Fuente: La Nación ~ Que la carne esté asociada a la «marca argentina» no es una novedad en América del Norte o Europa, pero instalar esa relación en el Sudeste asiático es otra cosa. Eso es lo que está intentando hacer Emilio Fusé con su restaurante Los Fuegos, una especie de «patio parrillero» en Hanoi donde expatriados y locales comparten entraña, lomo y humitas.
El periplo de Fusé empezó hace siete años, cuando se fue a vivir a Nueva Zelanda con una visa de trabajo. Originario de Río Negro, había llegado a La Plata para estudiar Antropología, aunque luego desistió.
En Buenos Aires trabajó en hoteles y restaurantes hasta que se fue al país de Oceanía: allí fue empleado en panaderías, cafés y en tambos lecheros, donde ahorró el dinero suficiente para irse a viajar por Asia. Su intención era quedarse un año en todo el continente. Mientras planeaba un viaje en moto de Ho Chi Minh a Hanoi, sus planes cambiaron cuando llegó a un pueblo pesquero de 300 habitantes llamado Bai Xep.
Allí conoció a una pareja de antropólogos, un australiano y una vietnamita, que regentean un hotel y lo invitaron a trabajar con ellos. Se quedó tres años en ese lugar. «Es un pueblo que en los últimos años se volvió muy turístico, pero a la vez es muy chiquito. Al principio siempre decía que me iba a quedar ‘un mes más’, hasta que finalmente se hicieron años», relata.
Hace un año se mudó a la capital vietnamita, Hanoi. En los últimos cuatro años, además de trabajar en el hotel, fue asador y constructor de cocinas a leña para hoteles y restaurantes. Hace tres meses, finalmente abrió su propio restaurante en Hanoi, aunque permanece como socio minoritario del hotel en Bai Xep. «Hanoi es una ciudad grande que es como un pueblo chico. Abrimos en un barrio llamado Tay Ho, una especie de Palermo donde están los expatriados y los diplomáticos. Nuestro restaurante es un lugar al que la gente viene a relajarse y a conocer la marca argentina en carnes y vinos, que está creciendo mucho en Vietnam», detalla.
Asegura que el restaurante más caro de todo el país está enfocado en la cocina argentina, aunque su dueño es israelí. Con ese predecesor, decidió enfocarse en un «patio argentino» más descontracturado. «Veía un mercado grande, que es que las personas quieren carne, pero no quería un lugar de alta cocina. Hoy tenemos un 60% de expatriados y un 40% de locales como clientes», expresa.
Abrir un restaurante como argentino en Vietnam no es tan fácil: por empezar, la sociedad debe tener un dueño mayoritario que sea local. El extranjero solo puede tener hasta el 49% de la firma. Lo positivo, afirma, es que el proyecto requirió una inversión baja (unos US$30.000) que se recuperaron en cinco meses, aun pagando buenos sueldos, aclara. Él tiene un socio vietnamita y otro danés.
Como para abrir Los Fuegos tuvo que conseguir una licencia para importar carne, en diciembre espera abrir un segundo negocio: una carnicería.
Vivir en Hanoi: ciudad grande, pueblo chico
Según Fusé, Hanoi es una mezcla de «caos y desarrollo». «Es un país cuya economía crece 7% al año, pero también es muy rústico. Podés estar en el barrio más caro, por donde transitan los embajadores, y de repente ver pasar cerdos o una gallina», dice.
Asegura que no hay zonas delimitadas a una determinada clase social y que el restaurante más caro puede estar al lado de uno donde se come por un dólar. «Es la ciudad más antigua de Vietnam y la gente que vive aquí tiene una cultura muy fuerte de compartir con los demás. No existe la violencia, porque no se puede portar armas. La gente vive en paz y libre», explica.
Además, es un país que respeta mucho a sus mayores, dice Fusé. «Al profesor de la escuela se lo llama ‘tío’ toda la vida y en el año nuevo vietnamita, que es en febrero, es tradición ir a visitarlo», detalla. Para el emprendedor, la Vietnam de ahora se parece a la Argentina de hace 30 años por su tranquilidad en las calles.
Desde que se mudó a la nación asiática, asegura que en cuatro años vio una diferencia grande en transporte, educación y turismo: es un lugar que recibe 12 millones de viajeros al año. «Lo que más me impactó positivamente es la sonrisa de la gente: viven todos contentos y empujando para el mismo lado. Eso me da tristeza como argentino, porque veo que acá también hay problemas, pero sin embargo es un país que crece y que mejora año a año», concluye.