Fuente: Clarín ~ Un plato de ñoquis con salsa cuesta 100 pesos. Una tortilla española para dos personas, 220 pesos. Una docena de empanadas -las de gustos clásicos, un poco de carne, otro poco de pollo, algunas de verdura o de jamón y queso- cotiza a 250 pesos. Y un litro de agua de coco sale 128 pesos. Los mismos comercios que ofrecen esos precios venden los ñoquis a 200 pesos, la tortilla a 270, las empanadas a 300 y el agua a 160.
El precio rebajado se obtiene a través de una app que pone en contacto a comercios de gastronomía de la Ciudad que prefieren hacer un descuento antes que descartar comida con usuarios en busca de esas ofertas.
«Muchos locales que producen alimentos para el día o que venden alimentos envasados con fecha de vencimiento, como un kiosco, pueden prever en algún momento de su turno de atención que no venderán toda esa producción. En ese momento es que ofrecen, a través de la aplicación, comida con precios rebajados», explica Santiago Guglielmetti, uno de los tres fundadores de la app Winim, en funcionamiento desde abril.
Según explica Guglielmetti, que tiene 25 años y es licenciado en Relaciones Internacionales, «la idea surgió cuando al analizar qué problema podía solucionarse a través del desarrollo de una aplicación».
«En ese momento -explica- vimos que el desperdicio de alimento es un problema global y local: en Argentina se desperdician 16 millones de toneladas de comida cada año. Nuestro aporte por ahora es muy chico porque recién empezamos, pero logramos que, por mes, dejen de desperdiciarse 1.250 kilos de alimentos«, detalla.
En mayo, al cumplir dos meses y según uno de sus creadores, la app tenía casi 800 usuarios activos por mes. Un semestre después esa cifra ascendió a 6.000 consumidores que rastrean comida barata y deciden si la pasan a buscar por el local o si pagan el servicio de delivery. Por día, unos 350 comercios gastronómicos publican en la aplicación, de un total de algo más de 400 inscriptos como posibles proveedores. «La publicación es día a día porque depende de qué esté quedando de más en la producción», sostiene Guglielmetti.
Consultado por si esa demora en la venta del plato de comida puede implicar que esté en mal estado, responde: «Los locales están obligados a cumplir con los estándares de bromatología para todos sus platos. A la vez, el equipo manda mystery shoppers -consumidores que hacen evaluaciones de incógnito- a los negocios que piden publicar en la app», responde el co-fundador.
«Publican muchos negocios que atienden sólo al mediodía y no pueden conservar la producción hasta al día siguiente porque se pone fea. Hay muchos locales en el Microcentro con esta mecánica, que además, para producir sin consumir demasiada energía eléctrica y con pocas horas de trabajo del personal, marcan la comida. Esto quiere decir que les dan una primera cocción que después deben completar ese mismo día», describe.
Según estadísticas de la app, el descuento promedio que ofrecen los locales es del 34% aunque en algunos casos alcanza el 70% u 80%. Las minutas son la opción más elegida, seguidas por el sushi y los platos aptos para veganos.
«Al principio me dio un poco de desconfianza. Vi que existía la app en Instagram y la bajé, pero tardé en usarla porque me daba miedo que la comida estuviera fuera de estado. Pero una vez me animé y funcionó genial: consigo precios mucho más baratos, siempre la comida estuvo en perfecto estado, el delivery es muy rápido. Y creo que, en el largo plazo, puede tener impacto en lo ambiental, y eso también está bueno», describe Teresa de Aramburu, que usa la app desde hace tres meses, tiene 24 años, es psicóloga y vive en Recoleta. El desperdicio de alimentos -en la fase de producción, distribución mayorista y llegada al consumidor- profundiza la producción de gases de efecto invernadero.
«Hay mucha gente que todavía no está interesada en proteger el medio ambiente, aunque sea una problemática central. Pero si le ofrecés un beneficio económico que a la vez redunde en ese efecto, esa mejora es para el consumidor, para el productor, y a largo plazo, para la situación del planeta», concluye Guglielmetti.