Fuente: Clarín ~ Ocupado por Gildo durante décadas, el local estuvo cerrado varios años y se convirtió en un misterio. Ahora reabrió con una propuesta que recupera tradiciones pero suma detalles modernos.
Desde que en 2011 cerró el Gildo, uno de los clásicos gastronómicos del barrio, la suerte del local de Corrientes y Medrano se convirtió en misterio. Es que el espacio que supo albergar a poetas y tangueros estuvo cuatro años vallado y otros cuatro, en obra. Hace dos años parecía listo para que allí abriera una sucursal de la pizzería Imperio, pero las puertas seguían cerradas. Y el mito en torno a la esquina más importante del barrio no dejó de crecer. Hasta hace unos días.
Corrieron versiones de problemas constructivos y entre los socios. Algunos hasta creían que un nuevo restaurante había abierto pero luego había debido cerrar. Finalmente, el 1° de septiembre las luces de neón se encendieron y el horno pizzero cobró temperatura: abrió Imperio, vecina de avenida de su hermana de Scalabrini Ortiz, en Villa Crespo.
«Hace tiempo que esperábamos que reabriera esta esquina», festeja Valeria, que vive a pocos metros. «Por cuatro años vimos movimiento y no entendíamos por qué no abrían», agrega su amiga Romina. Ambas disfrutan de una grande de muzarella y otra de espinaca junto a las hijas de una de ellas, el día después de la inauguración.
El bar Gildo, en la esquina de Corrientes y Medrano. Foto de 2010, tomada del Mapa interactivo de la Ciudad
Tras el cierre de Gildo, esa esquina fue por varios años sólo ruinas, vallas, andamios y una red de protección. Y, durante algún tiempo, un cartel de alquiler, que se retiró cuando los dueños de Imperio compraron la propiedad. En abril de 2014 se dio aviso de obra, según consta en los archivos de la Dirección General de Registro de Obras y Catastro (DGROC) de la Ciudad. Para junio de 2017, su frente estaba listo, incluso con las palabras «Pizzería Imperio» pintadas sobre las ventanas.
La Pizzería Imperio ocupó la esquina de Gildo. Pero antes de su inauguración, el local estuvo años cerrado. Foto: Fernando de la Orden
Pero el local no abría. Y la pregunta sobre qué pasaba con la nueva pizzería se multiplicó en redes, charlas de vecinos e intercambios de amantes de la pizza en general. Circularon versiones sobre irregularidades en la obra, problemas de sucesión en la sociedad comercial y hasta, imaginación mediante, fantasmas en el primer piso.
Consultado por este diario, Javier Fernández, uno de los socios, niega los rumores y dice que son «fantasmas que aparecen cuando demoran mucho las cosas y cada quien empieza a tirar su propia versión». Dice que la inauguración se retrasó «por definiciones sobre cuán innovadora tenía que ser la pizzería, teniendo en cuenta que es una marca muy tradicional». Y, también, porque «el local estaba destruido por el tiempo que estuvo cerrado y hubo que hacer todo desde cero: reforzar la estructura, cambiar caños de agua y gas, hacer losas nuevas. Fue un trabajo muy grande», sostiene.
En la Pizzería Imperio se mantiene la tradición de pizza al corte y moscato, pero se suman las nuevas tendencias. Foto: Fernando de la Orden
Desde el kiosco de revistas que comparte vereda con Imperio, Mónica reconoce haber escuchado los rumores, pero dice que ahora sólo le interesa festejar. «Quería tener compañía para estar más tranquila y segura. Antes esto estaba re solo. Ahora que abrieron, cambió completamente», reconoce.
A su lado, cada dos minutos alguien se detiene a tomar una foto del nuevo local. Ese por el que, durante décadas, cuando era Gildo, «a la madrugada se llenaba de milongueras que venían, después de cerrarse los cabarets», contó el poeta Francisco Madariaga en uno de sus libros. O que, vaso de vino mediante, «era lugar de inspiración para artistas o escritores, como el poeta Mario Jorge de Lellis, que escribió ahí Tranvía 14 o Radiografía de Almagro», precisa a este diario Miguel Eugenio Germino, creador del periódico barrial Primera Página.
El movimiento volvió a la esquina de Corrientes y Medrano. Foto: Fernando de la Orden
El Gildo fue un típico cafetín porteño que jamás cerraba, con atmósfera de tango y humo de tabaco. Para los más antiguos, esa esquina había sido «El bar de los loros», porque allí iban los motoristas o guardas de uniforme verde del tranvía Compañía Lacroze, que partía de ese cruce.
Para otros, más cerca en el tiempo, había sido un bodegón que por su carta sin pretensiones se había ganado otro mote, «El rey de la polenta». Para tantos jóvenes, fue la fonda donde acceder a banquetes con descuento estudiantil.
El salón de la Pizzería Imperio. Foto: Fernando de la Orden
Hoy de esa tradición poco queda, pero sí volvió el movimiento: se ve en la cola detrás del mostrador de pizza al corte y moscato, y también en las mesas con sillas o con sofás esquineros de inspiración retro, que un día de semana al mediodía están casi todos ocupados.
El moscato convive con cervezas tiradas de marcas nuevas. Foto: Fernando de la Orden
«Queríamos apostar a un público joven, que no es tan habitué de las pizzerías muy tradicionales», explica Fernández. Esa búsqueda llevó a una fusión entre nuevo y antiguo, que se detecta en la decoración pero sobre todo en la carta.
Así es como, en lugar de vino y tabaco, hay limonada con menta, gin tonic y cerveza de marcas nuevas, que conviven con mozos old school, moscato con pizza al corte y una masa de molde «que es el ABC de la pizza porteña», como explican Joaquín Hidalgo y Martín Auzmendi en su libro Nuestra pizza, una pasión redonda.
La pizza de Imperio es de molde. Foto: Fernando de la Orden
Para denominarse así, dicen los periodistas, debe ser más alta que la media masa y tener muchos huecos pequeños, algo que estos discos de Imperio cumplen con rigor, en honor a uno de los rituales más porteños.