Fuente: La Nación – En el 2018, Irina Widuczynski se animó a introducirse en el mundo de las reseñas de comida bajo el nombre “Buenos Paladaires”; cinco años después, es una destacada figura en las redes y en diálogo con LA NACION explicó el detrás de escena de una profesión tan criticada como necesaria
Durante muchos años, Hollywood fortaleció el estereotipo de los críticos de comida alimentando la idea de que son una especie aparte caracterizada por el paladar exigente, los gustos finos y la pluma filosa. Ahora, la realidad se aleja cada vez más de la ficción porque quienes tienen el poder de crear o destruir a un negocio (si se permite la exageración dramática) son los tan queridos como criticados influencers gastronómicos que, con un par de líneas publicadas en Instagram o una reseña breve plasmada en un video de TikTok, pueden asegurarle a un local la llegada de miles de consumidores o, por el contrario, una lluvia de críticas a través de las redes.
Dicho eso, ¿se puede vivir de recomendar restaurantes para ir a cenar? ¿Cuáles son los desafíos de esta profesión creada por los tiempos modernos? Y, lo más importante, ¿cuán legítimas son las reseñas en una actualidad en donde el mundo se mueve a base de canjes?
Irina Widuczynski -más conocida en las redes como Buenos PaladAires o “Pala”, como la apodaron sus seguidores- lleva cinco años en este rubro y en diálogo con LA NACION se animó a revelar el detrás de escena de la vida de un “influencer gastronómico”.
Sobre el nacimiento de Paladaires y qué es ser una “food influencer”
Amante de la comida desde que tiene memoria, Irina Widuczynski era a quien sus amigas acudían para pedirle recomendaciones de bares, restaurantes y cafés. En el 2018, llevada por la insistencia de quienes le pedían que compartiera sus conocimientos con el mundo, le dio vida al blog Buenos PaladAires con el fin de hablar de las diversas propuestas gastronómicas que la ciudad tenía para ofrecer.
Para meterse en un rubro en donde la competencia era cada vez más feroz, Pala -como Irina tiernamente se refirió a su proyecto durante la charla con este medio- logró crecer a paso firme a fuerza de tres simples valores: honestidad, calidad sobre cantidad y sacar a relucir el factor humano detrás de cada local que recomendaba.
“A mí no me gustaba que había mucho canje. No había nadie que hiciera reseñas honestas. Entonces dije: voy a ir a pagar como cualquier persona y hablar de gastronomía.Con el tiempo, empecé a mostrar la parte humana porque yo veo la gastronomía como algo integral. No me interesa solo comer un plato, sino saber quién lo hace, conocer la historia… meterme un poquito más”, explicó.
Ahora, con cinco años de experiencia y un contador de seguidores que no para de subir, aclara que su modalidad de trabajo no cambió. “Hasta el día de hoy voy, pago, consumo, me levanto y me voy como cualquier persona… Porque ¿puedo realmente ser honesta si me invitaron?”, señaló. Y remarcó: “Jamás le faltaría al respecto a las personas que confían en mi palabra solo para comer gratis. Tengo una responsabilidad como comunicadora”.
El resultado de esta tajante postura es que Buenos PaladAires nunca se terminó de convertir en su fuente de ingresos principal: “Es un 80% hobby, no te voy a mentir. Me llaman marcas para trabajar y a la mayoría le digo que no, porque no voy a recomendar productos o lugares que van en contra de mi filosofía de vida, así que los ingresos son muy pocos”.
No obstante, su “trabajo de verdad” no se aleja mucho de su pasión por el buen comer. Como fotógrafa -especialmente enfocada en lo gastronómico, claro está- sigue ampliando sus contactos en este competitivo rubro y, de a poco, encuentra la manera perfecta de combinar ambas profesiones.
Los inesperados factores que pueden hacer de una experiencia culinaria un sueño o una pesadilla
Antes que nada, Irina diferenció con vehemencia: “No soy crítica, ni me defino como una. Estoy lejos de serlo”. Hecha esa aclaración, aceptó con cierta resignación el título de influencer gastronómica y casi adelantándose a las críticas que acompañan dicho rótulo, explicó con orgullo que sus opiniones están bien respaldadas. No solo por los conocimientos acumulados a fuerza de viajes, experiencias como moza y bachera ( “Ver el detrás de escena te da otra mirada”, señaló) y lecturas especializadas, sino por el tan sabio como simple consejo que recibió una vez: “Conocí a un crítico gastronómico importante que me dijo ‘más allá de los cursos, vos tenés que comer’”, recordó, entre risas.
Así, con un paladar más que entrenado y el saber acumulado de quien se alimenta a base de comidas y cafés preparados por profesionales, reveló cuáles son los factores que definen una buena experiencia culinaria.
“La materia prima es lo primero en lo que me fijo, que el producto sea de la mejor calidad posible hace la diferencia”, expresó, tras tomarse un par de minutos para analizar la cuestión. Sin embargo, hay otros elementos que también hacen peso en la balanza: “La gastronomía es completamente experiencial. La vajilla, la luz, la música… te cambia mucho si vas y no podes más del ruido o si la música acompaña lo que estás comiendo”.
Pero quizás, lo más relevante, es la atención al público: “Como te atienden es un antes y un después. Cuando te atienden muy bien, pero algo salió mal, tu reacción ante ese problema es totalmente distinta. Es una de las cosas más importante y a la vez es la más compleja. Sobre todo si tenes un restaurante de cierto nivel… en ese caso es casi más importante que la comida (risas)”.
En ese punto, quien está detrás de Buenos PaladAires consideró importante hacer una aclaración: cada vez es más difícil conseguir personas que quieran trabajar y que lo hagan bien, pero no es solo la culpa de los empleados, sino que se debe a que el ambiente culinario cuenta con valores y costumbres cuestionables.“Es un rubro complicado en cuanto a trato, a sueldos, igualdad de género. Entonces no es tan fácil analizar la atención al público si te pones a pensar que es alguien a quien le están pagando poco y tratando mal”, reflexionó.
El lado más polarizante de la gastronomía: empanadas en frascos y demás tendencias
Todos hemos sido víctimas de las tendencias gastronómicas que muchos adjudican de manera burlona y casi despectiva a los bares y restós del barrio de Palermo. Las empanadas en frascos, los fideos con tuco servidos adentro de una copa, los platos pensados más para ser virales que para satisfacer al comensal y las mesas y banquetas que cumplen con su rol estético dejando mucho que desear en cuanto a comodidad fueron una y mil veces protagonistas de acalorados debates en las redes.
Aunque estas características son duramente criticados por usuarios de Twitter y esnobs de la gastronomía, Widuczynski no es tan rápida al momento de juzgarlas. “Donde hay una tendencia, hay un público. Hay gente que lo consume y que le gusta, más allá de si yo lo comparto o no. No necesariamente lo que me gusta a mí le gusta a los otros y si se vuelven virales es por algo”, sentenció.
“Hay gente que prefiere ir a un lugar a sentarse con el diario y ser atendido y otros que quieren ir a tomar un café de especialidad y no les molesta pedir por mostrador. Hay gustos para todo”, finalizó, zanjando el eterno conflicto de lo que es o no es correcto al momento de sentarse a comer.