Fuente: La Nación ~ Patricia Marotta (51), María Clara Ruiz Calderon (38) y Bárbara Tavella (38) crearon Cerealsol, una marca de alimentos sin gluten que lleva cinco años instalada en el mercado de la comida saludable y es uno de los rubros que aumentó sus ventas durante el aislamiento por coronavirus. Ya exportaban a Uruguay, y dentro del contexto de pandemia lograron cerrar un acuerdo para exportar a Chile.
Barbi, Clara y Pato son tres ingenieras que luego de muchos años de trabajar en empresas multinacionales alimenticias juntaron sus ahorros y se asociaron para emprender. En el 2015 crearon Trinat Foods SRL, una empresa joven dedicada a la elaboración de productos libres de gluten y saludables, que se venden con la marca Cerealsol.
Pato y Clara se conocieron en Mondelez (ex Terrabusi) y Bari se desarrolló profesionalemente en Molinos Río de la Plata. Pato era la Jefa de Clara cuando trabajaban en relación de dependencia y ambas compartían la misma convicción que Bari, la mejor amiga de Clara desde el secundario y también, compañera, en la facultad: la alimentación será saludable, o no será.
«Las tres siempre creímos que alimentarse bien te permite tener una mejor vida y que podíamos aportar nuestro granito de arena desarrollando los mejores alimentos para ayudar a las personas a tener una alimentación saludable», recuerda Bari. «Veíamos que no podíamos hacer eso en las empresas en donde trabajábamos porque no tenían foco en la alimentación saludable ni libre de gluten», confiesa.
«La visión fue muy clara desde el principio»
Así se propusieron usar las skills que habían desarrollado en sus trayectorias profesionales para independizarse y arrancar un proyecto propio . El propósito fue fundar una fábrica libre de gluten con el objetivo de ofrecer soluciones de alimentación sana, rica y apta para celíacos, que contribuyan a mejorar el bienestar de las personas.
«La visión fue muy clara desde el principio y nos veíamos muy fuertes como equipo emprendedor», comenta Pato. «Por eso no dudamos en dar el paso cuando tuvimos la oportunidad de desligarnos de las empresas donde trabajábamos, a pesar de que los consejos de no abandonar una posición segura eran reiterados», agrega. Mucha gente con buenas intenciones les decía cosas como; «no es momento de emprender», «quedate en el molde», «para qué vas a dejar tu puesto después de tanto tiempo» o «¿estás segura de que este es momento de emprender?».
Pero ellas hicieron oídos sordos. Sabían que iban a tener que hacer algunos sacrificios y estaban dispuestas: pese a las horas de trabajo intermibales que tuvieran que destinar al proyecto, a los tabúes a derribar y a los desafíos que se les presentaran, sabían que sus sueños compartidos se iban a hacer realidad.
«El primer año fue una montaña rusa, no teníamos más inversión que nuestros ahorros e hicimos todo nosotras tres», cuenta Clara. «Pusimos mucho enfasis en afinar el lápiz para evitar errores y no dudamos en pedir ayuda a nuestros familiares y colegas en las áreas donde menos experiencia teníamos», agrega.
«Arrancamos con un solo producto»
Para montar la fábrica adecuaron un galpón, compraron equipamiento usado a chatarreros, habilitaron la planta, registraron los productos y cumplieron al pie de la letra todos los pasos indispensables para poner a punto la elaboración. En un tiempo record, a fin de ese mismo año lanzaron la marca con el primer y único producto: una galleta de arroz tipo tostada sabor original.
«Abrir una empresa con un monoproducto es un error comercial importante, pero como las tres veníamos del palo ingenieril nos olvidamos de ese pequeño detallito que descubrimos cuando arrancamos a vender: los distribuidores no querían incorporar un solo producto de una marca nueva», confiesa Barbi. Lejos de desmotivarse, este primer desafío las hizo descubrir un secreto: la venta es emocional, así que por insistencia lograron levantar esa barrera.
En un contexto de crisis económica que no cedió desde que entonces, la marca tuvo mucha aceptación y pudieron lanzar, a mediados del 2016, dos sabores innovadores: mix de semillas y las galletas dulces de chocolate y algarroba ciento por ciento naturales.
También consiguieron financiamiento para poder crecer. «Ese mismo año obtuvimos un aporte no reembolsable del Ministerio de Ciencia y Tecnología que nos permitió ampliar una nueva línea de productos bajo los mismos pilares los snacks saludables de pizza y queso. Además, comenzamos a elaborar productos para terceros, lo que dio estabilidad para seguir creciendo», cuenta Bari.
«Empezamos a exportar»
Sin embargo, los años siguientes no fueron fáciles, con la crisis que atravesaba nuestro país se nos hacía muy difícil obtener el volumen de ventas necesario para aumentar nuestra estructura, con lo cual seguíamos haciendo todo nosotras tres, lo cual se vuelve muy desmotivador.
Así, se les ocurrió buscar mercado afuera y desarrollaron una nueva estrategia, esta vez, para exportar.
Y lo lograron. En una ronda de negocios para exportadores conocieron a su primer cliente de Uruguay con el que cerraron un pedido de 10 pallet de productos. Eso era casi la mitad del volumen que vendían en un mes.
Estuvieron una semana entera sin parar pegando a mano 33.000 etiquetas que eran necesarias para adecuar los paquetes de las galletitas a los requerimientos de exportación.
Ahora, en medio de la pandemia, pudieron seguir abriendo caminos. Están negociando exportaciones a Chile y, en el mercado local, batieron su propio record de ventas. de 3 mil cajas pasaron a seis mil cien en un mes .
«No sabemos qué nos depara el futuro incierto de nuestro país en el contexto actual, pero estamos seguras que, con una visión clara y un equipo fuerte, no nos para nadie», concluyen.
En números
- $ 530.000 fue la inversión inicial.
- $ 9.600.000 facturan al año.
- 50.000 unidades venden por mes.
- 6.000 cajas vendieron en mayo , el doble de lo que vendían antes de la pandemia.
- 3 líneas de productos con 3 variantes cada una.
- 15% de crecimiento anual.
- 4.200 seguidores orgánicos tienen Instagram.