Fuente: La Voz ~ Quilmes estrenó su ingreso en el mundo del vino haciendo ruido con un espumante de nombre irónico y apuesta por renovar la marca Dante Robino con vinos para todos los públicos.
En un año marcado por la pandemia, empezar un negocio no era una buena idea. Pero si ya estaba todo listo para lanzarse al ruedo no quedaba otra que aprovechar las oportunidades. La sorpresiva compra de Quilmes de la histórica bodega Dante Robino era una patada en el tablero tradicional de los vinos. Pero llegó la pandemia y cambió todo.
Para una compañía como la cervecera, este desafío no era más que un incentivo para innovar, y se puede decir que gracias a la pandemia tuvieron un debut estelar en el mundo del vino, porque todas las fichas se pusieron en un producto único y original que rompió las reglas del juego con humor: el espumante 2020 LPQTP.
Hablamos con Nicolás Bruno el gerente general de Dante Robino, que pasó meses buscando la bodega ideal.
–¿Este es el debut de Quilmes dentro del mundo del vino?
–Si bien nuestro nombre es Cervecería Quilmes, nos consideramos hace tiempo una compañía de bebidas. Y con ese rótulo llegamos a un montón de consumidores distintos en un montón de ocasiones diferentes. En nuestro portafolio tenemos cerveza, agua, gaseosas, y ahora vinos y sidras. Notamos que había un montón de ocasiones en donde el vino es muy importante y en donde no teníamos nada para ofrecer. Así como la pizza con cerveza es un clásico, hay un montón de comidas que son un clásico en el que no teníamos nada para ofrecer. Y nos consideramos una compañía en donde el centro está en el consumidor y queremos estar en la mayor cantidad de ocasiones posibles.
–¿Por qué eligen Dante Robino y que va a pasar con esa marca a futuro?
–Las causas son varias. Una es que hay un feed cultural entre las compañías, tenemos formas de pensar muy parecidas. Dante Robino tenía todo lo que buscábamos: cien años de trayectoria que certifica que “sabemos hacer vinos muy buenos”, un espíritu emprendedor apalancado por el espumante y una capacidad de crecimiento muy grande. Todo ese combo hizo que nos elijamos mutuamente.
–Dante Robino fue reconocida por sus espumantes. ¿Cómo plantean la nueva etapa?
–El volumen de espumantes dentro de la bodega era casi el 70 por ciento y de pronto sin casamientos, sin noche, sin festejos ni fiesta, el espumante sufría mucho. Entonces decidimos multiplicar el vino, duplicando el volumen. Uno de los eventos más importantes fue el lanzamiento de Biografía que es la edición de los 100 años de Dante Robino, un vino que tiene un poquito de todo: algo de la tradición de la bodega y lo que nosotros pusimos en relación con el nombre y el estilo, una etiqueta muy linda que te marca la composición del vino y una contraetiqueta juguetona que habla un poco del estilo que le queremos dar a la marca: hablar de una manera sencilla en un vino de alta gama.
–Dante Robino tiene un estilo más bien clásico, y la presentación en sociedad fue el LPQTP, una idea atrevida y de vanguardia. ¿Cómo unen esos principios?
–Dante Robino tiene la particularidad de ser el nombre de la bodega y además de un personaje, porque Dante Robino era un tano que vino a la Argentina y puso un bar en la calle Corrientes, se fue a Mendoza, empezó a crecer y a hacer cosas, no pudo tener hijos y dejó la compañía a los empleados. Y si me preguntás de la marca yo no la conocía, nunca había escuchado sobre esos vinos pero mis padres sí. Cuando anunciamos la compra hablamos de la conjunción de tres historias: la de Dante Robino, que era un pionero y aventurero; los Squazzini, la familia que se hizo cargo de la bodega, y la de Quilmes. Y ahora estamos empezando a andar el camino del reconocimiento. Con LPQTP tuvimos la audacia y la picardía de poder decir lo que nos pasaba sin que nadie se ofenda. Porque al poner el foco en el consumidor nos dimos cuenta de que todos querían mandar el 2020 a “la puta que te parió”. Y así surgió LPQTP, que no sólo es un buen nombre y una buena estrategia sino que es un espumante que está buenísimo.
–¿Qué diagnóstico hacen sobre el vino?
–En la compañía sabemos mucho sobre categorías en las que no trabajamos. Del vino sabíamos todo lo que queríamos saber para entender qué le gusta a los consumidores, cuánto y cómo se consume. Ahí empezó una exploración mucho más profunda sobre la industria del vino para entender lo que necesitábamos. No intentamos comprar a los más grandes. También podríamos haber puesto una bodega de cero y hacer “vino Quilmes”. Pero queríamos gente con trayectoria, algo que la gente conozca. Se trata de regenerar la marca a través de diversas estrategias. Hay muchas cosas para hacer en el vino. Por un lado sacamos el LPQTP y apostamos por el Ping, que es un proyecto disruptivo de volver a la retornabilidad en el vino. Otro de los planes del 2021 es renovar todas las etiquetas mostrando que hacemos vinos de diferentes gamas, espumantes muy buenos y también un vino de 100 pesos con botella retornable que nos enorgullece.
–Para el vino el gran competidor es la cerveza, ¿cómo se plantean vender más vino siendo una compañía cervecera?
–La respuesta es que somos una empresa de bebidas, el vino y la cerveza son complementarias. Cuando se tiene el foco puesto en el consumidor todo es complementario: no podemos vivir todo el día tomando cerveza, ni todo el día tomando vino. Hay complementariedad. No todo lo que veo como competencia es un problema sino una oportunidad. Hay muchas bebidas en las que no participamos, pero no lo vemos como un problema sino como oportunidad. Tratamos de ayudar al consumidor en todo lo que toma.
–¿Se puede repetir el éxito de LPQTP?
–¡Ojalá que no! Fue algo muy audaz y con tiempos dinámicos, porque en menos de 45 días teníamos el producto en la calle y generó mucha repercusión, pero surgió en un contexto como el de Covid-19. El LPQTP fue un cambio de paradigma: proponer algo para destapar y divertirse en un contexto malo. Ojalá tengamos ideas creativas que repercutan, pero en un contexto feliz.