Fuente: La Capital ~ Una pareja de inmigrantes italianos lo instaló en Vélez Sarsfield y Monteagudo, Refinería. Su nieto continúa hoy con ese legado.
En la esquina de Monteagudo y Vélez Sarsfield se encuentra el local conocido como “El Bar de Conti”, que en octubre cumplirá 102 años. Es uno de los boliches más antiguos de la ciudad, atendido por la tercera generación de la familia que lo fundó. Alberto Conti llegó con su mujer Margarita de Italia, en 1920, y ambos se asentaron en Refinería, uno de los primeros barrios obreros de la ciudad, donde decidieron abrir el local que perdura hasta hoy. Además de servir café, el lugar fue almacén de ramos generales, boliche, cervecería y local de ropa. Esas mesas y sillas vieron pasar la historia de la ciudad y fueron testigos de las transformaciones de una de las zonas de Rosario que más cambió.
En la década del 20 el bar llevaba el nombre de “El boliche de Berto”, pero como el dueño era Conti, se lo conoce hasta hoy como “el Bar de Conti”.
Alberto y Margarita abrieron el local como bar y almacén de ramos generales. En ese momento, el barrio estaba especialmente concurrido por los trabajadores del ferrocarril y del puerto.
“Llegaba gente de todo el mundo y venía a tomar café y a comer al bar”, recuerda Adalberto, el nieto de Alberto, quien hoy está al frente del negocio. Tanto él como su papá crecieron en esa esquina y sus vidas transcurrieron entre esas mesas. “Mi papá nació y murió acá”, cuenta Adalberto, rememorando los relatos de su padre, quien le contaba que en aquella época veía pasar gente de todo el mundo. “Su vida fue este bar y la mía también, porque estoy acá yo desde que tengo memoria”, afirma orgulloso de que el emprendimento familiar haya superado los 100 años.
Alberto falleció prematuramente y su hijo se hizo cargo muy joven del bar, junto con su mamá Margarita. “Era una mujer muy brava, imaginate que manejaba el bar al que venían obreros y portuarios”, relata el nieto, quien decidió cambiarle el nombre al bar hace unos años y bautizarlo con el de su abuela. De hecho, hoy el local se llama Margarita Conti, en nombre de esta mujer que gerenció el negocio hasta que se murió.
Durante las décadas que pasaron, en el bar se fueron haciendo modificaciones, sin embargo, hasta el día de hoy perduran cuatro mesas originales, la barra, los pisos y el cielo raso.
Además de las puertas y ventanas de doble hoja que llegan hasta el techo, en el bar se exhibe una vieja fonola que supo amenizar el bar en los primeros años, y en la parte de atrás hay una antigua fideera, donde se guardaban los fideos frescos cuando existía el almacén de ramos generales.
Por otra parte, detrás del mostrador, que también es original, se encuentran decenas de botellas que muestran el paso del tiempo, porque muchas de ellas ya no se fabrican y hoy forman una vidriera de recuerdos.
Cuando Adalberto se hizo cargo del negocio le puso su impronta. Hasta 2002 fue almacén y bar, después lo refaccionó para que fuera solamente bar.
Las ventanas vieron pasar generaciones y sobre todo fueron testigos de los grandes cambios que tuvo el barrio Refinería. “Este bar era una parte más de las casas de los vecinos. Acá se juntaban los hombres a tomar su vermú y las mujeres venían a hacer las compras en el almacén. También se jugaba mucho a las cartas”, rememora el hombre de 47 años.
Con el tiempo, las costumbres cambiaron, las industrias se mudaron de zona, el barrio modificó su fisonomía y el bar empezó a ser un lugar de paso para los trabajadores hasta que después llegó el emprendimiento del gran centro comercial. “Cuando empezó la construcción del shopping todo cambió mucho. Al mediodía se llenaba el bar, venían a comer todos los que estaban trabajando en la construcción del lugar”.
“En 2010 lo habilité como boliche y empezamos a traer bandas de música, y se podía bailar en el local”, relata el hombre que durante años trabajó día y noche, junto con su esposa Perla, que le puso el hombro al negocio desde el primer momento.
“En 2016 cerré la noche porque me cansé, es muy desgastante, además ya tenía otro emprendimiento y pusimos un local de ropa en el mismo bar”, expresa el nieto de Margarita, quien empezó a ofrecer sobre todo desayunos y meriendas en el local.
Dos años más tarde habilitó un patio trasero del bar y abrió un patio cervecero. “Empezamos con los happy hours y se prendió mucha gente, pero vino la pandemia y cerramos. Lo que nunca se frenó fue el bar porque nos adaptamos y empezamos con la modalidad del take away y vendíamos comida”, manifiesta satisfecho de haber podido mantener el negocio.
Hoy Adalberto tiene proyectos y piensa continuar con el bar, pero a partir del año que viene lo transformará en panadería, bar y pastelería, para adaptarse a los tiempos que corren.
Su hija y su esposa también trabajan allí, pero su hijo decidió seguir la pasión por el fútbol.
El Concejo municipal, en 2020, declaró al local como “Bar Histórico” y Adalberto prepara un gran acontecimiento para celebrarlo.