Fuente: La Nación ~ «Entre Belgrano y San Isidro no había nada más que pizzerías o parrillas, a las que iba la gente del barrio. Si alguien que no era vecino de Olivos venía a Asato era porque estaba de paso o alguien nos había recomendado», dice Roy Asato, quien desde su local Asato Sushi, ubicado desde hace 10 años en diagonal a la estación Olivos de la línea Mitre, ha visto consolidarse el polo gastronómico que tiene como epicentro el cruce de la Avenida del Libertador y la calle Corrientes, y que ha convertido las cuadras que lo rodean en un lugar de paseo que hoy atrae un nuevo público.
La Panadería de Pablo, Carne, Le Pain Quotidien y Lucciano’s, abiertos hace poco más de dos años en la planta baja del complejo inmobiliario La Palmera -que recuerda al tradicional restaurante con ese nombre que se encontraba en esa esquina-, fueron los pioneros; proyectos que ya sea por contar con frontmen de la cocina como Mauro Colagreco y Pablo Massey o con marcas ya reconocidas lograron atrer la atención del habitué de Palermo, que halló en Olivos algo por descubrir. Y no quedó ahí. Luego llegaron la cocina asiática de Casa del Este, el bar Forest Dan, la cafetería de especialidad Malagrino y, en estos días, Páru Inkas Sushi & Grill y la para nada convencional pizzería Orno, completando una oferta apta para distintos públicos, y que funciona de día, de noche y de trasnoche.
«Vimos una oportunidad, porque todo lo que había era muy tradicional, no había proyectos innovadores, y de repente lo que veo desde que abrimos La Panadería de Pablo es que cada vez viene gente más joven», dice Guadalupe García, directora creativa de Mezcla Casa Gastronómica.
«El fin de semana hay mucha gente que viene de Capital a pasear por el puerto y se acerca a comer, mientras que en la semana el visitante es más gente de zona norte», agrega.
Para la gente del barrio -en sentido amplio: Olivos, pero también Vicente López, La Lucila, Munro, Carapachay-, el nuevo polo gastronómico ofrece la posibilidad de disfrutar de propuestas innovadoras y de alta gama, pero sin tener que cruzar la General Paz en dirección al caos vehicular de Palermo o Puerto Madero, por citar algunos de los barrios porteños con alta densidad de bares y restaurantes. «Me resulta mucho más cómodo y disfrutable ir a comer a los nuevos restaurantes de Olivos que manejar hasta Palermo», asegura Gabriel Sánchez, de 35 años, vecino de Munro, que el sábado pasado cenó con amigos en Orno. «Estacioné a tres cuadras, sin tener que dar mucha vuelta, y mis amigos estacionaron en la puerta de la pizzería», agrega.
«Salvo un par de excepciones, para comer algo que no sea una milanesa o una empanada en zona norte tenías que irte hasta San Isidro o entrar en Capital, porque en Vicente López y Olivos no había nada interesante -dice Javier Solo, de 38 años, vecino de Vicente López y habitué de Carne-. En los últimos años empezaron a aparecer un par de propuestas interesantes en el bulevar de Yrigoyen [Naná, Café Crespín, BA Green, en el Paseo de la Costa, de Vicente López], pero el lugar no creció, como sí esta pasando con la esquina de La Palmera».
Para Pablo Massey, chef a cargo del restaurante de cocina mediterránea-porteña La Panadería de Pablo, pionero en la nueva vida de esa esquina, «esta era una zona que estaba latente, y que vive un fenómeno parecido a lo que se vio hace ya varios años en Las Cañitas». Parte de este crecimiento, sostiene, se encuentra asociada al desarrollo inmobiliario de la costa de Vicente López y Olivos: «Todas estas viviendas nuevas generaron un gran movimiento de gente, de gente a la que le gusta salir a comer caminando, sin tener que subirse a un auto».
El desarrollo inmobiliario también incluye los numerosos edificios de oficinas y de coworking que se construyeron en los últimos años entre Libertador y el río, y que generan un gran movimiento al mediodía de oficinistas en busca de un menú ejecutivo. El horario de almuerzo laboral coincide bastante con el de los colegios, cuyos alumnos encuentran en algunos de los menús del nuevo polo una alternativa más atractiva (y a veces incluso más competitiva) que las que ofrecen las pizzerías, hamburgueserías y bares ya conocidos.
Subir la vara
Pero lejos de quitarles comensales a los restaurantes de la zona, el polo de Libertador y Corrientes generó un incremento de visitantes que para muchos ya se hace visible en el día a día. «Al convertirse Olivos en un polo gastronómico, todo el mundo se movió para acá. ¡Hasta llegan los periodistas gastronómicos, que antes no se acercaban porque era lejos! Al venir los críticos a la zona, los instagrammers, los foodies, todo eso hace que venga gente que no se acercaba», comenta Roy, de Asato, sushi bar de servicio omakase que cuenta con 27 cubiertos, y donde quien llega después de las 21 seguramente tendrá que esperar un rato a que se desocupe una mesa o un asiento en la barra.
«La apertura de nuevos lugares del lado de Libertador, con nuevas gastronomías, ayuda a crecer y dar más opciones a la zona», coincide Sakiko Yamamoto, chef de Sakiko, restaurante de cocina japonesa con 12 años de vida en la esquina de Maipú y Villate (en diagonal a la quinta de Olivos), y que desde hace un tiempo recibe nuevos comensales aun estando a más de 10 cuadras de La Palmera. «Además del vecino del barrio, con quien tenemos una relación cálida de años, notamos que desde que se generó el polo de Libertador y Corrientes viene un cliente que no es el habitué», cuenta Sakiko, que por estos días se encuentra con los preparativos de la Primera Semana de la Cocina Japonesa en Buenos Aires, que comienza el 12 de junio y en la que los 50 restaurantes participantes ofrecerán platos esenciales de esa gastronomía. «Este tipo de actividades atraen gente de capital, que no es la habitué, y lo mismo ocurre con las notas periodísticas», señala Massey.
La llegada de un nuevo público con expectativas altas y ganas de descubrir es también un incentivo para los establecimientos que ya tienen una historia en la zona, sostiene Martín Ferrari, actual propietario del bar a puertas cerradas Korova. Sin ningún tipo de vidriera a la calle, la barra que se encuentra al traspasar la puerta negra de Ramseyer 1475 ha sido desde su creación, 12 años atrás, un secreto que va de boca en boca entre los fanáticos de la coctelería que se atrevían a salir de los circuitos porteños.
«Creo que la propuesta de gastronomía y coctelería de Olivos hoy está a la altura de Palermo o de Puerto Madero, pero con puntos muy fuertes, como los precios, que son más accesibles, y una calidad que es igual o incluso mejor en algunos sentidos. Olivos se está haciendo muy fuerte en gastronomía, y eso nos impulsa a mejorar, a no quedarnos atrás y a ofrecerle propuestas de óptimo nivel nuevas a los clientes para seguir cautivando su atención y que nos sigan eligiendo», dice Martín.
Su bar, ubicado a unas 10 cuadras de la esquina de La Palmera, a pasos de la estación Mitre de ese línea, se destaca por ofrecer una carta con 45 cócteles de estilo clásico -«de pocos ingredientes, pero sólidos y equilibrados», define-, pero solo tragos. Martín analiza actualmente incluir propuestas gastronómicas que los acompañen, pero sin restarle protagonismo a la coctelería.
Conocidos y novedades
Elaboradas con unos pocos ingredientes cuidados y seleccionados, las hamburguesas de Carne -proyecto alumbrado bajo la mirada de Mauro Colagreco, chef cuyo restaurante Mirazur ostenta 3 estrellas Michelin- ya son un clásico para los habitués y los nuevos visitantes de la esquina de La Palmera. De igual manera lo es la desmesurada milanesa de bife de chorizo con hueso que ofrece Massey en la Panadería de Pablo, como también lo son los distintos panes de masa madre de Le Pain Quotidien o las deliciosas paletas heladas de Lucciano’s.
A esas propuestas ya establecidas se sumó sobre Libertador un local de la cadena de comida nikkei Páru Inkas Sushi & Grill (que ocupó el espacio dejado por The Pick, porque tampoco el polo es garantía de éxito) y, a unos pocos metros un bar de la cadena Forest Dan, que extiende hasta tarde el horario de movimiento en la zona; sobre calle Corrientes, la comida asiática de Casa del Este frente a la moderna pizzería Orno (con mesas comunitarias, una interesante propuesta de cócteles y vinos, y originales gustos de pizza), y casi llegando al río, la cafetería de especialidad Malagrino. Por estos días, los gastronómicos comentan una nueva apertura en camino a pasos de allí, en el puerto.
«Creo que todavía hay espacio para crecer – concluye Guadalupe García, de Mezcla-, pero eso depende de que la zona se convierta definitivamente en un destino, que haga que la gente no dude en tomar un auto para venir para acá».