Fuente: La Nación ~ Con más de cinco meses de cuarentena en distintas fases en la ciudad de Buenos Aires, la perspectiva de dejar el hogar al menos por un día y jugar a las vacaciones hospedándome en un hotel se vuelve irresistible. Es que de a poco la ciudad va intentando instaurar una nueva normalidad cuyas reglas y códigos se van definiendo en el día a día y, en este contexto, los hoteles, en su mayoría cerrados, van preparándose para reabrir. Hoy solo unas pocas cadenas están operando bajo esta modalidad reducida y con protocolos específicos, es decir no para huéspedes de turismo sino para viajes de urgencia médica u otros impostergables, o como en el caso del NH Collection Lancaster Buenos Aires con opciones como el NH Room Office para personas que trabajan en el microcentro y necesitan un espacio laboral o de reuniones por tiempo limitado. Lo que da una respuestas a empresas que tienen trabajadores con permiso de hacerlo, que no viven en la ciudad, pero vienen y no tienen dónde quedarse.
«En el mes de marzo, cuando se definió la suspensión temporal de operaciones algo impensable para un hotel que no está concebido para cerrarse, ingenuamente esperábamos que fuera por un corto período. Durante estos meses cerramos el inventario para reservas hasta el 1° de Septiembre (alineados a la fecha inicial establecida por el Gobierno). A lo largo de los meses pasados fuimos estudiando la demanda a futuro y la conclusión lógica es que los pasajeros (domésticos, regionales e internacionales) en ámbitos inciertos no van a concretar reservas», comenta Lucía Bo, directora de Ventas y Marketing del Palacio Hyatt Duhau, que atribuye el principal obstáculo no tanto al miedo de los viajeros o la espera de la vacuna, sino a los protocolos consensuado entre los gobiernos para apertura de fronteras, restricciones y cuarentenas. Hoy la demanda en el sector es casi nula para lo que queda del 2020 y muy tímida al momento para el 2021, por lo que es de esperarse que la reapertura de los hoteles con fines turísticos sea bastante más lenta que en otras áreas.
Algunos hoteles como es el caso del NH han comenzado sin embargo a implementar protocolos como el Feel Safe del Lancaster, basados en la adecuación de procesos de higienización, la incorporación de normativas de distanciamiento social y la aplicación de elementos de protección personal, entre otras cosas.
Por eso al llegar al hotel las primeras medidas son las esperables: un guardia me hace utilizar un dispenser automático para higienizarme las manos, me rocían las pertenencias con alcohol y me hacen limpiarme los zapatos. Una vez adentro en check in se realiza a través de vidrios protectores, se utilizan bandejas plásticas, las biromes son higienizadas y hay alcohol en gel y toallas descartables siempre disponibles.
Fuera de eso, y del hecho de que, por supuesto, estemos todos con barbijo, no hay nada fuera de lo ordinario. Y quizás sea extraño decirlo, pero realmente a esta altura no creo que nadie se sorprenda por ver a otros con máscaras, ya que los barbijos se han convertido en una elección de guardarropa por default y todos andamos con alcohol en gel encima.
Una vez entregadas las llaves de mi cuarto se me informa para mi desilusión que las áreas comunes están cerradas; esto es, no hay bar, restaurant, ni siquiera lounge para estar. Si tenía la idea de sentarme en una barra, aunque más no fuera con barbijo, voy a tener que conformarme con room service y menú a la carta (adaptado). Caminando hacia el cuarto trato de aguzar el oído cuando paso por delante de otras puertas y me pregunto si seré de las pocas huéspedes del hotel, quién más estará y por qué motivo.
Otro detalle no menor es que los ascensores permiten solo una persona (y tiene también dispenser de alcohol adentro), y hay que esperarlo con distancia social. En todas las áreas comunes del edificio hay señalética acorde. Como si alguien fuera a olvidarse.
Cuando finalmente llegamos a la suite donde voy a hacer home office por el resto del día, un cuarto grande e iluminado que da a la avenida Córdoba pero que mágicamente no es para nada ruidosa, puedo sacarme el barbijo aliviada. Me informan que el minibar está cerrado por temas de higiene y seguridad, pero que escaneando un código QR puedo pedir lo que quiera, así como también solicitar cualquier otro ítem que necesite (me acabo de dar cuenta que dejé el dentífrico en casa).
El cuarto tiene todos los objetos de uso personal embolsados y sellados (vasos, jabones, kit de ducha, etcétera) y el hotel respeta los protocolos de purificación de aire y agua recomendados para este contexto, se me informa. Se nota un gran esfuerzo por hacer sentir a la gente segura y tranquila, aunque en este punto coincido con lo que algunas personas del sector ya me manifestaron: más que la ansiedad o inquietud de la gente que viaja/viaje, el cuello de botella son las regulaciones y los permisos.
En este sentido Lucía Bo, del Duhau, también me comentaba el siguiente panorama a futuro en base a lo que está sucediendo con las compañías de vuelo en el país. «Esperamos en una primera instancia únicamente pasajeros de placer local (staycations) y domésticos. Los pasajeros regionales y la respuesta de su demanda dependerá de las exigencias de protocolos (cuarentenas). Los mercados internacionales, mercados diezmados por la cancelación de rutas y líneas aéreas que confirmaron que no operarán más la ruta a Buenos Aires (Air New Zealand, Emirates, Qatar), estimamos que comenzarán su recuperación a partir del segundo semestre del 2021».
En busca de cierta normalidad
Mientras miro por la ventana y veo el movimiento escaso del microcentro me tocan la puerta para traerme la primera comida del día. La situación se vuelve casi cómica: los empleados no pueden entrar al cuarto, por lo que si traen algo muy pesado o más de una bandeja, se complica. Tienen que hacer dos viajes, o directamente dejarlos que los ayude, un poco a regañadientes. Llevan casco, guantes y todo lo pertinente y las bandejas son todas plásticas.
Una vez con las cosas adentro noto que está todo recubierto por un película de film plástico (la pandemia resulta ser poco ecológica en términos de protección…): vasos, cubiertos, etcétera. Habrá que acostumbrarse a este look de ahora en más. Se nota sí el esmero por mantener cierta normalidad con vajilla acorde, lindas presentaciones y otros detalles esmerados.
El resto del día transcurre con poco movimiento en mi piso -evidentemente soy de las pocas personas en el hotel-, y va cayendo la luz. No prendí ni el televisor. Saco un par de fotos y voy contando mi pequeña aventura por stories. Lo que más preguntan es: «¿puedo ir a pasar un día/una noche a un hotel?». Imagino que a este punto de la cuarentena, con todos tan agobiados y con los espacios hogareños reconvertidos en oficina, guardería y tantas otras funciones, pensar en estar en un lugar diferente, solos o con gente atendiéndote, es un plan soñado. De mínima, un lugar donde no tener que lavar platos, para variar, quizás la queja más oída hoy y ya un meme en las redes.
Desde otra cadena de hoteles conocida, el Sofitel, con sus dos sucursales (Cardales y CABA) cerradas, me comentan que por el momento no tienen fecha concreta de apertura, aunque estiman que el de capital será el primero en abrir. Otros hoteles de lujo como el Four Seasons también permanecen cerrados, si bien se detalla que a partir del 1° de Septiembre se pueden realizar reservas. Todos parecen estar pendientes y expectantes de lo que suceda en las próximas semanas, en tanto y cuanto se mantenga esta fase de apertura y según los vuelos naciones e internacionales se vayan restableciendo.
Me quedan unas horas y la compu sigue prendida encima de la cama. Yo sigo trabajando como en mi casa, a veces hasta cualquier hora; pero no me quejo, estas mini vacaciones mentales son más de lo que muchos pueden darse el lujo de hacer hoy en día. Ya es la hora de la cena y puedo elegir de la carta pero también hay recomendaciones especiales del chef. Cuando la comida llega a mi puerta, esta vez son tres pasos, las bandejas traen las clásicas campanas de metal para evitar la propagación de los olores. Sí, como en las películas. Pienso que al menos algo de la mística y el imaginario de la vida de hotel permanece. Quizás no todo esté perdido