Fuente: La Nación ~ «Fuera del país es un éxito bárbaro. Estamos muy fuertes en los mercados del mundo», dice Martin Béraud, argentino, autor y fundador de Kamado KB10, un horno de barro cuya técnica japonesa lo volvió viral en los últimos meses entre los amantes del asado a nivel nacional e internacional. Durante la pandemia, el emprendimiento tuvo un impulso en las ventas que responde, según explica el empresario, a las «inversiones dentro de los hogares» que se hicieron ante la imposibilidad de viajar.
La empresa factura $124,17 millones anuales por todos los productos que comercializa alrededor del mundo.
A través del la técnica de la parrilla milenaria, este año se hicieron degustaciones en Perú, Miami, Los Ángeles y Punta del Este. «El argumento que dan los que lo compran es que tienen la plata para viajar, pero no pueden. Y como hacen home office, ponen las comodidades en la casa», cuenta Béraud.
El emprendimiento ya tiene una sede en Chile. Desde ahí abastecen los mercados de Perú, Brasil, Estados Unidos, Canadá y el Caribe.
En tanto, desde Stuttgart, Alemania, donde también se instalaron recientemente, exportan a los países de Europa por la «comodidad económica» que implica para esos países hacer el envío y traslado de los equipos.
«El precio de producción allá es muy alto, pero la ventaja de fabricar en Alemania es que el producto es Made in Germany, la impronta de un producto con ese inscrito es muy importante. Le da prestigio a la marca, aunque la idea sea argentina, nuestra», relata.
Originalmente, los productos se exportaban desde la Argentina, pero la posibilidad de abrir talleres en esos países permitió que la empresa creciera. «Con los socios internos pensamos que es increíble cómo no podemos exportar a todos lados desde acá. Tenemos que producir en Chile donde los costos son los mismos que en la Argentina, pero con la diferencia de que no nos cobran por exportar», expresa. En ese país se instalaron el año pasado, mientras que en Alemania aterrizaron de la mano de un amigo del fundador hace dos.
Para enviar los hornos a otros destinos desde la Argentina, la empresa tiene que pagar el 9% de una alícuota por producto, esto encarece los costos de producción y le quita rentabilidad al negocio, señala el empresario, por lo que la idea de producirlos fuera del país les permitió sostener el negocio. «Con esta decisión se estiran los dólares. Acá entra la mitad de la plata de lo que se exporta, mientras que Chile tiene tratados de libre comercio con Perú, Canadá, con todos los países, y cuando ingresan los productos de ese país no les cobran impuestos. Acá, en cambio, cobran hasta un 9 por ciento. Al momento de hacer los números ese valor es significativo», asegura.
Desde la Argentina sólo se hacen envíos a Uruguay. El emprendimiento también tiene proyecciones de crecimiento en Colombia y México. En este último destino, señala Béraud, están pensando instalar una fábrica.
«En la Argentina estamos creciendo bastante. En 2017 se fabricaban 150 kamados por año y ahora estamos en 600. En el resto de los países se está haciendo la inserción, que es ardua porque en los distintos lugares tienen distintas formas de comer», afirma. Sin embargo, confían en que la publicidad de «boca en boca» pueda comenzar a dar resultados para un crecimiento más marcado del producto en el extranjero.
El año pasado mandaron a dos artistas plásticas a Stuttgart, Alemania, para enseñar la técnica. Desde la Argentina también enviaron las fórmulas para hacer el producto cuyo método se basó en una investigación que le tomó más de 10 años hasta poder lograr el producto preciso, tras observar que su proveedor japonés había cerrado las puertas de su local.
«Como no podía competir con costos del mercado asiático, pensamos en hacer algo de extrema calidad, haciendo un asado-parrilla en el mundo», cuenta. Hoy, el negocio es único a nivel internacional y si bien la materia prima la pueden obtener en cada uno de los países donde están instalados, la técnica e idea surgió de una serie de investigaciones que hizo el emprendedor. «La técnica del japonés es tan secreta como la nuestra. Logré una fórmula que es única y somos buscados por eso», asegura.
«Hay un interés muy grande a nivel mundial por todos los productos artesanales, es algo que tiene una exigencia muy grande en cuanto a su relación con la persona. La vibra que transmite un producto original es distinta a lo que transmite una serigrafía o un póster», compara. Afirma que hay quienes compran el horno no para usarlo, sino para exhibirlo por la pieza que significa dentro de un hogar.
«La gente compra obras únicas. Hay series de kamados de revival y kamados japoneses del año 60, como somos los sucesores de la técnica y las obras de lo que fueron los creadores originales hacemos revival de algo que va a ser único en el mundo: el kamado art. Cada uno está hecho manualmente y califica como objeto de arte», dice.
El precio por cada producto ronda los US$2200 en la Argentina, Chile y Perú. Mientras que en Punta del Este, Estados Unidos y Brasil llega a US$2500. En Europa, 3800 euros. Las piezas coleccionables o los llamados kamados arts salen US$ 3800 y en Europa pueden alcanzar los 6000 euros.
En el Viejo Continente el producto está catalogado como «ecológico», ya que es utilizado a carbón y tiene autonomía. Fue pensado para asar, cocinar y ahumar a las brasas de la forma más eficiente. «Como diseñador industrial tengo metido algo en la cabeza que es la idiosincrasia japonesa: no te voy a vender algo innecesario porque se considera inmoral», sintetiza.