Fuente: Clarin ~ Una escena tan cotidiana como pedir un trago en un bar y recibir la bebida sin sorbete desencadenó toda una serie de cuestionamientos, tanto por parte de locales gastronómicos como de clientes. “No hay sorbete pero me dan la gaseosa en vaso de plástico, ¿cuál es la diferencia?”, se quejaron algunos consumidores. Mientras que los gastronómicos más conscientes empezaron a pensar estrategias para volverse “más verdes”.
Por moda, por marketing o por voluntad, después de la prohibición de los sorbetes, los comercios de la Ciudad de Buenos Aires están implementando procesos para ser menos contaminantes. Hay desde cervecerías que se volvieron un punto de reciclaje abierto a toda la comunidad, pasando por restaurantes que diseñan su carta en función de las verduras de estación, hasta locales que instalaron paneles solares para abastecerse en forma sustentable.
Una de las prácticas más inéditas pasó por Antares. La compañía con más de 20 años en el negocio de la cervecería artesanal creó una cerveza hecha a partir de agua de mar. Se llama Atlántica y es una rubia que rinde tributo a los primeros cerveceros artesanales del país, quienes elaboraban sus recetas con materias primas que tenían disponibles. En este caso, se usó agua de la Costa Atlántica, de Mar del Plata.
“En vistas a que el agua potable es un recurso escaso, esta cerveza piensa en el presente y futuro, abriendo un camino hacia la toma de conciencia respecto del uso que hacemos de los recursos naturales”, explicaron desde la empresa. El agua de mar está filtrada y tratada por ósmosis inversa, separando la sal y otras impurezas.
Pero además de esta cerveza impensada, en Antares convirtieron sus locales -de la Ciudad de Buenos Aires y del resto del país- en centros de recepción de cualquier tipo de lata. En los negocios de la firma las prensan y después entregan al Hospital Garrahan u otras instituciones con el fin de que recauden fondos. También, los vecinos pueden acercarse con sus latas para que sean compactadas y luego recicladas.
El packaging de los objetos suele ser redundante, absurdo y también irresponsable. En la Ciudad, son cada vez más los comercios que empiezan a interiorizar esa idea. Y en las vidrieras o puertas de los comercios se ven carteles que dicen así: “Si venís con tu tupper o tu bolsa y reducís el packaging, tenés un 5% de descuento en tu compra para llevar”.
La diseñadora Dafna Nudelman, más conocida en las redes como “la loca del taper”, suele destacar estas iniciativas. Por ejemplo, la de una heladería de Mendoza que se hizo famosa por ofrecer un 10% de descuento para quienes llevaran su propio envase y evitaran el uso del recipiente de telgopor.
También, en los últimos meses, escribió: “Me encanta la movida de ferias con foodtrucks pero odio llenarme de basura descartable: platito, cubiertos y vasos de plástico”. En ese sentido, en el predio del Patio de los Lecheros, en Flores, escucharon y algunos puestos de comida ya entregan vajilla retornable.
Muy cerca de ahí, sobre Pedro Goyena, en Caballito, la rotisería La Vuelta tiene una promoción de un postre gratis para quien lleve su tupper. Parecido ocurre en el restaurante Casa Munay, de Palermo, donde ofrecen descuentos por llevar recipiente propio; o en Retiro, en De los Frutos, donde no tienen problema en entregar desde un wrap hasta una ensalada en tupper, y cobrar más barato por eso.
Las cartas de los restaurantes porteños también están en transformación. Ahora son pensadas según los ingredientes disponibles, respetando la estacionalidad de los productos. Por otra parte, todos los locales gastronómicos de la Ciudad deben cumplir con una normativa ambiental que incluye la correcta separación de residuos.
El año pasado se lanzó una guía para “Bares conscientes” y se trató de una iniciativa del pub Temple Bar junto con la Agencia de Protección Ambiental del Gobierno porteño. “Los bares generan gran cantidad de residuos orgánicos y reciclables junto con otros que requieren de un manejo especial. Por ello, el sector es un actor clave para acompañar a la Ciudad a alcanzar sus objetivos de reducción de disposición de residuos”, dice el manual.
En el documento también se cita el caso de The Temple Bar, que recurrió a la asociación civil +Oxígeno para hacer un diagnóstico sobre la separación de residuos en sus locales. El primer resultado fue mediocre: sólo el 3 % de las bolsas de reciclables estaban limpias. Es decir, el 97 % de sus reciclables estaban contaminados. Después de seis meses de trabajo, llevaron ese 3 % a 83 %, y hoy son un ejemplo para el resto de los negocios comerciales.