El centro porteño tiene su encanto, aunque el ruido y el tráfico hacen que nos olvidemos de su belleza. Más allá de que al ras del suelo el caos nos haga creer que vivimos en una suerte de infierno terrenal, la magia ocurre cuando se cambia de perspectiva. Un importante polo gastronómico se erige en los pisos más altos de edificios emblemáticos y dos de sus máximos exponentes abrieron durante 2018. A su vez, se prevé para junio la inauguración de un nuevo espacio con reminiscencias neoyorkinas. Sin duda “comer en las nubes” resulta tentador para los curiosos que desean conocer menús emblemáticos e innovadores con el espectáculo adicional de las vistas de día y de noche.
CELEBRAR EL PAISAJE CON UN PURO
Desde octubre de 2018 funciona en el piso 15 del Edificio Comega Vuelta Abajo Social Club, la tercera sucursal de este club de puros que tomó su nombre de una importante zona tabaquera en Cuba. Esta vez agrandó la apuesta en comparación con sus locales de Belgrano y Recoleta al incorporar tragos de autor y clásicos, cuatro dispensers de vinos y de whiskys -funcionan con una tarjeta especial para servirlos por copa o medida- platos pequeños y contundentes a cargo de la chef Manuela Carbone y chocolates de elaboración propia, todos pensados para “acompañar la fumada”.
El espacio no sólo garantiza la tranquilidad en pleno caos, ya que desde arriba el ruido desaparece para dar lugar a vistas soberbias de Puerto Madero, el Obelisco y hasta Uruguay, sino que además, al tratarse de un club de puros, brinda la posibilidad de fumar habanos adentro, al poseer en su interior un sistema de inyección, extracción y purificación de aire que elimina el humo. Ahora, los que se inclinan por los cigarrillos comerciales sólo pueden consumirlos en su terraza descubierta.
Arquitectónicamente, el club propiedad de Nicolás Weil se destaca por su diseño muy al estilo 1960: en su interior se ven amplios sofás de cuero, lámparas de hierro, una barra Art Nouveau Escocés, un humidero -una suerte de ‘cava’ de tabaco que conserva más de 100.000 habanos de distintas marcas y orígenes a la temperatura indicada-y también 42 lockers en donde el comprador de habanos o accesorios puede guardar sus adquisiciones.
El ambiente se completa con tres terrazas. Una de ellas, la vip, posee un jardín vertical, sillones de cuero y mesas de madera. La segunda, semiabierta, deslumbra con sus grandes ventanales, techos corredizos y barra de 10 metros de longitud revestida con una moderna pared de burbujas. Por último está el espacio al aire libre, con vegetación variada, cómodas sillas de hierro, y, por supuesto, las mejores vistas.
“Sabemos que el cigarro es nuestro negocio fundamental, pero nos dimos cuenta de que el cliente también quería comer y tomar. Si bien en un principio arrancamos con platos chicos que oficiaban de acompañamiento, hicimos un cambio de carta con opciones para compartir”, indicó Francisco Tessey, manager del local de Comega. Y enfatizó en que todos los alimentos y bebidas en carta están pensados “para que combinen bien con el cigarro”.
Funciona desde las 10 a las 2 de la madrugada, por lo que se puede “fumar durante todo el día, mientas se desayuna, se almuerza, se come algo a la tarde y se cena”, indicó Tessey. Para la mañana se puede optar por un yogur de buffala, granola y frutas secas ($185) o bien por tostadas con queso de cabra y mermelada ($225); mientras que para las comidas más fuertes se recomienda el ceviche de salmón con salsa teriyaki y leche de tigre ($390); el magret de pato, kabutia, zanahorias confitadas y puerros ($530) o el ojo de bife con hueso, batatas al horno, verduras de estación y balsámico ($600). Los tragos de autor merecen un capítulo aparte. Entre ellos se destacan el J.A.M Mai Tai, una reversión del Mai Tai recomendable para todos los paladares y el Vuelta Abajo y Scent, que incluye tabaco en su receta.
Pero si se quiere una experiencia completa para aprender a fumar y acompañar con los mejores sabores, se puede adquirir sólo con reserva previa el menú Vuelta Abajo, que consta de ocho pasos, dos puros, cinco bebidas, cafetería y agua. Su precio con maridaje es de $3.600.
“Estamos comunicando que no somos un club exclusivo, que está abierto al público y puede ser disfrutado también por los no fumadores”, destacó Tessey. Por todo el cuidado en la ambientación y la carta, el local no sólo se destaca por lo que se ve desde la ventana sino también por todo lo que pasa adentro.
COCINA ALEMANA PARA EJECUTIVOS Y ENAMORADOS
“Los restoranes de pisos altos son muy útiles para los acuerdos comerciales, porque contemplar el horizonte lejano también te hace tener horizontes más lejanos”, dice Carlos Esnal, un hombre de negocios nato que desde 2013 se encarga de Zirkel, el restaurante y bar del Club Alemán, que de día alberga principalmente a empresarios y durante la cena, a parejas. Es que quienes quieran celebrar su amor y escapar de la rutina no deberían perderse las noches temáticas de Luna Llena, que se aprecia mejor desde el piso 22 del edificio Goethe, considerado además uno de los mejores miradores de la Ciudad.
Esnal, quien tuvo entre sus locales gastronómicos a Katrine, en Puerto Madero, el restorán La Colección del Museo Fortabat y el Chandon Bar, entre otros, fue convocado por el Club Alemán para iniciar una transformación integral del establecimiento, que antes era exclusivamente para socios y funcionaba solo al mediodía. Ahora sus horarios se extendieron, pasó a ser abierto al público y los salones del piso 21 se emplean para eventos, con la misma perspectiva envidiable de un río y dos países.
“Hoy los mediodías funcionan a tope y las noches están a full los jueves, viernes y sábados. Es que además de ofrecer un menú con una muy buena relación precio-calidad, el club tiene cocheras en el subsuelo, sin cargo”, señaló Esnal, quien se puso al hombro la tarea de elevar la cocina alemana “porque la cultura porteña suele menospreciarla al pensar que se limita a ser chucrut, salchichas y guisotes”. Con el chef Pablo Greco al mando, platos muy cuidados se combinan con otras exquisiteces de cocina internacional.
Entre los principales típicos está el goulash con spatzle ($460) o bien el kassler (un corte de cerdo ahumado) con cremoso de papas, cremas y remolacha ($490), pero también se pide mucho pescado, como el salmón con crema de camarones y quinoa ($550). Aunque los “best sellers” son los strudels, tanto el que se sirve como entrada (de queso brie con mermelada de cebolla morada), o el de postre, de masa filo, con puré de manzana y helado de canela.
Esnal comentó que, por su locación privilegiada, Zirkel albergó momentos como un pedido de casamiento filmado con una cámara adentro y con un dron desde afuera. Pero es elegido por todos los que quieran disfrutar de la buena cocina en un ambiente diferente. “Funciona mucho el boca a boca y eso nos convierte en un bicho raro, porque vamos a contramano y crecemos en tiempos difíciles”, señaló. Lo que confirma que una buena experiencia es, sin duda, la mejor inversión.
DOMINAR LOS SENTIDOS
Estar de la vereda de enfrente, pero también en las alturas. Eso es lo que propone Kayla, el restaurante en el piso 31 del Hotel Alvear Icon que, situado sobre la parte más mo derna de Puerto Madero, despliega una vista insuperable de los atardeceres en el centro. Y si bien sólo funciona a la hora de la cena, para apreciar el paisaje en su esplendor se ofrecen brunchs los domingos a un precio de $2.000.
Lo que los comensales deben saber es que desde el primer minuto los sabores querrán opacar a los ventanales en una feroz competencia por dominar nuestros sentidos. Los panes de masa madre realizados en espigas húmedas o con cerveza roja resultan difíciles de olvidar cuando se los unta con una manteca preparada con tomillo, naranja y olivas encurtidas. Pero ese es sólo el comienzo, ya que cada cocinero se convertirá en el embajador de su propio plato y se acercará a la mesa para enumerar los ingredientes y explicar las preparaciones.
Ángel Barrera, gerente de los restaurantes del Alvear Icon, indicó que Kayla buscó el concepto “de cocina de autor, pero pensada para el paladar argentino, al haber entre sus platos ingredientes como mollejas, ojo de bife y bife de chorizo”. Aunque estas carnes no se cocinan a las brasas sino en cuidadas preparaciones a cargo del chef ejecutivo Diego Novo, en menús de dos, tres y cinco pasos. Los primeros, que incluyen una bebida sin alcohol, té o café, se eligen a la carta y sus precios son de $2.300 y $2.750 respectivamente. Pero si se prefiere vivir la experiencia completa se recomienda el menú degustación con maridaje ($3.500), en el que sus cinco pasos son acompañados por distintos vinos de la bodega del mes.
Entre las entradas se puede optar por el fresco pez limón, con sopa fría de melón, ensalada cítrica y plátano, o bien si se prefiere un sabor único en materia de originalidad, por el tomate confit cocido al vacío con crocante de algarroba y queso de cabra. Los principales merecen un capítulo aparte al lograr equilibrio y elegancia con combinaciones impensadas. Un ejemplo es la merluza negra, que viene pincelada con vainilla, pero también con un deshidratado de cantimpalo, hinojo dulce, pomelo y aceituna Kamalata. Otro es el chivito crocante en preparación de 12 horas, con berenjena ahumada, hongos, gremolata y crema de almendras. Y, para terminar con un sabor bien argentino se sugiere el pastel de durazno y mate, con helado de cedrón y pistachios.
Al estar en un hotel cinco estrellas, se podría sospechar que la mayoría del público constaría de sus huéspedes extranjeros. Sin embargo, Barrera señaló que “el 90% de los concurrentes son argentinos de distintas partes de la ciudad de Buenos Aires”, la mayoría recomendados, que buscan encontrarse con “excelencia en menú y servicio y uno de los atardeceres más bellos de Buenos Aires”. Algo que se logró en apenas menos de un año, ya que funciona desde abril de 2018.