Fuente: Clarín ~ Más allá de lo que diga el diccionario, para los argentinos la palabra “terraza” es sinónimo de altura. Sin embargo, en vistas del uso que se le da en gastronomía, hoy el término abraza el sentido completo que le da la Real Academia Española y se refiere a los espacios al aire libre que se encuentran delante de bares, restaurantes y cafés.
La proliferación de terrazas trasciende lo semántico: cada vez hay más opciones en el mapa gastronómico de la ciudad. Desde lujosas en hoteles cinco estrellas hasta otras descontracturadas en bares y cervecerías.
Las aperturas empezaron hace ya una década, pero el último invierno pasado marcó un antes y un después en la materia, ya que abrió sus puertas -y su cielo- Trade, el rooftop bar descubierto más alto de la ciudad.
Desde su majestuoso piso 21 se disfruta de una panorámica única, que resume, como un collage, puntos emblemáticos de la ciudad: el Río de La Plata, la zona bancaria con sus rascacielos iluminados, Puerto Madero, la Torre de Los Ingleses, el Obelisco y más. Además, está en un edificio histórico: el Comega, uno de los símbolos locales de la arquitectura racionalista.
Todos los atardeceres se forma fila en la puerta del edificio. Hay que sortear esa espera para llegar al ascensor, subir 19 pisos -87 metros- sin escalas y en pocos segundos desembocar en un bar donde los ventanales son protagonistas. Para la terraza todavía faltan dos pisos por escalera.
Tras el hitazo de Trade está Andrés Rolando junto a otros socios. La terraza siempre había sido un espacio intransitable, pero ellos sabían que ese lugar abandonado iba a convertirse en una estrella de la ciudad. “Cuando lo fuimos a ver pusimos como condición que se pudiera instalar un rooftop, así que antes de firmar hicimos todas las averiguaciones para asegurarnos que se podía entrar en obra. La gente que nos alquila ni siquiera sabía que desde ahí se veía el Obelisco, nadie subía a esa terraza”, cuenta Rolando.
La propuesta gastronómica está, valga el juego de palabras, a la altura. Los cócteles -con carta diseñada por Lucas López Dávalos- son impecables, algo que sorprende en un bar donde se despachan unos 900 por noche. Y, encima, no están a precio turista, todos a $ 320.
Terrazas de hotel
Allí cerca se encuentra otra terraza que propone un mood bien diferente: Cielo Sky Bar, ubicado en el Hotel Grand Brizo. A pasitos del Obelisco, ofrece una postal única de este ícono porteño. El bar es bastante angosto y tiene una barra sobre la avenida Cerrito que lo circunda por completo. Se recomienda visitarlo en pareja o en plan charla, ya que el ambiente es muy tranquilo.
A 15 cuadras de ahí, a cien metros de Plaza San Martín y también en otro hotel, está el primer rooftop de la ciudad. El Sky Bar del Pulitzer Hotel –elegido hace un par de años por el diario británico The Guardian como uno de los bares porteños para conocer– abrió sus puertas 2010, cuando el concepto era desconocido por estos pagos.
Demasiado tarde si se lo compara con lo que sucedió en Nueva York, donde los rooftops son parte del ADN de esa metrópoli. El primero abrió en 1890, en la terraza del Casino Theater, en 39th Street y Broadway, e incluso el antiguo Madison Square Garden –inaugurado en 1890 y demolido en 1925– contaba con una monumental terraza que podía albergar hasta 1.200 personas.
El Pulitzer, perteneciente a la cadena española Regina Hoteles, importó esta idea del exterior hace una década, y todavía hoy es uno de los favoritos de la ciudad. “Todos los veranos, al menos dos o tres veces venimos a tomar algo. Nos encanta porque queda cerca de la oficina, podemos ver el atardecer y viene gente de nuestra edad”, cuenta Delfina Llorente, de 29 años. Ayudan su onda playera y sus precios amigables: los cócteles arrancan en $ 270 y las cervezas en $ 170.
Los hoteles fueron los que consolidaron el concepto. El grupo de los hoteles Alvear tiene dos en sus propiedades. Uno es el Roof Bar abierto en 2016 en el el piso 11 del Alvear Palace, en un espacio que supo ser parte del exclusivo salón de fiestas Roof Garden (donde Susana Giménez se casó con Huberto Roviralta). Al año siguiente, la inauguración del Alvear Icon, en Puerto Madero, sumó otra terraza que da que hablar: el Crystal Bar.
En realidad, sólo un pequeño sector está al descubierto, por eso es más un mirador que una terraza. Como sea, la vista desde el piso 32 es impactante: se trata del punto más alto desde el cual se puede observar la ciudad cóctel en mano. La Reserva Ecológica, los edificios de Puerto Madero y también los que están del otro lado del dique son algunos de los lugares que aparecen en escena.
Pero la altura no es todo. Un rooftop puede estar tanto en el piso 32 como en el 7: lo que lo define como tal es que ofrezca una vista panorámica. Por eso, desde el noveno piso, el Hotel Madero suma otra opción, ya que también despliega una postal del barrio más caro de la ciudad, pero abre sólo en ocasiones especiales, por lo que es necesario chequear la agenda. La próxima fecha es el 13 de febrero, cuando realizarán su ya clásica fiesta anti San Valentín.
Las cúpulas del centro
En esa propuesta de mirar la ciudad de una manera diferente, no pueden faltar las terrazas históricas. Una de ellas es la de la Galería Güemes, donde se encuentra Florida 165 Rooftop Bar. Es una de las más nuevas de la lista, habilitada a fines del año pasado.
Desde un sexto piso, a 87 metros del suelo, se pueden apreciar las cúpulas del edificio Bencich -inspiradas en el academicismo francés- la del ex Banco de Boston, con sus tejas coloniales de color ladrillo, y la del ex edificio Gath & Chaves, entre otras.
“Se nos ocurrió abrir el bar en la Galería Güemes porque siempre veíamos a la gente fotografiando esos edificios desde abajo, y queríamos encontrar una terraza donde poder ver las cúpulas desde otro lugar”, contó a este diario cuando se inauguró uno de sus responsables, Hernán de la Colina.
El recorrido de historia en las alturas sigue por la emblemática Avenida de Mayo, que no podía dejar de tener terraza propia: la del mítico Palacio Barolo. En el piso 16 se emplaza Salón 1923, un bar que apela a los aperitivos, la cerveza, el vino y los platos simples. Al caer la tarde, la gente se agolpa para sacar fotos que irán directo al feed de Instagram. La más buscada es la del famoso farol.
La estrategia de las marcas
La fascinación por las terrazas hizo que abrieran opciones fuera del epicentro porteño. Una de ellas es Enero y su bar Aguaviva, lugar que plasma a la perfección la idea de terraza al ras del suelo, un concepto que también tomó el recientemente inaugurado local de Dandy frente al Parque Saavedra.
“Teníamos un predio con 90 metros de frente y enseguida pensamos en armar una terraza sobre el nivel del río. Es el único lugar gastronómico al que el río le da completamente de frente. En el medio había un eucaliptus centenario, así que armamos todo en torno a ese árbol”, cuenta Toto Lafiandra, uno de los dueños de Enero.
“Me encanta porque es un poco como estar de vacaciones, es obvio que no da igual tomarme un gin tonic mirando el río que encerrada en un bar”, cuenta Melina Grukov, quien se apura para llegar antes de que ese espejo de agua se esconda en la oscuridad de la noche.
En Enero suele haber DJ sets y los cócteles conviven con una propuesta de tragos más cercana a la de una disco de categoría; así, por ejemplo, en carta figuran botellas de destilados (a partir de $ 2.100) para combinar con cuatro latas de gaseosa, dos litros de jugo y tres latas de bebida energizante.
Es que la ocasión de consumo también influye a la hora de degustar un producto. Las marcas de bebidas alcohólicas lo saben, y por eso cada vez más arman ciclos al aire libre potenciando justamente el concepto terraza y asociándose a él.
Un ejemplo es Martini y su Terrazza Martini. En Argentina se realiza de forma itinerante, pero su inspiración viene de Milano, donde, desde 1958, la marca tiene incluso terraza propia, que se eleva sobre el centro histórico de la ciudad.
Aperol también se suma a la movida con sus Atardeceres Spritz, una invitación a combinar el color de su trago insignia, el Aperol Spritz, con el del cielo anaranjado que preludia la llegada de la noche. A ese mix le agregan música en vivo y comida. “Es una iniciativa local que toma como referencia algunas características de lo que está sucediendo a nivel global con Aperol en ciudades como Milán, Barcelona o Nueva York”, cuenta Willy Cicciari, Grouper de Marcas del grupo Campari.
Entre croissants y choripanes
Lo que abunda no daña, dice el refrán, y permite que haya opciones para todos los gustos. Así el público de espíritu más artístico encontrará su terraza favorita en el hostel Selina, de Palermo Soho. La vista es despejada y la vibra del ambiente imbatible: hay muchos turistas jóvenes, más una programación de actividades interesante y bien nutrida, que incluye DJ sets varias veces por semana y asado los martes a la noche. Los precios son accesibles: cócteles desde $ 260 y platos a partir de $ 195.
El barrio de Palermo también demuestra que no sólo los bares de coctelería eligen las terrazas. En la boulangerie Gontran Cherrier, frente a Plaza Armenia, basta cerrar apenas los ojos y dejarse llevar por los sabores y aromas para sentirse en París. Un dato: traen la manteca (Elle et vire) y la harina (Foricher) directo desde Francia para que los productos sean idénticos a los de la sucursal original que está en el país galo. Y para el horario del after suman tapas y coctelería, todo con un toque french.
Dentro del rubro, las cervecerías entendieron, desde sus comienzos, que debían apostar al aire libre en lo alto. La del primer local de Buller, sobre la calle Junín, es muy famosa, ya que da un spot turístico por excelencia: el cementerio de Recoleta.
La de Desarmadero viene con sorpresa: tiene un simpático beer truck, una vieja camionetita equipada con canillas de cerveza. Bonus track: cuando el atardecer es muy caluroso, encienden rociadores de agua para refrescar el ambiente.
Y en el barrio de Núñez hay al menos dos terrazas cerveceras que vale la pena conocer. La de 7030, un monumental espacio para 100 personas sentadas y el doble paradas, y la del Bar Sucre de cerveza Patagonia, que balconea a un patio donde suelen tocar bandas en vivo.
También en este estilo bien descontracturado se suma la de Chori Colegiales, con una amplia vista sobre el Mercado de Pulgas y la nueva Plaza Clemente. Bien versátil, una mesa de ping pong la convierte en un buen plan familiar, pero tiene la onda suficiente para ser una alternativa a la hora de salir con amigos. El bolsillo la pasa genial: hay vermut por $ 110, cerveza por $ 120 y jarras de gin tonics para compartir a $ 500, además de variedad de sándwiches que le rinden culto al choripán en versión gourmet.
Pero como el listado es interminable y el espacio para escribir tirano, se recomienda abandonar la mirada gacha al salir a la calle. Basta con enfocarla hacia arriba para encontrar la terraza gastronómica más cercana.