Desde botellas de aceite de oliva hasta tapas de inodoros: los insólitos “souvenirs” que se roban los clientes en los restaurantes

Fuente: Clarín Gourmet by María Florencia Pérez – El vaso con el logo de ese aperitivo italiano que quedaría tan canchero en el estante de casa y por qué no ese salero de diseño o, al menos, la escobilla para limpiar el inodoro. A la hora de “sustraer souvenirs” de los restaurantes, los amigos de lo ajeno encuentran satisfacción en todo tipo de objetos: desde los más exquisitos hasta los más insólitos y prosaicos.

Se trata de un hábito extendido que no distingue la categoría del establecimiento -hay historias de robos de clientes tanto en cafetines y bodegones populares como en los restaurantes más exclusivos-. Tampoco, fronteras geográficas o culturales: es una experiencia compartida por gastronómicos de todas las latitudes.

Un perjuicio asumido de antemano, un lucro cesante inevitable que sólo puede ser atenuado por algunas medidas preventivas. Se trata de un contratiempo que los emprendedores más experimentados del rubro tienen en cuenta incluso a la hora de ambientar un nuevo local: saben que tanto en la mesa como en la decoración hay elementos muy “tentadores” que es mejor evitar.

Sobre la mesa se encuentran los objetos más convenientes y atractivos para la cartera de la dama y el bolsillo del caballero. Por eso tal vez sean los que lideran el ranking de robos habituales en restaurantes. “En Mondongo & Coliflor, que es un lugar de barrio, tenemos cubiertos cinco estrellas, de marca Volf. Y ya sabemos que cada 3 meses tenemos que renovar al menos veinte unidades”, cuenta uno de sus propietarios, “Cabito” Massa Alcántara.

Los cubiertos y la cristalería fueron la respuesta más frecuente entre todos los gastronómicos consultados. También coinciden en un fetiche de muchos: los vasos con logos del local o de marcas queridas y populares. En la cervecería Buller Brewing Company de Recoleta los tuvieron que dar de baja: “Ya no ponemos el logo en ningún vaso o chopp. Es el mejor llamador para los amigos de lo ajeno que quieren llevarse souvenirs”, afirma su dueño, Adrián Amerino.En Mondongo & coliflor renuevan parte del stock de cubiertos cada 3 meses por los robos. En Mondongo & coliflor renuevan parte del stock de cubiertos cada 3 meses por los robos.

En algunos restaurantes se vieron obligados a agudizar su ingenio para poner a salvo un producto gourmet preciado: el aceite de oliva. “Muchas veces lo llevamos sin tapa a la mesa o ponemos una botella más grande para que sea más difícil meterlo adentro de la cartera o de la mochila. Vas poniendo pequeñas barreras”, cuenta Julián Díaz, dueño de Los Galgos, La Fuerza y el bar 878, entre otros emprendimientos gastronómicos.

Lo mismo aplica a los pimenteros de madera que ni bien terminan de ser usados por el cliente regresan raudos, bajo la custodia del camarero, a la barra. “Por algo en una época se había puesto de moda el pimentero extra grande que nadie se podía llevar”, apunta Julián Díaz.

Pero el lugar del delito por excelencia es el baño. La privacidad entre las cuatro paredes del toilette garantiza inmunidad para los robos más insólitos. Algunos, evidentemente espontáneos, de esos que ratifican aquello de que la oportunidad hace al ladrón. Pero también hay otros que demandan un cierto grado de planificación para llevarse el botín. El pimentero de madera, uno de los elementos más "tentadores" de la mesa de un restaurante. El pimentero de madera, uno de los elementos más «tentadores» de la mesa de un restaurante.

Entre proveedores de restaurantes circula la historia de un local de La Recova donde una clienta fue interceptada en dos ocasiones con una tapa de inodoro debajo del tapado de piel.

En la cervecería Buller padecieron el mismo hurto aunque nunca detectaron al culpable. La misma suerte corrieron con el secamanos de aire caliente “con enchufe, cable y todo”. Aún más extremo es el robo que experimentaron hace años en una coqueta confitería de Almagro hace unos años: un cliente intrépido desinstaló un mingitorio para llevarselo.

Pero también hay hurtos grotescos por lo irrisorios. A “Cabito” Massa Alcantara no deja de sorprenderle cuántas veces se roban el papel higiénico. “Tiendo a pensar que si tenés guita para ir a comer afuera también tenés papel higiénico en casa”. E intenta encontrar una explicación: “Supongo que es una travesura, una pulsión solitaria que nadie comenta en público”, reflexiona.El baño del restaurante, el "lugar del delito" por excelencia. El baño del restaurante, el «lugar del delito» por excelencia.

A veces los robos no sólo tienen consecuencias económicas. En Los Galgos tuvieron que pensar estrategias para resguardar las luces de emergencia del baño. “Tenés que pegarle los tornillos o ponerle una jaula encima como si fuera un objeto valioso. Porque si se la llevan y te cae una inspección te metés en un recontra problema. Te pueden hacer un acta, no tener esas luces en reglas es una contravención”, dice Julián Díaz.

Oportunidades de hurto en un restaurante hay muchas, pero el riesgo de ser pescado in fraganti no es menor. “Cuando detectás que te están robando y encarás al cliente, rara vez se ofende. Generalmente el que se estaba llevando algo pone cara de poker y lo devuelve”, cuenta el propietario de Buller Brewing Company.

“Si lo enganchas, le decís: ‘devolvemelo’. Es como un juego, alpiste, perdiste. Cuando se trata de un vaso o esas cosas no hacen un daño profundo aunque sí es éticamente reprochable: yo no lo hago y no me gusta que me lo hagan. Pero no voy a llamar a la policía por eso”, explica Julián Díaz. Para él, la “condena” es más sútil: “Con la vergüenza es suficiente y, depende el caso, hasta algún chiste le podés hacer”.

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