Chacarita slow. Un barrio foodie sin apuros ni etiqueta

Fuente: La Nación ~ «Chacarita está muy bueno, me encantaría que quede así», dice Mariana González, de 33 años, cómodamente sentada en una reposera en la vereda de la vermutería Sifón. Acompaña el «así» con su dedo índice, que gira en el aire abarcando la arbolada avenida Jorge Newbery, de poco tránsito este sábado a la tarde, donde el único sonido es la charla de las mesas vecinas y algo de música que llega desde el interior del bar. A unas cuadras de allí, más sobre el anochecer, la esquina donde funciona La Fuerza comienza a poblarse de grupos de amigos: «Vengo acá porque me gusta el vermut, pero también porque podés pasar un buen momento sin tener que preocuparte por el look», comenta Mariana Mazzariello, de 33 años, y señala sus pies: «Estábamos en la pileta y vine un rato así: despeinada, supercómoda, en ojotas».

Descontracturados, sin apuros, cero almidón. Así pueden describirse el ritmo y el estilo del nuevo circuito gastronómico de Chacarita, el que sin competir con los inoxidables clásicos del barrio -la cantina Albamonte, las pizzerías Santa María y El Imperio de la pizza, el Bar Palacio con su museo de fotografía y sus noches de jazz- se desarrolla no sobre las ajetreadas avenidas Corrientes o Federico Lacroze, sino hacia las calles y avenidas interiores (Dorrego, Newbery, Charlone). Mesas comunales, reposeras, gente que charla de pie con un vermut o un cocktail en la mano: la mayoría de los bares y restaurantes aprovechan las veredas y la sombra de los añosos árboles del barrio. Y así como diversos son los horarios de cada establecimiento, también son variadas las propuestas gastronómicas.

¿Tres ejemplos de esa diversidad? Con tacos y tortillas, en Ulúa la cocina mexicana es la propuesta que traen tres cocineros oriundos de Veracruz ahora afincados en Av. J. Newbery 3791; allí brillan platos como telelas (triángulos de maíz rellenos con porotos refritos y carne de rabo desmechada) y gorditas (mollejas en tres cocciones y salsa de ají). En Ajo Negro (Av. Córdoba 6237), la carta de tapas y tapitas se autodefine como «cocina marinera»: en su barra con vista a la cocina abierta se destacan el carpaccio de pescado blanco, las vieiras en marinada frutal, y, siempre, la pesca del día, acompañada de garbanzos y salsa verde. Donnet (Av. J. Newbery 4081), uno de los nuevos clásicos del barrio, basa su propuesta vegana en hongos de distintos tipos: portobellos, gírgolas y shitakes.

Pero en Chacarita también hay bistrós, vermuterías, cervecerías, panaderías, un bar de whisky… incluso por estos días Christina Sunae suma su propuesta de cocina asiática con la apertura de Apu Nena (Av. Dorrego 1301), una versión más descontracturada de su palermitana Sunae Asian Cantina: «Vivo en Chacarita y salgo en Chacarita: La Fuerza es uno de mis lugares favoritos, también voy a Ulúa, a Georgie’s, a Donnet -cuenta Christina por teléfono mientras ultima los detalles de la apertura de su bar de tapas asiáticas-. En el barrio hay mucha gente que busca siempre algo distinto, no había comida asiática ¡y yo soy la chica asiática!».

La creciente variedad de propuestas gastronómicas de Chacarita se complementa con una interesante oferta cultural: desde las ya mencionadas noches de (distintos tipos de) jazz en el clásico Bar Palacio/Museo Simik, las numerosas y variadas propuestas teatrales de las que se puede ser espectador en Santos 4040 (Santos Dumont 4040) o las noche de jazz kissa en Black Forest, ubicado en el subsuelo de la ya de por si bellísima librería Falena (Charlone 201), en donde la propuesta es la escucha de vinilos de jazz, copa de whisky o vino en mano.

Dejarse sorprender

Un público receptivo a propuestas distintas es, para Gaspar Natiello, chef y copropietario de Ajo Negro, uno de las características del actual habitué de Chacarita: «Lo que vemos es que es un público muy receptivo, que se abre a las nuevas propuestas y que le gusta probar cosa nuevas. Está dispuesto a dejarse sorprender», precisa Gaspar.

Julián Díaz, uno de los socios detrás del bar La Fuerza -en Av. Dorrego 1409; quizás el más visitado de la zona, que meses atrás fue destacado por la revista Time como uno de los 100 lugares del mundo que hay que conocer-, coincide: «Es un público joven, que en gran medida vive o labura en la zona, con un nivel de madurez gastronómica alto y bien predispuesto a probar algo distinto. No está buscando hamburgueserías o cervecerías, sino que está más dispuesto a probar un roll, un taco o un plato asiático».

Y aunque las edades de quienes recorren el circuito de bares y de restaurantes varia de un lugar a otro -no es lo mismo el restaurante Anchoita que la súper descontracturada «sodería» Sifón (Av. J. Newbery 3881)-, sus más asiduos visitantes no son ni adolescentes ni adultos mayores. La mayoría de los comensales se encuentra dentro de las franjas etarias 25/35-35/45 años, según la propuesta del lugar, pero también según el día y la hora.

«Cuando pensamos Sede lo hicimos con la idea de popularizar una bebida que nos gusta mucho, que es el whisky, pero haciendo todo lo contrario a la idea de que es una bebida de gente mayor, una bebida masculina -cuenta Juan Manuel Bidegain, propietario de Sede – Central de Whisky (Guevara 412) y de Sifón-. Buscamos genera un ambiente relajado, con música, más joven, en donde te puedas tomar un vaso de whisky parado en la vereda».

Identidad

Pero no solo es posible identificar rasgos e intereses compartidos entre los habituales visitantes del circuito gastronómico de Chacarita; quienes están del otro lado del mostrador también comparten cierto espíritu e intenciones: «Hay algo distintivo y es que la mayoría de los lugares que están abriendo tienen que ver con chefs que llevan adelante un emprendimiento propio: Ulúa, Donnet, Georgie’s, Obrador Las Damas», sostiene Gaspar. Él llegó a Ajo Negro tras cocinar en Narda Comedor; su socio Damián Giammarino viene de Mishiguene, y ambos se conocieron previamente, cuando trabajaban en la cocina de Sarasanegro, en Mar del Plata. «Se trata en general de propuestas singulares, no hay restaurantes de cadena», agrega.

«Es un circuito alternativo a los polos gastronómicos tradicionales formado por emprendedores de distinto calibre, pero todos con noción de calidad -opina por su parte Julián Díaz-. En los locales hay cosas comunes, como un lenguaje de cierta austeridad, intenciones de diseño innovador pero con la idea de salir de lugares que hoy son comunes en la gastronomía y de generar un sentido de identidad del barrio muy fuerte».

Las arboladas y apacibles calles donde se desarrolla el circuito Chacarita todavía no han sido tomadas por las cadenas: no hay heladerías, cafeterías ni hamburgueserías de diseño homogéneo y estandarizado, con sus reconocibles logos globales. Por el contrario, aquí cada local tiene su propio estilo, pero que de alguna forma respeta no solo la línea arquitectónica de la cuadra en la que está ubicado, sino también cierta identidad barrial.

Así, en ausencia de grandes carteles con letras de neón que atraigan la mirada, los bares y restaurantes se dejan descubrir a medida que se recorre a pie el barrio. En día de semana, al mediodía cuesta un poco estacionar, de noche o durante el finde es sencillo encontrar lugar en las calles interiores; no hay embotellamientos, tampoco trapitos, la aparición de los nuevos locales gastronómicos no ha trastocado el ritmo de barrio.

Algo similar comienza incluso a palparse en zonas aledañas, como La Paternal (con el restaurante a puertas cerradas Santa Inés, que funciona en el local de una antigua panadería, en Ávalos 360), o incluso en Warnes (con el sofisticado Warnes que funciona en la planta alta de lo que fuera un taller mecánico, en Darwin 62), donde los nuevos establecimientos se amalgaman con la fisonomía del barrio.

«Creo que hay una gran parte de la ciudad que no queremos que se transforme en un espacio turístico, que no queremos que pierda identidad y que quede oculta detrás de cervecerías anónimas», dice Julián, y agrega: «Hay cierta resistencia cultural de parte de nuestras propuestas, y el público está respondiendo muy positivamente».

En todo caso, la amenaza que pende hoy sobre Chacarita es que el crecimiento comercial que experimente de aquí en adelante le quite ese aire de barrio que se respira en cada esquina. El peligro es que se convierta en Chacalermo… «Estamos al borde de que empiece a parecerse a Palermo, ya le decimos Chacalermo», dice y se ríe Yago Escrivá, de 30 años, sentado en una de las reposeras que pueblan la vereda de Sifón.

«Yo vivo acá a la vuelta, enfrente de Sede, y todas las noches explota de gente en la vereda, sobre todo ahora en verano -cuenta-. Me encanta que pase esto, pero uno no deja de pensar que si sigue creciendo va a ir perdiendo el ritmo del barrio, que está bueno. Me gustan las nuevas propuestas de Chacarita, pero también que quedé así, como un barrio».

Hoja de ruta

Abajo, las referencias Fuente: LA NACION
  • 1. La Fuerza: Av. Dorrego 1409
  • 2. Apu nena : Av. Dorrego 1301
  • 3. Charlone 101: Charlone 101
  • 4. Obrador Las Damas: Charlone 202
  • 5. Sentio: Charlone 300
  • 6. Ajo Negro: Av. Córdoba 6237
  • 7. Puente G : Fraga 93
  • 8. Anchoita: Juan Ramirez de Velasco 1520
  • 9. Ulúa: Av. Jorge Newbery 3791
  • 10. Sifón : Av. Jorge Newbery 3881
  • 11. Almacén Comunal: Guevara 405
  • 12. Sede – Central de Whisky : Guevara 421
  • 13. Donnet : Av. Jorge Newbery 4081
  • 14. Georgie´s: Charlone 499
  • 15. Funes Birrería: Olleros 3750
  • 16. Albamonte: Av. Corrientes 6735
  • 17. El Imperio de la Pizza: Av. Corrientes 6891
  • 18. Santa María: Av. Corrientes 6801
  • 19. Bar Palacio / Museo Fotográfico Simik: Av. Federico Lacroze 3901

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