En La Boca, los 70 años del bodegón más querido de Buenos Aires: elogiado por chefs como Mallmann y estrellas como De Niro

Fuente: Clarín by @elobrero1954 – El Obrero fue fundado en 1954 por inmigrantes asturianos.Lo lleva adelante la tercera generación de la misma familia. Algunos clásicos: la tortilla de papas y la milanesa a la napolitana.

En medio de la oscuridad de la calle Agustín Caffarena, en el barrio de La Boca, una luz tenue anuncia esperanza y autenticidad: es El Obrero, un bodegón que hace 70 años ofrece una experiencia gastronómica porteña sin pretensiones. Entrar allí es como sumergirse en la escenografía de una película, donde cada rincón revela el alma de Buenos Aires en su versión más auténtica.

Tres generaciones han trabajado incansablemente para mantener vivo este rincón, alejado de los modernos polos gastronómicos, pero famoso por su tradición. Desde los 18 años, Jorge ha estado al frente de las brasas, y hoy, a sus 82, sigue manejando la parrilla con la misma pasión que siempre, custodiando los sabores que han convertido a El Obrero en leyenda.

La verdadera escena la sostienen sus platos clásicos, que a lo largo de los años siguen atrapando a locales y turistas: la tortilla de papas, la milanesa a la napolitana, el bife de chorizo y el flan, platos que mantienen viva su esencia. Este bodegón, que ha conquistado a famosos de todo el mundo y a chefs como Francis Mallmann, continúa siendo una parada obligada para quienes buscan conocer la Buenos Aires más auténtica.

La historia de El Obrero

En 1950, Marcelino y Francisco Castro, dos jóvenes asturianos de 18 y 21 años, llegaron a Buenos Aires con grandes sueños y pocos ahorros. Cuatro años después, en 1954, lograron comprar un local en La Boca, que en ese entonces era un humilde despacho de bebidas. Allí, en las pausas del trabajo, los obreros se reunían a jugar cartas y a compartir charlas, sin imaginar que ese espacio se convertiría en el mítico bodegón de El Obrero.Marcelino sirviendo sopa en El Obrero. Marcelino sirviendo sopa en El Obrero.

El nombre se debe a sus primeros comensales: los obreros del puerto, fábricas y frigoríficos, que llenaban el local de madrugada y al mediodía. «En esa época se llenaba el local por la mañana con café con leche y medialunas. Al mediodía mi papá servía sopas y guisos de ternera, platos bien calóricos», recuerda Silvia Castro, hija de Marcelino. Ella también evoca a su padre con un gran canasto lleno de verduras, que traía todos los días del mercado.

En aquellos días, Argentina era otra: los obreros podían sentarse a disfrutar un buen plato, y el trabajo fuerte del bodegón era al mediodía. Sin embargo, décadas más tarde, el cierre de las industrias cambió el ritmo del lugar, transformando las noches en su horario más concurrido. La tradición del bodegón, no obstante, continuó intacta, y el salón permanece igual, con su decoración de banderines, bufandas, camisetas y fotos de visitantes célebres.La fachada de El Obrero hoy. Foto: Constanza Niscovolos. La fachada de El Obrero hoy. Foto: Constanza Niscovolos.

Las paredes del bodegón están llenas de historia, con fotos de famosos como Gustavo Cerati, el cantante francés Charles Aznavour y el Príncipe Alberto de Mónaco, que pasaron por sus mesas. Los pisos y muebles son los mismos desde sus inicios, marcados por décadas de ajetreo y salones llenos. Para Silvia, que trabaja allí desde los 20 años, cada detalle es un testimonio vivo de la dedicación de su familia.

Jorge, un formoseño que comenzó a trabajar en El Obrero a sus 18 años y hoy, a sus 82, sigue en la parrilla, recuerda cómo él, Marcelino y Silvia atendían, baldeaban y llenaban la heladera, haciendo que el lugar funcionara con esfuerzo diario. Jorge trabaja desde los 18 años en El Obrero. Foto: Constanza Niscovolos. Jorge trabaja desde los 18 años en El Obrero. Foto: Constanza Niscovolos.

La clientela creció y el boca a boca llevó la fama de El Obrero más allá de las fronteras, atrayendo a extranjeros y turistas que buscan la auténtica experiencia porteña.

Celebridades internacionales como Bono y Robert De Niro también cayeron bajo el encanto de El Obrero. “Una vez entró un runner que nos contó que había venido porque De Niro le recomendó el bife de chorizo y la tortilla”, ríe Silvia. Ella explica que el secreto de su éxito es la autenticidad: “Es el boca a boca y que acá se vive una verdadera experiencia porteña”.Las paredes del salón repletas de fotos con famosos: Foto: Constanza Niscovolos. Las paredes del salón repletas de fotos con famosos: Foto: Constanza Niscovolos.

La pandemia golpeó fuerte, pero El Obrero resistió. Silvia y su familia pasaron dos años durmiendo en el bodegón para mantenerlo vivo y, aunque consideraron cerrar, apostaron por seguir adelante.

Hoy, tras 70 años, El Obrero es un símbolo de La Boca, un refugio para el alma porteña que sigue contando la historia de Buenos Aires a cada comensal que cruza su puerta.

Qué comer en El Obrero

La tortilla de papas de El Obrero. Foto: Constanza Niscovolos. La tortilla de papas de El Obrero. Foto: Constanza Niscovolos.

En sus 70 años, la carta de El Obrero sufrió una evolución lógica: de platos sencillos y reconfortantes a una variedad que mantiene el espíritu porteño intacto. Al principio, servían guisos, pucheros, sopas y un contundente sándwich de crudo y queso para los obreros. Con el tiempo, sumaron sabores asturianos como la fabada, en honor a las raíces de los fundadores.

La parrilla llegó luego y con ella una variedad de cortes que se preparan al gusto de cada cliente. Según Jorge, quien desde los 18 trabaja en la parrilla, los preferidos son el ojo de bife, el matambrito y el bife de chorizo ($ 20.600).El bife de chorizo de El Obrero. Foto: Constanza Niscovolos. El bife de chorizo de El Obrero. Foto: Constanza Niscovolos.

La milanesa a la napolitana ($ 19.200) -para compartir entre dos- también es estrella: viene en una platina ovalada, con salsa de tomate y mozzarella derretida sobre una carne generosa y jugosa.La milanesa napolitana de El Obrero. Foto: Constanza Niscovolos. La milanesa napolitana de El Obrero. Foto: Constanza Niscovolos.

En los 80, la carta se amplió para incluir pescados, y ahí llegaron las rabas ($ 23.000 la porción para dos personas), una entrada infaltable en cada mesa. Jorge asegura que son abundantes y crujientes, con un rebozado perfecto. La tortilla ($ 9.600), con chorizo colorado y papas en cubos, es otro clásico.

Entre los platos más pedidos, los ravioles verdes ($ 8.800) destacan. Son caseros, amasados en el lugar y rellenos con una mezcla de ricota, mozzarella y albahaca. Servidos con una salsa suave, son ideales para compartir si se opta por una entrada.

https://f5b82fb194da314ade01231c8eb2eaeb.safeframe.googlesyndication.com/safeframe/1-0-40/html/container.htmlLos ravioles verdes al fileto de El Obrero. Foto: Constanza Niscovolos. Los ravioles verdes al fileto de El Obrero. Foto: Constanza Niscovolos.

Para terminar, los postres son un viaje a la infancia, con opciones como el flan casero ($ 5.400), de textura rugosa y sabor delicado, o el postre de la casa ($ 5.200): una combinación de vainillas, pastelera y dulce de leche que evoca recuerdos de sobremesas familiares. Las frutillas con crema son otro infaltable en la mesa, siempre frescas y servidas en porciones grandes, listas para compartir.Las frutillas con crema de El Obrero. Foto: Constanza Niscovolos. Las frutillas con crema de El Obrero. Foto: Constanza Niscovolos.

En cada visita, El Obrero ofrece una experiencia de bodegón auténtico que atrae no solo a turistas, sino también a los hijos y nietos de los primeros comensales. Con platos abundantes y una carta que no ha cambiado desde los 80, este rincón de La Boca es más que un restaurante: es una muestra viva de la tradición porteña que continúa cautivando a generaciones.

El Obrero. Agustín Caffarena 64, La Boca. Martes a sábado de 20 a 2 hs. Instagram: @elobrero1954

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