema que sabés que vas a tener una vez que llegues y veas que no tenés donde parar. Entrás a dar vueltas y al final lo dejás más lejos y tenés que caminar”, explican. En la calle Valle, en Caballito, abrieron al menos diez restaurantes en pocas cuadras. Ahora, con el tránisto conviven los decks, la ciclovía y los pocos espacios para estacionar. Foto: Emmanuel Fernández
Tal como contó Clarín dos semanas atrás, la de mal estacionamiento es la segunda infracción que más se comete en la Ciudad. Pero la doble fila, aunque se ve por todos lados, es más difícil de controlar, ya que suele ser por minutos y para labrar un acta debe haber un agente de tránsito. El mal estacionamiento está penado con una multa de $ 47.139, mientras que hacerlo en doble fila puede costar hasta $ 222.417.
El Gobierno de la Ciudad explicó recientemente a este diario que la infracción por dejar el auto en lugares indebidos está vigente e incluso hay acarreo cuando la situación lo amerita (por ejemplo, cuando se obstruye una rampa o espacio reservado para personas con discapacidad o una parada de colectivo). Se reciben por día cerca de 500 denuncias por mal estacionamiento. En zonas como Caballito, con expansión de oferta y demanda gastronómica y comercial, los problemas de vialidad están muy potenciados.