Fuente: Noticias ~ Sentarse a un paso del chef está de moda: claves y ventajas de esta tendencia vintage que se impone. Guía de lugares top donde probar la experiencia.
Una de las maravillas de comer en la barra es la velocidad con que se sirve, además de la posibilidad de una charla con el personal. A veces incluso hay propuestas fuera del menú.
Puede convertir la experiencia en algo distinto. Incluso en los restaurantes ya conocidos, sentarse en la barra en lugar de una mesa tradicional le dará otra gracia a la situación. Y es que no es lo mismo estar ahí nomás de la cocina, pudiendo pispear todo aquello que allí se cuece y recibir recomendaciones de primera mano de qué probar y pedir. Ni hablar, claro, de ver la magia del bartender en vivo y poder charlar sobre la vida en general. Por todas estas razones, y tanto para los solitarios como para las parejas o pequeños grupos, la costumbre de comer en la barra está retornando con fuerza y algunas novedades.
Sentirse habitué. Aunque todos los lugares tienen su barra en la que acodarse, su protagonismo ha ido creciendo de forma tal que en el último tiempo incluso han surgido propuestas donde son casi la única ubicación posible. Es el caso de Mito Mercato, que quizás puede explicarse a partir de ser creado por dos bartenders reconocidos, Ani Varela y Maximiliano Salomón. “Sentimos que la costumbre de sentarse en la barra siempre estuvo, el dilema es que hay pocos bares que permitan comer en ella”, apunta Salomón.
Así, en Mito Mercato se pueden beber tragos con talento cuyo mayor énfasis está puesto en aquellos con vermouth rosso (en clara sintonía a otro regreso con gloria, los aperitivos), pero también comer regias picadas, paninis y ensaladas, todo desde una mesada de 12 metros de largo. “Esta disposición te permite interactuar y conocer gente nueva, o que el bartender te sorprenda con alguna mezcla personal”, sintetiza Salomón.
Pero incluso en los lugares con mucho más espacio para sentarse, el sector de la barra oficia de corazón de la casa. En Cincinnati, por ejemplo, tientan los cómodos boxes, pero sin embargo el mejor lugar para ver los hipnóticos procesos de amasado es la barra. “En nuestra amplia barra de mármol se puede disfrutar de una variedad de cocktails y cervezas tiradas en las tardes, pero también se puede almorzar o cenar pizza mirando cómo trabaja el maestro pizzero en nuestro horno traído especialmente de Italia”, narra Pedro Bello, el dueño.
También en Mengano, autoproclamado bodegón, con platos autóctonos bajo un ojo sofisticado, las ganas de ser parte del backstage pueden más, y así la cocina abierta y todos sus procesos son admirados por muchos desde la altura de las banquetas. “Hay un vínculo y una interacción con la cocina y los platos, lo que permite sentir que están cocinando particularmente para el cliente”, apunta Facundo Kemelen, socio y chef.
Algo similar sucede en el nuevo local de Vico Wine Bar en Palermo, un espacio cuyo concepto implica poder probar más de 140 vinos por copa a partir de 18 “wine dispensers”. Aquí sentarse a la barra genera un ámbito más privado y exclusivo, casi una “chef table”. “Es decir, un estilo ‘de la cocina a la mesa’ que permite conocer en profundidad el proceso de los platos, la naturaleza de los productos y algunos tips que el chef siempre regala. Genera un sentido de pertenencia, de habitué del lugar y dueño de casa”, ilustran los socios Gabriela Vinocur y Pablo Colina.
Un espacio ágil. Otro punto que atrapa de la barra es su dinamismo. En su sensación de ser parte del lugar también se aloja un trato ágil y más informal, en el que hasta es posible acceder a opciones económicas fuera del menú. Desde Amalur, el restaurante vasco del centro Laurak Bat, están de acuerdo: “la barra tiene un ritual liviano: da más libertad al comensal, quien está entre sentado y parado, tiene un servicio más rápido y usualmente ofrece propuestas especiales”, describe Lucía Horovitz, parte del management del lugar. Por caso, este sector de Amalur, armado en forma de isla, ofrece pintxos fríos y calientes y una barra de pintxos libres los miércoles.
Las ganas de interiorizarse en el mundo gourmet también influyen en el alza de las barras: aquí es posible tener una mirada personal y cercana a las cocinas y su movimiento, casi como un dueño de casa.
Además, estos sectores en algunos casos también han modificado su estructura original para ofrecer mayor comodidad, dejando en ocasiones de lado los clásicos (pero no tan acogedores) taburetes y banquetas. En El Quinto, una propuesta de sabores asiáticos de carácter vanguardista en platos y puesta en escena, se instaló una barra baja, más agradable y atractiva para comer toda la noche. “Está trazada de pared a pared, cruzando lo ancho del salón con la cocina y el sushiman a la vista. Se pueden ver los fuegos de las brasas, el wok salteando verduras y el arte al momento de preparar las piezas”, cuentan los socios Quique Yafuso y Gonzalo Sacot. Aunque para los más tradicionales, siguen ofreciendo la barra de cócteles, donde es posible comer disfrutando de ver cómo se hacen los tragos.
Asimismo en la línea de comida asiática, Green Bamboo es otro preferido de esta modalidad. “Aquí comer en la barra es un anzuelo para los que disfrutan de la buena coctelería”, describen. Frutas de estación y productos frescos seducen con tragos que maridan a la perfección con la cocina vietnamita del lugar. Y si bien es posible pedirlos en cualquier mesa, beberlos contemplando la acción del servicio y viendo de cerca las más exóticas combinaciones de sabores, sin duda ofrecerá otro encanto.