Fuente: Clarín – Publicó una guía digital donde analizó más de 1.200 etiquetas y ninguna tuvo puntaje perfecto. Sus razones.
Años atrás, dirigió revistas especializadas, hizo tevé y produjo guías de vinos con Miguel Brascó y Elisabeth Checa, dos de los más renombrados periodistas enogastronómicos de la Argentina.
Hace unas semanas publicó el Reportelli de los Vinos Argentinos, una guía digital de casi 300 páginas con un detallado panorama de la industria vitivinícola, donde degustó y puntuó más de 1.200 etiquetas.
Un viernes a la tardecita en La Malbequería, la casa de carnes de Palermo a la que asesora y de la que armó la extensa carta de vinos, Fabricio se predispone a charlar y hacer un repaso de sus veinticinco años de carrera.
“Siempre me interesaron las bebidas. El vodka fue la primera que me atrapó, por eso me hice un barcito en mi casa para la previa con mis amigos. Yo les preparaba los tragos y jugaba a ser Tom Cruise en Cóctel. Después empecé a estudiar algo más serio y marketing era la carrera más amplia y la que menos me aburría.Fabricio Portelli. En su Reportelli cató más de 1.200 etiquetas. / Ariel Grinberg
Un día fui al Club del Vino, degusté mi primera copa y dije: ‘Esto es lo que quiero hacer’. Así entré a la carrera de sommelier, que recién empezaba acá. Yo soy de la segunda camada”, dice.
Un crítico exigente
-¿Cómo surgió la idea de hacer tu propio reporte de vinos?
–Reportelli es un proyecto que tenía cajoneado. Desde hace 25 años degusto vinos argentinos y desde 2002 que publico mis notas de cata con puntajes. La manera de hacerlo ya la sabía porque tenía la experiencia de guías anteriores, primero la que hice con Gustavo Choren y después con Brascó y la Checa.
-En el Reportelli ninguna etiqueta tuvo 100 puntos, ¿por qué?
-Sigo al vino argentino y su evolución desde muy cerca, y soy un testigo privilegiado de ello. Yo, más que ningún otro periodista especializado, quiero llegar a los 100 puntos. Pero no de un vino, sino de todos. Sin embargo, entendía que mi mayor capital era mi opinión, sincera y formada.
Y eso me valió el respeto de los que lo hacen y de los que lo toman. A diferencia de otros reportes que hacen críticos extranjeros, los hacedores saben que yo no vengo de visita, sino que vivo en su mismo país, y que con mis amigos tomo sus vinos, no los de otros lugares. Además, compartimos las mismas tristezas y alegrías.
Eso no me hace ni mejor ni peor, pero sí me siento más cercano. Y para mí significa una mayor responsabilidad. Soy de los que piensa que estamos evolucionando, a partir de revoluciones y re-evoluciones, que derivaron en los mejores vinos argentinos de nuestra historia. Pero siento que aún falta.
Por eso, hay un solo 98, un solo 97,5, dos vinos con 97 puntos, dos con 96,5, dos con 96 y tres con 95,5, por solo nombrar los vinos de élite que seleccioné: 11 de 1.231. Esto habla muy bien del vino argentino. Claro que al compararlo con “otros” que ya llegaron a los 100 puntos, no parece tan bueno.
Yo voy por la consistencia. Y apenas sienta que un vino argentino es 100 puntos, me voy a asegurar que el mundo se entere y quiera degustarlo.Fabricio Portelli, copa en mano. / Ariel Grinberg
-¿Sigue vigente el “macaneo glorioso”, como decía Brascó, a la hora de describir un vino?
-Estamos en otra época. Antes, los hacedores no salían al ruedo, había menos buenos vinos en el mercado y menos comunicadores. Por eso, la prosa de los Brascó y las Checa era el valor diferencial.
Cuando esto se multiplicó, con cientos de bodegas nuevas, más winemakers, más variedades, estilos y lugares, “otras” variables del vino se pusieron en valor, aspectos más concretos como el origen, la vinificación y la crianza.
Y luego llegaron el carácter del terroir y la interpretación del mismo, y los más autorizados para hablar de ello son los hacedores.
Por eso el “macaneo”, que fue glorioso en su momento, quedó como parte del folclore. Esto no implica que no haya sido un gran aporte. La descripción del vino perdió poesía y ganó en definición. Puede sonar más aburrido, pero es más real.Un joven Portelli junto a Elisabeth Checa y Miguel Brascó en Portugal. / Archivo Clarín
-Estuviste muy cerca de la Checa y de Brascó, ¿cómo era trabajar con ellos y qué te dejaron de su experiencia y amistad?
-Más allá de haber sido un gran privilegio, ya que fui el único que hizo tantas cosas con ambos, es un legado. Con Miguel compartí más: viajes, comidas, encuentros familiares y trabajos diversos que incluyeron los Anuario de los Vinos Argentinos, Dos de Copas (programa de TV), decenas de degustaciones dirigidas, eventos de las bodegas.
Con la Checa colaboré durante los últimos cinco años de su guía Los Buenos Vinos Argentinos. Todo eso, sumado a las charlas con ambos compartiendo sus experiencias, significan un capital invalorable para mí. Siempre les dije: “No quiero ser como ustedes, pero sí disfrutarla como ustedes”.
-¿Cómo ves a la industria del vino y el trabajo de los enólogos?
-Sigo lo que vienen haciendo los hacedores desde hace 25 años; puedo entender la sintonía cada vez más fina que llega a los vinos. Y no hablo solo de la altísima gama, sino también de vinos que valen menos de $10.000.
Hoy el foco está en la fruta, pero no en el gusto de la misma sino en el carácter, y eso, además de significar tipicidad varietal, refleja el lugar, además del estilo. Esto abre un nuevo capítulo, de vinos más genuinos en todos los segmentos. Y eso es sorprendente, más allá que el malbec sigue siendo la variedad que más se destaca y empuja la vara hacia arriba.
-Cada vez más gente empieza a guardar vinos. ¿Vos lo hacés?
-Por una cuestión de espacio no guardo vinos. Tengo una pequeña cava donde dejo botellas para encuentros en casa o para llevar a reuniones. Y como puedo probar vinos añejos en las bodegas y con los hacedores, no tengo necesidad de hacerlo.
-Ante la proliferación de etiquetas y variedades en las góndolas, ¿qué consejos les darías a las personas a la hora de comprar?
-Recomiendo siempre que pasen por una vinoteca. A lo mejor el súper o el chino tienen mejores precios u ofertas, aunque no siempre. Pero en la vinoteca está el dueño o un sommelier que te va a asesorar y la experiencia de compra va a ser más placentera.