Fuente: Ámbito – La pandemia fue un punto de inflexión para Baraba Resto, el emprendimiento familiar característico por sus «platos con sabor que te hacen sentir en casa».
“Nos salvaron los vecinos”, así afirmó Clara Suárez, vecina de toda la vida del barrio porteño de Villa Pueyrredón, quien decidió emprender y en 2014 fundó Baraba Resto. Un restaurante que creció de a poco y, cuando finalmente logró su punto de equilibrio, llegó la pandemia y tuvo que readaptarse.
Con el lema «hacemos platos con sabor que te hacen sentir en casa», Baraba Resto es un restaurante creado por y para los vecinos del barrio, cuyo protagonismo tomó relevancia con la llegada del Covid-19. “Cuando empezó la pandemia, la gente del barrio fue la clave para seguir. Muchos nos decían ‘les pedimos para ayudarlos’, nos tiraban palabras de aliento, nos preguntaban cómo estábamos”, recordó Suárez.
De todas formas, los vecinos cumplen un rol fundamental en la vida del restaurante desde el 2014. Año en el cual Clara vio la oportunidad de concretar su sueño: la pizzería Morena -clásico del barrio-, donde siempre iba a comer con su familia, estaba en venta. Sin dudarlo, decidió comprarla y, con la ayuda de su padre y luego de su esposo, logró abrir “Baraba Resto”, en honor a su abuela Aba, quien “tal vez no te hacía un plato muy elaborado, pero tenía mucho sabor y era casero”.
Durante varios años, fue prueba y error hasta encontrar la “cocina ideal”. “Al principio fue muy difícil, ya que no vengo del palo de la gastronomía, sino de la comunicación, entonces no sabía nada. Todos los días salía algo mal, pero nos empecinamos con que salga bien y seguimos, expresó la Licenciada en Comunicación Social. “No podés estar en la gastronomía con lo difícil y sacrificado que es si no te gusta”, apuntó.
Barab Resto cuenta con reservas.
Finalmente, logró renovar el restaurante, consolidar un equipo y comprar maquinaria, además de formarse en temas desconocidos para ella, como cumplir el rol de jefa con 24 años y administrar una empresa. Cuando todo parecía encaminado, llegó la pandemia y volvieron a cero. “Estábamos increíbles, hacíamos un montón de cubiertos por día, estaba saliendo de la dificultad de remar y remar, y empezábamos a ver la luz”, relató.
En ese momento, todos los locales gastronómicos pasaron a trabajar exclusivamente con delivery. Baraba Resto no contaba con ese servicio, entonces, tuvieron que incorporarlo, siendo un nuevo desafío para Clara y su equipo. “Uno piensa que, para el restaurante, el delivery es mucho más fácil y no. Nos pasaba de todo, íbamos a entregar un pedido, se nos caía, teníamos que volver y eso atrasaba todo; o algunos productos, como carnes delicadas, no llegan en condiciones porque no sabíamos qué packaging era el adecuado”, ejemplificó.
En ese contexto, pasaron de 150 cubiertos por día a seis pedidos diarios. Sumado a que decidieron no despedir a ningún empleado. “Era mirar los números y decir ‘¿cómo voy a hacer para subsistir a fin de mes?’ Obviamente nos endeudamos con la AFIP y todavía estamos pagando deudas de esa época”, contó. Pero el tiempo pasó, lograron acomodarse y hoy Clara rescata “un montón de cosas buenas de la pandemia, que en el momento no las podíamos ver”, como la unidad de negocio que consolidaron y mantienen hasta el día de hoy.
El restaurante abre todos los días, menos los lunes.
Baraba Resto actualmente
Actualmente, Baraba se convirtió en el restaurante que Clara siempre soñó y por el que trabaja día a día. Renovaron la entrada, incorporando un gran ventanal, y a su vez agregaron en el interior del local un pequeño sector take away desde donde venden pastas caseras. “Todo es a pulmón. No tenemos un socio que viene y pone la plata, sino que tenemos que juntar dinero durante un par de meses para hacer tal cosa, juntar otros meses para hacer otra, y así”, confesó.
El restaurante elabora y vende pastas caseras.
En su mayoría, los habitués del lugar son vecinos y, si se acercan de otros barrios, es por recomendación. Clara definió a Baraba como un “restaurante de y para el barrio”, al punto de que hay personas que van dos o tres veces por semana. Por eso, ofrecen un menú acorde al paladar de Villa Pueyrredón: “Hacemos comida más simple porque es lo que busca el barrio, como algún plato que comerían en su hogar, pero un poco mejor elaborado, con una vuelta de rosca o con un ingrediente difícil de conseguir. Buscamos hacer platos con sabor y que te hagan sentir en casa”.
Los platos de Baraba son «simples, pero con una vuelta de rosca».
Desde su apertura, el plato estrella es la bondiola braseada. El clásico de Baraba cuenta con una cocción de ocho horas, viene acompañado de papas fritas y rinde para dos personas. Clara confesó que “a nosotros nos gusta, pero con los años un poco nos cansó. De todas formas, sigue siendo el plato más pedido”. A su vez, ofrecen más de 12 tipos de pastas caseras, ensaladas, pastel de cerdo, goulash, pescado, una variada carta de vinos, aperitivos, entre otros. También hay un menú para niños y un menú ejecutivo. Se puede reservar y hasta podes realizar eventos en el primer piso del restaurante.
La bondiola braseada rinde para dos personas.
Lado B de emprender
Respecto al lado B de emprender, Clara aseguró que “son momentos de pequeña estabilidad o meses en los cuales ganas poca plata, como ahora. Si subimos los precios como deberíamos, mataríamos a la gente y quizás perderíamos más. Tenemos que hacer un balance súper medido de hasta dónde pensamos que las personas pueden pagar y no sentir que les están robando, pero también es cierto que para poder ganar bien, tendríamos que cobrar mucho más”.
En ese marco, mencionó la semana post PASO: “Fue durísimo. Los proveedores me empezaron a mandar mensajes de que habían aumentos y no sabían si me iban a entregar mercadería. Tampoco sabía cuánto aumentar, porque un día me decían un precio y otro día otro. Sumado a que la gente estaba asustada y no vino a comer. Pero bueno, seguimos como podemos porque también tenés que mantener un local, familias, uno mismo”.
Tras nueve años en el mundo gastronómico, Clara concluyó que “ganamos muchos clientes, los perdimos y volvimos a ganar. Con el tiempo uno se vuelve un gastronómico y las cosas salen más o menos bien, alguna vez hay algún error, pero nada que ver a cómo estábamos al principio. De todas formas, nos queda un montón por crecer”.