Fuente: Clarín ~ Carreras cortas y la posibilidad de pasantías rentadas son factores favorables, pese al contexto de caída del consumo que afecta a los dos rubros.Clemente Zabala es nieto del fundador de una heladería tradicional de Villa Crespo. Siempre vivió en un ambiente que vinculaba lo saludable con la práctica artesanal en la elaboración de los alimentos. Comenzó a estudiar ingeniería industrial en la UTN hasta que sintió que debía complementarlo con una vuelta a los sabores de su niñez y se inscribió en la carrera de pastelería profesional, en el que su instructor es, casualmente o no, ingeniero industrial.
Todo este año Clemente compartió aulas, hornos y harina con Josefina Di Risio, una chica de 23 años que acaba de recibirse y que llevará de vuelta sus conocimientos a Chivilcoy, su ciudad natal, donde su papá tiene una panadería hace 30 años. “Quería capacitarme para salir de lo repetido y tradicional en mi pueblo. Nunca me pesó viajar tanto, sobre todo porque el sacrificio valió la pena. Ahora voy a producir toda la pastelería para nuestro local familiar. Y aunque cuesta imponer cosas nuevas, la gente joven es la que impulsa el cambio en los gustos y el consumo por la pastelería de calidad”, explica.
Julieta Soto, 20 años, es estudiante del último año de la tecnicatura superior en gestión hotelera. “Yo había probado como modelo, bailarina y actriz, aunque siempre me atrajo el turismo. Ingresé en 2016, con ganas de capacitarme para viajar y trabajar afuera. Mientras cursé, aproveché todas las opciones laborales por temporada: en verano trabajé en la costa atlántica y en Brasil y en invierno viví una gran experiencia en el departamento de alimentos y bebidas de un complejo en Las Leñas. Mi proyecto a largo plazo es gerenciar mi propio emprendimiento: un hostel diferente o un hotel-boutique pequeño, pero fuera de las grandes ciudades, en donde demostrar todo mi potencial”.
Egresados docentes y autoridades del Instituto Superior de Enseñanza Hotelera y Gastronómica, donde tuvieron un 30% más de matriculas en un año.
Junto con Clemente, Josefina y Julieta, cientos de alumnos de todo el país estudian en el ISEHG (Instituto Superior de Enseñanza Hotelera y Gastronómica) carreras como tecnicatura superior en gestión hotelera o en cocina profesional (que duran 2 años) y cursos cortos como barista, recepcionista de hotel o ama de llaves, de 4 meses, entre una oferta amplia pensada para trabajar en un hotel o en un comercio gastronómico.
El año pasado mostró un crecimiento de un tercio respecto de los cursantes en comparación con 2017, algo que puede explicarse por la subsistencia del ISEHG como instituto emblemático por estar sostenido por la Asociación de Hoteles, Restaurantes, Confiterías y Cafés de la ciudad por sobre otras ofertas educativas que fueron desapareciendo por razones económicas, así como también por el impulso desde el Gobierno de la Ciudad, a través del Programa de Ingreso a la Gastronomía (PIG) que desarrolla la Dirección General de Desarrollo Gastronómico, y por las becas que otorga la Dirección General Políticas de Juventud a jóvenes talentosos sin recursos para pagar las cuotas.
Para Ariel Amoroso, presidente de la AHRCC, del análisis de los datos del instituto pueden extraerse algunas conclusiones claras. “En 2018, además del aumento general de cursantes, tuvimos un alza del 70 por ciento de alumnos que eligieron las carreras más largas, las tecnicaturas profesionales en gastronomía y hotelería. Ese fue el segmento que más creció, por sobre las ofertas académicas cortas, y da la pauta de que el mercado demanda cada vez más gente con capacitación mayor, que haga la diferencia a través de un conocimiento perfeccionado», explica.
Y agrega: «Ya en diciembre teníamos más del 30 por ciento de los cupos de 2019 ya reservados, lo que nos indica que el interés sigue vigente. La situación general del sector no es fácil, eso es evidente, pero frente a ello la capacitación de excelencia es clave para conseguir un trabajo luego de finalizar los estudios”