Fuente: BAE ~ No hay barrio porteño en el que la gastronomía se salve, pero la tristeza que se percibe al caminar por los alrededores de lo que supo ser Palermo Viejo y hoy es Palermo Soho, hace mucho tiempo que no se sentía. Cada vez cierran más bares.
Justo en el corazón, frente a la plaza Cortázar en Serrano y Honduras, cerraron los dos bares ubicados en cada esquina. En donde supo estar El Taller, que luego fue Clara, hay un cartel. “Queridos vecinos y clientes. Nos fue imposible sostener el local con 80 días de cuarentena. Gracias por estos años de apoyo, atte, Clara”.
En la vereda de enfrente, donde estuvo por décadas Malas Artes y hace casi cuatro años se fundó Bad Toro, hay un pasacalle que dice: “Cerramos definitivamente, 80 días cerrados fue imposible de sostener. Gracias a todos por estos años”.
No son los únicos. Santiago Olivera es un empresario gastronómico que desde el 2007 arrancó con bares en esa zona y hoy le toca cerrar Bad Toro. “No somos los únicos, sólo en nuestra cuadra hubo cinco cierres de bares, cerró la hamburguesería Whoopies, Ragnar Beer Pub, Cervecería Valk Taproom y hablé con el dueño de los dos locales que eran feria de día y bar de noche y no cree que vuelva a abrir. En el bar Sheldon aún no saben que harán y varias cervecerías chicas que abrieron en los últimos tiempos, ya cerraron”, explicó.
Olivera es dueño de Sans en la esquina de Armenia y Costa Rica, un bar donde trabajan 20 personas y hoy se reconvirtió en una despensa para poder juntar algo de dinero para pagar sueldos. Hace tres años abrió la cervecería La Choppería en Gurruchaga y El Salvador donde da trabajo a nueve personas. A ese, se le suma la hamburguesería Diggs, frente a plaza, al lado de Tazz, con diez empleados más.
Con mucha tristeza, cuenta que cierra su primer bar Bad Toro. Santiago Olivera contó a BAE Negocios: “ Palermo es una desolación total, cada vez que vengo es una amargura nunca lo vi así, ni en 2018 que fue el peor año desde que estoy en Palermo. Cerré Bad Toro porque se nos hizo imposible, tenemos 17 empleados en forma directa más abonos con personal de redes, monitoreo de alarmas, diseñadores y con el cierre afectamos hasta las dos cooperativas que venían a buscar cartones y aceite”.
Hizo lo que pudo para salvarlo, aprovechó todo lo que le ofreció el Gobierno nacional desde créditos a tasa del 24%, ATP para poder pagar sueldos de sus empleados, todo. “Esperamos una ayuda del gobierno porteño, pero por ahora no recibimos nada. En pocas horas entregamos las llaves, por más que el dueño nos bajó el alquiler al 50%, es imposible, tuve que pagar marzo entero y trabaje 15 días. No se pueden pagar alquileres de $400.000 por buenas esquinas, y menos si no se cuando voy a reabrir y si ya sé que abriré al 50% de mi capacidad y no habrá turismo. Nos llegan boletas de luz de $60.000”.
“Le hice una propuesta para quedarme, pero no aceptó. Pedí una condonación del alquiler y poder pagar un porcentaje de lo que facture el local. Pierdo una gran inversión, le hice terraza, entrepiso y baños, pero no hay fecha de reapertura y nadie sabe cómo va a reaccionar el consumo. ¿Quién va a querer atender a los brasileños?”, señaló Olivera.
Terminó de sacar cálculos y ya sabe cuánto le costará el cierre de Bad Toro: “Para poder irme, tengo que pagar $4 millones , incluye alquileres marzo no lo termine de pagar, debo abril y mayo, impuestos, servicios e indemnización al personal que no pude reubicar. La gastronomía toma más gente en temporada alta y menos en la baja, a mi me obligaron a quedarme con la misma plantilla. Tengo el personal en blanco y no puedo suspender ni despedir, y no sólo que estoy en temporada baja, sino que tengo el bar cerrado. Hay que ver si ahora que lo tengo que cerrar, me obligan a pagar la doble indemnización”, explicó Olivera.
No hay manera de escaparle a la pandemia. Con el delivery cuenta que como mucho, logra sacar entre un 5 y un 10% de la facturación, que la reparte con empleados y paga insumos y local.
El dueño de Bad Toro explicó cómo se endeudó: “Estamos tomando créditos y veremos como los pagamos, porque yo quiero hacer las cosas bien, yo voy a seguir trabajando en Palermo. Pero por hacer las cosas prolijo me voy fundido y con deudas. Hace tres meses que dejé de tener ingresos personales y se que hasta diciembre no tendré ingresos. Vivimos de ahorros y del sueldo de mi mujer que es médica, calculo que pediré prestado. No sé ni cómo voy a pagar la cuota del colegio, ni del club del histórico club Pinocho del barrio de Villa Urquiza, que nos piden que colaboremos porque sino también van a tener que cerrar”.
Santiago Olivera insiste en que esto recién comienza y si cuando termina la cuarentena, no hay alguna otra ayuda, asegura que seguirán los cierres. La postal se repite en varios barrios.