Parece tratarse de un tema complejo, pero afortunadamente, muchos restaurantes han logrado resolver el acertijo con brillantes ideas que a nuestro juicio, resultan opciones imperdibles para visitar y si la ocasión lo requiere, volver.
En una cava
En la búsqueda de crear experiencias únicas, Alo’s creó en 2018 un espacio en su cava donde no sólo se guardan botellas de selectos vinos para su desarrollo y redescubrimiento, sino que, además, es un lugar de reunión y placer.
El proyecto nació del deseo del chef Alejandro Féraud y la sommelier Camila Lapido de mostrar a su público el valor de la vitivinicultura argentina –su evolución y sus posibilidades–, y brindar a sus comensales un sector especial e íntimo donde puedan cenar y realizar degustaciones.
Realizada por la arquitecta Lucía Hollman, la cava se encuentra en total diálogo con la propuesta del bistró. El espacio está al fondo del local (donde anteriormente se ubicaba una huerta al aire libre) y es visible desde cualquier punto del salón. Luego de los vinos (hasta 800 botellas de prestigiosas bodegas y productores boutique), el segundo protagonista es la madera como elemento principal para dar estructura y ambientación: se encuentra en pisos, paredes, listones dispuestos estratégicamente para lucir botellas y crear un elegante juego de luces, y en la imponente mesa de lapacho con capacidad para 8 comensales.
Los secretos del subsuelo
En el histórico pasaje Belgrano de San Telmo, se encuentra el Cassa Lepage Art Hotel, que alberga entre sus instalaciones un tesoro gastronómico de la cocina tradicional peruana, el restaurant Puerta del Inca.
El arte que se hace presente en las técnicas culinarias del chef peruano Luis Hizo Martínez, para fusionar los sabores de mar y tierra con las especias y productos típicos de la región andina, se conjugan con los espacios armónicos de este restaurant, que mantiene intacta parte de la arquitectura del edificio histórico para ofrecer a sus comensales un sitio de encuentro íntimo y discreto.
Sin embargo, Puerta del Inca va más allá en su estrategia al esconder en el subsuelo un salón privado que invita a la intimidad en un espacio reservado, con una gran mesa para 14 comensales, ambientado con diversas obras de arte y grandes espejos con marcos de época que le dan un aura mística y se complementan a la perfección con el resto de la arquitectura de un lugar que envuelve más de 400 años de historia. Sin lugar a dudas un espacio ideal para reuniones, catas, cenas o festejos que requieran de privacidad.