¿Qué tienen en común Niño Gordo, Bilbo Café , Divisadero, Florería Atlántico, Boticario y el recientemente inaugurado Las Patriotas? Todos estos espacios tan atractivos y distintos entre sí surgieron de la frondosa imaginación de Eme Carranza, diseñadora y directora de arte que encontró en el rubro gastronómico el marco perfecto para crear ambientaciones
que cuentan historias, crean climas y despiertan sensaciones tan asombrosas como los platos y tragos que ofrecen
Eme es diseñadora gráfica y cuenta que fue en su carrera y en la UBA donde aprendió todo lo que sabe sobre cómo crear un concepto y desarrollarlo. Con 30 años, su solidez descansa en riquísimas experiencias: fue profesora en la Facultad, trabajó en identidad de marcas, fue fotógrafa e hizo guiones para una serie de documentales de Cinzano. En el camino, conoció al ilustrador Alan Berry Rhys, su pareja, socio y aliado creativo.
Cada trabajo comienza con un cuestionario a sus clientes: a ella le sirve para ordenar información; a ellos, en muchos casos, para aclarar por qué quieren abrir un bar y qué onda buscan darle. Luego comienza el proceso de investigación, búsqueda y realización.
Eme disfruta el proceso de recorrer mercados de antigüedades, rastrear restauradores y reclutar proveedores siempre listos a escuchar todo tipo de pedidos. Por ejemplo, mientras hacía Bilbo Café, fue a la casa de la abuela de los dueños del lugar y se llevó cosas a las que les encontró el lugar justo en el local y despiertan la emoción de todos desde el día de la inauguración
«Una de las preguntas que me planteé en Las Patriotas fue cómo hacer una taberna argentina del siglo XIX y a la vez traerla a la modernidad». Con acierto, combinó diseños antiguos como los de las sillas, las banquetas, las barras o el mural de la pared con luminarias de acero inoxidable. Todo convive con murales de los viejos fósforos Ranchera, escenas inspirados en la obra de Cándido López y retratos de mujeres como Juana Azurduy, Mariquita Sánchez de Thompson o Cecilia Grierson. Pura argentinidad que atraviesa el tiempo y el espacio.
Su primero proyecto fue Boticario Bar y allí quedó sellada la identidad de sus trabajos. Los lugares que Eme ambienta plantean un viaje a escenas que resultan familiares, sin ser recreaciones de época, porque también tienen elementos contemporáneos. Además de rastrear todos los elementos que remiten a una antigua botica, inventó un personaje: Salvador Cortez, el dueño esa farmacia y de todas esas fórmulas, pociones y brebajes
Muy pronto, sabremos acerca de nuevos bares que llevarán su firma. Sin dar demasiados detalles, lo único seguro es que no se parecerán a los anteriores. «No repito ideas, ni diseño espacios a los que no iría. Cuando empiezo un proyecto, lo primero que les digo a mis clientes es: ‘No miren lo que hacen otros, exploren hasta encontrar lo que les gusta y sigan esa pulsión’. Continuará.